A vueltas con la prohibición de consumir comida ajena en un local hostelero

Un cliente reflejó una negativa reseña que tuvo contestación por parte del propietario

verne.elpais.com

Sin arriesgarnos a poner la mano en el fuego, la inmensa mayoría de ustedes habrá contemplado en alguna ocasión un cartel que señala la prohibición de consumir productos que procedan de un tercer negocio hostelero que no sea aquel en el que están, o podrían estar apunto de acceder. Incluso puede que lo atisbaran de pasada sin llegar a pisar sus instalaciones.

Si las dudas les inundan, hagan un poco de memoria. Sólo esfuércense un poco y verán que lo tienen en la punta la lengua, aunque en este caso sea de sus recuerdos. Pero centrémonos en el plato principal de esta historia como si fuera la vianda del día en vez del menú correspondiente a esta jornada en un restaurante cualquiera. Tengan en cuenta que con lo de "cualquiera" no estamos desprestigiando a ninguno, sino que nos referimos a uno de estos sin especificar su naturaleza e identidad.

Con tal de comenzar, diremos que recurriremos a una cuenta de X que, por las veces que ha sido tratada en este reducido espacio de internet, parece ser el centro de una obsesión que algunos podrían llegar a tildar de perniciosa. Nos referimos a 'Soy Camarero', tal vez por enésima vez, y como podrían haber imaginado si han tenido la osadía y paciencia de llegar hasta aquí, la publicación que trataremos versa sobre una reseña centrada en la imposibilidad de consumir algo procedente de otro lugar.

En ello y la correspondiente respuesta del propietario del negocio. Este, que es identificado únicamente como "Café Copas", parece impedir el consumo de pasteles cuya procedencia es del exterior. El autor, autora o autore del escrito, a quien además su identidad es mantenida en el anonimato, señala que eso mismo le "parece fatal" cuando uno se para "a tomar café" . Y más teniendo en cuenta que está ubicado "a lado de un negocio de pasteles superconocido" (sic). Según explica, le "soltaron" eso mismo "en vez de compartir".

Asimismo, advertía que la "próxima vez" pasaría "de largo". Ante está situación, añadía que se sentaría "en el bar de al lado". Este, partiendo de la descripción que daba, sí le permitiría lo comentado, incluso estando con niños, tal y como sería su situación en la jornada que habría tenido lugar el contexto que daba pie a su queja. He ahí que daba por finalizada su reclamación expresando que le parecía "alucinante" (lo escribe en mayúsculas y añadiendo el signo de exclamación final mientras omite el primero) y recurre al sarcasmo con tal de dar las gracias "por nada".

El propietario y su sensación de impotencia

Por su parte, el propietario da comienzo a su respuesta con un cordial "Hola!" (sic). A continuación refleja el motivo de esa prohibición. Este sería, "simplemente", que ellos también disponen de pasteles. Y continúa su exposición con la siguiente reflexión: "Si usted va a cualquier restaurante y consume comida de cualquier otro establecimiento pidiéndose solo el refresco le pasaría igual!" (sic). Esa parte de su escrito deja entrever cierta sensación de impotencia ante la posición de aquella persona que fue su cliente.

Ya al instante de dar por concluidas sus impresiones, realiza una loa a su imagen corporativa mientras alaba al personal que labora en ella. Esto lo lleva a cabo asegurando que estos "siempre" trasmiten ese mensaje; es decir, el que no se puede consumir productos ajenos al establecimiento. Esa acción se realizaría "con el máximo respeto posible". Llegados a este punto, y acercándose a la recta final de su alegato, declara que espera que "pueda comprenderlo". Tras esto, en su despedida, agradece la reseña y le manda "un saludo".



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