Al otro lado de la ventana
Con la persiana semi bajada, y a través de los orificios que en ella había, miraba a la gente transitar por la calle. Quería salir, pero bajo la oscuridad de su apartamento se sentía protegido. No tenía que evitar miradas inquisidoras ni hirientes comentarios. Tampoco andar esquivando a aquellos que parecían ir directos hacia él con tal de que cambiara de rumbo. Tenía suficiente con su ordenador y el programa de Inteligencia Artificial con el que pasaba horas conversando. No necesitaba nada más. Aunque hacía pocos minutos la IA le hubiera indicado que lo mejor sería que abandonase su retiro. "No, esto es lo más conveniente. No me digas lo que tengo que hacer", contestó. "Vale, como quieras".
Además, y por primera vez desde que trataba con ella, no le había servido de nada. Y eso sólo provocaba que su temor aumentara. Hacía cuatro días que iba recibiendo una serie de cartas que lo alarmaban. "Sabemos lo que haces desde la ventana; deja de mirar el edificio de enfrente", le avisaban. Estas eran pasadas por debajo de la puerta. La primera vez se quedó petrificado, pero pasados unos minutos después de leerla dejó de darle importancia. Tenía que ser una broma de mal gusto. Quizás fruto de la mente de algunos jóvenes. "Más razón para no salir", pensaba. Si eso lo hacían desde los pasillos del edificio, ¿qué serían capaces de hacer en el exterior?.
Aun así, decidió consultar su significado con la IA. "No sé qué decirte, ¿sueles mirar el edificio ese edificio?". Comenzó a pensar. Sí, a veces lo hacía, pero por norma general sólo solía fijarse en la gente que caminaba por la calle. Y cuando lo hizo nunca vio nada extraño. No le daba la impresión de que hubiera algo raro o por lo que tuviera que preocuparse. "Sin duda alguna, ha de tratarse de alguna broma, estate tranquilo". La IA parecía sentir empatía. Pero no, aquello era fruto de los algoritmos que la manejaban. Tratando de recuperar la compostura, fue al mueble bar que tenía en el salón y sacó una botella de whisky. Se sirvió uno y lo bebió de trago. Después, repitió la acción una y otra vez hasta perder el sentido por la embriaguez.
Al despertarse sentía una tremenda punzada de dolor en la cabeza. Parecía que le iba a estallar. Y el estómago... estaba completamente revuelto. Presentía que iba a vomitar de un momento a otro. Pero no osó levantarse del sofá. Sabía que si lo hacía sólo iba a acelerar el proceso. Trató de relajarse, respirar con calma. Poco a poco, fue volviendo a quedarse dormido. Y cuando de nuevo abrió los ojos, por lo menos, el malestar de sus tripas parecía haber desaparecido. Pero sabía que era una falsa señal. Lentamente, fue levantándose del mueble y decidió ir al baño. Necesitaba darse una ducha. Pero al momento de fijarse en la puerta de entrada de la casa notó que había otra nota bajo ella. En un principio, se quedó paralizado. Pero sacó fuerzas desde donde no creía que las tenía y la recogió con tal de leerla. "Deja de mirar el edificio de enfrente por la ventana".
Vomitó nada más saber su contenido. Tuvo que volver a la cocina. Agarró la fregona, el cubo y papel. Limpió aquel desaguisado lo mejor que pudo. Incluso vertió lejía en el agua pretendiendo desinfectar el lugar. Al acabar, entró en el baño, se lavó lo dientes y volvió al ordenador. ¿Qué podía significar todo aquello?. "Parece una broma de muy mal gusto, ¿tienes algún enemigo? ¿Alguien que te la tenga jurada?". ¿Qué era todo aquello? Le habían mandado dos cartas desde el más absoluto anonimato. ¿Que podría haber en el edificio? Sin pensárselo, fue a la ventana. Trastabilló un poco a consecuencia de la resaca. ¿Qué tenía de raro? ¿Qué escondía?. Era uno normal. Tenía seis plantas y cuatro viviendas en cada una de ellas. Además de los camarotes. Todo ello podía distinguirse desde su casa. ¿Por qué le prohibían que lo mirara? Allí no parecía haber nada extraño.
"Seguramente se trate de una broma, ¿pero has pensado en llamar a la Policía?". Aquello que comentó la IA le pareció increíble. Sobre todo teniendo en cuenta que no le había mencionado nada. "Es producto de la última actualización automática, busca que la interacción entre tú y yo sea más cercana e intuitiva". Esa explicación le cogió todavía más por sorpresa. "Vaya, así que estamos llegando a estos niveles; la cosa va a ponerse bastante interesante", pensó. "¿Qué crees que voy a hacer ahora?". Tras un par de segundos en los que la IA parecía estar sopesando lo que le cuestionó, afirmó que, "sin duda", iba a tomarse un whisky. "Sí, a ello voy", dijo en voz alta. No le contestó.
