PETULANTE
Océanos que parecen abrazar
desiertos mientras estos
se encaminan a sus orillas
deseando conocerse
como si se fuera a
terminar el mundo.
Y lo hacen sin mascarilla
ante su falta de temor
a contagiarse por lo petulante
que van dejando atrás
o se cruza en su camino.
Aunque el olor
que impregnado se queda
puede llegar a sentirse
en enormes distancias.
Imaginaron construir un bastión
que de ello les protegiera,
pero descartaron la idea
ante el temor de quedarse sordos.
Porque todo
ello sería reemplazar
esas mismas posiciones
adoptando sus formas.
Y es que ya hay bastantes almas
sufriendo esos sentimientos
para que la naturaleza forme
parte de las formas
que conforman al mezquino.
La falta de costumbre en escuchar
a lo que dicen los otros
estará siempre continuada
en actos que silencien
trayendo la lacra
de un pestilente olor.
Por ello abren las ventanas
con tal de no volverse en el censor
que construye a golpe de dictado
un mundo más que artificial.
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