El periplo de las termitas


inarquia.es

02/II/2018

Las termitas empezaron por el tejado. Tal vez la madera era de mejor calidad. Quién sabe. Disciplinadas, obedientes, irracionales, comenzaron a alimentarse lentamente. En poco tiempo, más rápido de lo que suele ser habitual en ellas, acabaron.

Siguieron bajando poco a poco. Cuando comenzaron con el cuerpo del edificio levantaron la vista. Advirtieron que el mundo que habitaban, la Tierra, debería de ser plana. Se hizo la luz y les cegó. Fue una revelación.

Se quedaron allí, inmóviles, contemplando la distancia. El mundo nuevo que habían descubierto. Varias se fueron a explorar. Las demás siguieron allí, con sus quehaceres, esperando las nuevas de lo descubierto. Las aventureras nunca regresaron.

Siguieron alimentándose del cuerpo del edificio mientras la leyenda de los marchantes se acrecentaba. La Tierra seguía siendo plana, sobre eso no había duda. Hasta que no volvieran no habría nuevos descubrimientos.

Pasado un tiempo llegaron a los cimientos. Habían transcurrido varias generaciones desde que la expedición partió y no había habido noticias sobre ellos.

Mientras descubrían el suelo que abrigaba los cimientos del edificio llegaron a la conclusión de que la Tierra, plana como era, se encontraba bajo una cúpula que la protegía. Debajo de ella, el subsuelo. La Tierra debía de flotar en algún sitio. Decidieron mandar otra expedición. Esta tampoco regresaría.

Dos expediciones, nuevas leyendas, los mismos principios existenciales. Los cimientos estaban a punto de ser consumidos. Llegados a este punto, las termitas, viendo su mundo peligrar, advirtieron que se acercaba el fin del mundo, su Apocalipsis. Otra revelación.

Decidieron dividirse en tres grupos. Cada uno de ellos marcharía en una dirección. Todos con sus conocimientos y experiencias. Sin saber nada del mundo exterior partieron.








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