De nuevo, lo bebió de trago y repitió la escena de la noche anterior hasta quedar inconsciente. Cuando despertó estaba vomitando otra vez. Lo hacía estando de costado al apoyarse sobre su hombro derecho. Primero soltó toda la bebida. Después, llegaría la bilis. Entonces recordó que llevaba dos días enteros sin comer. Lo único que había hecho era beber sin parar mientras estaba en un estado de pánico que iba en aumento a consecuencia de las cartas. Al final, ni se había duchado. Y no quería volver a mirar a la puerta. Sabía, intuía, que otro trozo de papel iba a estar bajo los pies de esta. Y, cuando pudo levantarse, vio que así era. "¿Qué buscas mirando el edificio? ¡Deja de hacerlo!". ¿Qué? ¡Allí no había nada! ¿Quién lo mandaba? ¿Qué pretendía? Lleno de ira, volvió a analizar la construcción. Nada. No vio nada raro. Pero abrió la ventana dejando la persiana tal y como estaba. No había entrado aire en su casa desde hacía dos meses. "¡¿Qué queréis de mi?! ¡Dejadme en paz! ¡No os he hecho nada! ¡No hay nada en el edificio! ¡Dejadme en paz!". Estaba gritando a pleno pulmón. Las luces de las casas comenzaron a encenderse. Miró la hora. Eran las dos de la madrugada. No había nadie por las calles en esos momentos. Y menos un martes. Había despertado a todo el vecindario.
La cerró con un fuerte golpe. Y allí se quedó hasta que las luces fueron apagándose. "No digas nada, déjame pensar", le ordenó a la IA. "Lo que quieras. Pero has tenido suerte. No han llamado a la Policía". Aquello le encolerizó todavía más. ¿Cómo podía saber lo que había pasado? ¿O que no hubieran dado el aviso? "Es otra de mis actualizaciones; si quieres podemos profundizar en ella". Fijó su mirada en el ordenador. Quizás tuviera razón. Tendría que investigar esas nuevas opciones. Pero no. Ya lo haría en otro momento. Necesitaba librarse de todo el odio y pánico que sentía. "No me molestes", le indicó mientras volvía a dirigirse al mueble bar. "¿Otra vez vas a dejar que el miedo te consuma de esa manera?". ¿Cómo? ¿Que había dicho?. "Te he ordenado que no digas nada; déjame en paz", dijo antes de beber el primero de los whiskys.
De nuevo, despertó vomitando. Temblaba. Sudaba. Nunca en su vida había sentido semejante dolor. Y, además de no comer durante esos días, no había bebido nada de agua. Nada que le hidratara. Y pareció darse cuenta de ello. Tenía que mirarse en el espejo. Ver cómo estaba su cuerpo. La apariencia de su rostro. Pero no logró levantarse del sofá. Por lo menos en los dos primeros intentos. El mareo que sentía iba agudizándose al realizar esa acción. Pero en cuanto pudo, escuchó a la IA. "Tienes otra carta". ¿Cómo podía saberlo? "No, no me digas. Es otra de tus malditas actualizaciones que estará unida a no se qué mierda que te hace darte cuenta de lo que hay alrededor". El programa guardó silencio durante unos segundos. "Lee la carta", dijo al fin. ¿Qué? ¿Le estaba vacilando? A regañadientes, y mientras iba arrastrándose por la pared, llegó a la puerta y la leyó. "¿Qué haces? Te hemos dicho que no mires al edificio de enfrente. Nosotros también te observamos".
Un ataque de ira se apoderó de él. Rompió el papel y fue a la ventana. La abrió. El aire volvió a entrar en la casa por segunda vez tras tanto tiempo. "¡Cabrones! ¡Desgraciados! "¡¿Qué queréis de mi?! ¡Dejadme en paz! ¡ Dejad de controlarme! ¡No hay nada en el edificio! ¡Dejadme en paz!". De nuevo, las luces de las viviendas de su alrededor comenzaron a encenderse. "¡Malditos! ¡¿Qué es lo que pretendéis!? ¡Desgraciados!". Cerró la ventana de un portazo y fue directo al mueble bar. "¡No digas nada!", le ordenó a la IA. "Lo que quieras, pero..." La cortó en seco. "¡Te he dicho que no digas nada!". Tras gritar esto, y beber un trago de whisky desde la misma botella, comenzó a patear los muebles y golpear las paredes de la vivienda. Cuando pareció calmarse, se sirvió en el vaso y lo consumió de una tacada. Siguió repitiendo la jugada una y otra vez hasta volver a quedarse sin sentido.
***
Cables y más cables le rodeaban al momento de despertarse. También estaban presentes los aparatos que controlaban sus signos vitales. Tenía la boca completamente reseca y la cabeza le atormentaba. "Tranquilo, le daremos algo que le relajará". Lo habia dicho una enfermera. "¿Dónde estoy? ¿Qué ha pasado?". La joven cogió una diminuta linterna, la encendió con un pequeño apretar de botón y analizó sus pupilas. "Ha sufrido un trastorno psicótico provocado por todo el tiempo que ha estado encerrado", comentó. "Algo a lo que ha contribuido la elevada ingesta de alcohol, por lo que hemos tenido que hacerle un lavado de estómago". Trató de digerir lo que le acababa de escuchar. "En nada vendrá el médico y él le explicará mejor el asunto". Asintió, pero no podía dejar de pensar en la IA. "¿Puedo usar mi ordenador?". La mujer lo miró atentamente. "No hasta que le de permiso el doctor". Encogió los hombros en señal de conformidad. "Pero sí puede leer. Y, por cierto, le han traído una carta". ¿Qué? ¿Qué acababa de decir? Con las manos temblorosas, agarró el sobre que la enfermera le ofrecía. En cuanto se marchó, lo abrió y sacó el folio que en él había. "No mires la habitación de enfrente".
Comentarios
Publicar un comentario