La silla en la oscura habitación
02/X/2019
Lo miró fijamente. Se apoyó en sus piernas y clavó la mirada en sus ojos. Estos estaban rojos por el sufrimiento. Y su dolor marcaban unas ojeras negras que intensificaban sus formas debido a lo blanco de su tez. Encontrábase atado de brazos y piernas a aquella silla. Al igual que la cabeza. Sólo que la cuerda que la rodeaba se apoyaba en una madera horizontal sujetada a la espada de la silla.
Siguió mirando directamente aquellos ojos. Lo hacía de tal forma que parecía poder desentrañar los secretos más profundos de su alma.
Entonces, apartó sus manos de las piernas y se irguió. Del bolsillo izquierdo de la camisa sacó un paquete marrón de tabaco. Agarró un cigarrillo y lo prendió con unas cerillas escondidas en el habido en el costado derecho del pantalón. Este y la parte superior de sus prendas eran azules.
Dió una profunda calada y exhaló el humo. Se cruzó de brazos y alzó el cigarrillo con el brazo derecho acercándolo a los labios. Le dió otra más. No fue tan profunda como la anterior, pero lo suficiente para crear una pequeña atmósfera que respiraba, todavía más, claustrofobia. "Te ofrecería uno"', le dijo a la persona aprisionada. "Pero tus pulmones no lo soportarían". Su voz era ronca a causa del tabaco.
"Estás lleno de piojos y pulgas, igual que un animal abandonado y desvalido. Habrá que afeitarte". Entonces, vino la última una calada. Arrojándolo al suelo, lo pisó para apagarlo. "Afeita a esta rata asquerosa". La orden iba dirigida a un hombre apoyado en la pared. No había dicho nada. Sólo observaba.
- No le mires con esa cara de miedo. Únicamente te va a afeitar la barba y el pelo, del cual, por cierto, te queda poco. Se te ha ido cayendo a puñados por el estrés. No te va a dirigir la palabra. En su momento le cortaron dos dedos y la lengua. Imagínate el porqué.
Le hizo con una navaja. A pesar de faltarle los apéndices de su mano derecha (era diestro), el pulso no le temblaba debido a la experiencia. Le afeitó con agua fría y jabón de pastilla. Acto seguido, le desinfectó con alcohol puro. Los gritos de dolor se mezclaron con lágrimas. Hasta ese momento había perdido mantener la mirada al frente, hacia la pared, mientras el individuo le mirada impasible y fumaba otro cigarro.
Cuando acabó, el barbero salió en silencio de la habitación llevando consigo los instrumentos con los que completó su misión.
Él siguió allí, observando al hombre que estaba en la silla. Lo miró durante unos dos minutos y cogió una banqueta. Se sentó en ella y lo volvió a analizar. "La silla en la que estás es mucho más cómoda que esta". Alargó las dos manos e intentó abrirle la boca. No hubo resistencia. "No te quedan dientes".
Se volvió a echar hacia atrás cruzándose de brazos a la par que se rascaba la cabeza. "¿Sabes por qué estás aquí?". Le preguntó.
Intentó negar con la cabeza, pero no lo logró. No podía moverse.
- Ya estás afeitado. Hemos intentado disimular ese olor que tienes, pero no hay forma. No puedes verlo, pero tu ropa está completamente rota y huele a mierda y orín.
"¿Sabes por qué estás aquí?". Intentó volver a negar con la cabeza, pero está vez tampoco lo logró.
El hombre de azul movió la suya con un gesto que parecía de resignación. Sacó otro cigarro y le dio fuego. Miró a la persona que tenía delante y le acercó el cigarrillo. Este abrió los ojos en un claro gesto de sorpresa que pasó a convertirse en miedo. Lo intentó rechazar con la cabeza, pero, otra vez, fue en balde. El individuo retiró el cigarro. "Bien. Vas aprendiendo".
- Te diré por qué estás aquí. Por nada. Porque no has hecho nada-. Encendió otro cigarrillo y se rascó la barbilla. Esta era ancha, al igual que él. Media cerca del metro ochenta y pesaba más de cien kilos. Su cabellera estaba cortada al cuatro, igual que su barba. Y a pesar de su corpulencia no sudaba.
- Vivimos en un mundo curioso -. Le comenzó a explicar. - Ya sabes que ahí fuera todos vestimos igual, de este color azul. No sé por qué, pero es así y punto. No hay que darle más vueltas. Podríamos ir todos distinto, pero eso no cambia nada. Las cosas vienen como son y ya está.
"Vivimos en un mundo de armonía. Todo está en orden y en regla. Así debe de ser. Todos hacemos lo necesario por el bien común.
"Cumplimos las normas. Vestimos según lo dictado. Nos comportamos de la forma correcta. Hablamos sobre lo que hay que hablar. No pasamos las rayas que no pueden pasarse. Cumplimos con la obligaciones que tenemos marcadas para que todo funcione. Estamos educados para ello.
"Si un pilar de estos se rompe se va todo a la mierda. Y eso, amigo mío, eso es lo que has hecho tú.
"Has hecho todo lo que debías, pero has pensado por tu cuenta. No has cumplido cuando debías con tus obligaciones. Comías la comida asignada para un día cuando no tocaba. Las veces que has llevado barba lo has hecho al cinco en vez de al cuatro. No ibas a las reuniones que debías ir. Te duchabas por la noche en vez de la mañana.
"Decidiste llevar una vida solitaria en vez de contraer el matrimonio que tenías prefijado para mantener la sociedad.
"Has pensado de forma distinta a los demás. Eso es lo que has hecho. No has hecho nada. Ya no podemos reeducarte. Por eso estás ahí. Y aunque aprendas rápido... es imposible hacer algo.
"¿Qué va a pasar ahora? Nada, no va a pasar nada. Se te curarán las heridas y te cuidaremos. Te volverá a crecer el pelo y tendrás una dentadura nueva. Vivirás enclaustrado. Se te dará comida y una cama. Podrás pasear dos horas al día.
"Te han apaleado. Te han destrozado psicológicamente. No te han quitado nada de lo que tenías porque tú lo elegiste así.
"Podrías haber tenido todo lo que te prometía este mundo, pero decidiste darle la espalda. Por el egoismo de ser tú mismo viviendo al margen. Los demás también somos nosotros mismos. Pero somos como debemos ser.
"Tú no has hecho nada. No has hecho nada de la forma que deberías haberlo hecho.
"Tienes que estar agradecido. Ahora serás feliz siendo tú mismo.
"¿Ves? Así deben ser las cosas; incluso tú vas a ser feliz porque así lo hemos decidido. Lo hemos hecho por tí. Danos las gracias".
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