El sexo, su contaminación acústica y un lío en las reseñas hosteleras

Su naturaleza surrealista conduce a la perplejidad más extrema

welele.es

Vamos a tratar de que pasen un buen rato. Y con tal fin recurriremos a dos historias que, basadas en su anonimato de origen, provienen de sendas plataformas de la Red Social X que han sido plasmadas en multitud de ocasiones, con mayor o menor fortuna, en las líneas de esta ubicación de internet. Esas cuentas son, como ya viene siendo habitual, las de «Líos de Vecino» y «Soy Camarero».

Antes de nada, y previo paso a comenzar con la primera de las señaladas, indicaremos que ambas fueron publicadas hace exactamente dos días. La que abrirá la veda, cual caza de jabalís permitida por las instituciones con el propósito formal de controlar su población, versa sobre la contaminación acústica; en concreto, la ocasionada por una pareja en pleno apogeo de un encuentro sexual.

Partiendo de lo que podríamos entender como su moraleja, la titulan por "¡Qué viva el amor!"(sic). Aunque el resto de los vecinos sufridores del momento vivirían "mejor" si el asunto hubiera trascurrido "en silencio". Todo parece indicar que la concatenación de contra-argumentos comenzó con una nota. Esta estaba dividida en cinco puntos precedidos de un pequeño enunciado. Y decía lo siguiente: "Para los vecinos que han tenido la suerte de hacer gimnasia de pareja hoy a las 3:30 de la madrugada" (sic).

Por su parte, el aludido respondía con sarcasmo de la siguiente manera. Lo primero fue darle las gracias. "Sobre todo por el segundo punto, me ha subido mucho el ego... Hace mucho que no me hacían sentir así". ¿Pero qué expresaba exactamente ese epígrafe? Pues era lo siguiente; "¡Menudo ritmo! ¡Qué nivel!”. Previamente se preocupaba por su estado de salud con un "ánimo", además de desearles que les fuera leve "en el curro" ya que debían de estar agotados.

Incluso, ya en el tercer apartado de la epístola, se interesaba por el estado en el que podrían quedar los muebles. Nótese que las dos partes implicadas parecen tener una maestría en el uso del ya mencionado sarcasmo. Pero a lo que íbamos; les apuntaba que deberían separar estos de las paredes. Más que nada, por si no querían terminar pintando la casa. Y con tal de concluir su "felicitación", les dejaban "un caramelito". Ello porque la garganta, "a ese nivel y a esas horas", tuvo que acabar resentida "por lo que se escuchaba".

Volvería a quedar al día siguiente

He aquí que en su manuscrito, y tirando de una ácida cortesía, el protagonista afirmaba que podría comentárselo a cualquiera, "a ser posible del sexo femenino". Aunque tampoco le cerraba la puerta "a nada". Según explicaba, el motivo de esto era que mantiene "una relación abierta". Y lamentando las horas en que sucedió, le corregía detallando que, en realidad, había comenzado "a las once". Se le habría ido "de las manos".

Pero en todo este suceso también hay cabida hacia la solidaridad entre vecinos. Tal vez como si fuera una especie de donativo, y sobre todo teniendo en cuenta que comprendía su malestar, le dejaba unos tapones para los oídos. A esto le sumaba otro motivo. Básicamente era que al día siguiente había vuelto a quedar. Asimismo, añadía que compartía su postura. Por ello, y antes de finalizar con una posdata, el también expresaba un "¡Que viva el amor!" ¿Pero qué era aquello que anteriormente se leía en su escrito?. "Uno que no muerde su almohada y por eso grita".

Y a continuación, después de esos párrafos que podrían haber sido propios de una tesis sobre el uso del sarcasmo en su expresión más redundante, vayamos al siguiente apartado que nos atañe. Como ya hemos insinuado anteriormente, la ubicación y el propio negocio hostelero no están indicados llevando por título la siguiente expresión: "Magnífica respuesta". Asimismo, va acompañada, en cinco ocasiones, del emoticono que refleja el aplauso.

Una supuesta intolerancia hacia los niños

En concreto, el desconocido autor de la reseña comenzaba tildando al personal del local de "asco". Es de suponer que este arranque no sentará nada bien a la plantilla. Y menos al propietario, pues asegura que esa impresión empieza con él. Incluso, añade que esta persona "es intolerante a los niños". Y es que esta explosiva opinión concluía de una manera aún más tajante todavía. "Un verdadero desastre", resumía sin más dilación, tal vez haciendo gala del uso de la expresión que afirma que "menos es más".

Y claro, desde esa niebla de localización que se nos presenta hacia esa simple y catártica nota, su contraparte tenía que estar a la altura de las circunstancias. Lo primero de todo fue señalarle que no es "intolerante" hacia los niños, pues tendría dos hijas de 3 y 4 años. Sin embargo, sí se definía como tal ante "la mala educación de los padres". Según afirmaba, uno que fuera coherente no permitiría que su vástago andara "con una bici en un local de comidas".

Recordando que para ello están los parques, inquiría en que "es muy fácil sentarnos a tomar cervezas y despreocuparnos" de los más pequeños. Aún así, y tirando de un formalismo que rezumaba ironía por cada uno de sus presumibles poros, le deseaba que tuviera "un buen día". Como pueden observar, las dos historias que les hemos acercado disponen de una naturaleza que hasta se podría catalogar de surrealista. Pero ya que estamos en el asunto, ¿se han visto ustedes en alguno de los lados habidos en estos cuatro supuestos que han podido leer?



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