VÉNDENOS, VÉNDEME

Anda; véndenos, véndeme

del Cielo su promesa,

del Infierno sus miedos

y la Eternidad

bajo unos Mandamientos

imposibles de alterar.


Define,

cataloga

lo que es bueno y malo,

lo amargo y lo dulce,

la Guerra Santa

y el sexo pecaminoso.


Acapara la expiación,

como si nadie

pudiera arrepentirse

o enmendar lo trazado

más allá del dictado

y directrices

que consideres

las más apropiadas.


Recurre al ostracismo,

a la barbarie

a la hora de imponerte

desde tus planteamientos,

no sea que los espejos

por reflejar den

las imágenes

de la complejidad.


Define,

cataloga

el globo de plano

sumiendo en un bucle

la prosperidad

que no encuentra los senderos. 


Venga; véndeme, véndenos

en alguna subasta

que va reemplazando al Dios

que diste forma

sin un remordimiento

por lo que dejaría atrás.


Crea, construye

un mundo ideal

más allá de la canción

de Disney que se centre

en tus propios miedos

profundos y cicatrices.


Y seduce

con palabras

rebosantes de encanto

sin apenas notarse

ese fin último

que se oculta finamente.

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