VIDA
13/XII/2020
Siente su mente fresca y ligera.
Igual, tal vez, todo el peso
que venía acumulando
de él se ha deshecho.
Un lastre que olvida,
pero que sabe que está presente
a cada paso que ha de dar.
En ocasiones mira sus manos,
ahora grises por el polvo
y repletas de durezas.
Estas, por fin, consiguen descansar
mientras las aprieta
para calmar los calambres.
Siente temblorosas sus dos piernas:
son arqueadas por el peso
del pasar de los años.
Todo ese tiempo
leído en vida
donde los recuerdos se transcriben
en un libro aún por editar.
El aire se acumula en el pozo
de sus pulmones, profundo,
conteniendo la sustancia
que posteriormente habrá de expulsar
de forma pausada.
Ese sudor que recorre
cada parte de su cuerpo
desgastado, pero siempre con las fuerzas
a pesar de aquellos bailes
que da cuando pierde
un poco de su equilibrio.
La ironía que surge desde su sonrisa
le señala que lo de antes
construye el presente.
Unos cimientos que, para bien
o para mal, sujetarán el
edificio de los que vengan
detrás de él. Entonces se ríe.
"El pasado rige el mañana
de los que lo habrán de recoger".

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