LA OPACIDAD DE LA IMAGEN

Anúnciate. Que se te vea

ofreciendo alguna imagen.

No importa que ese no seas tú.


Pero habrás de crear esa luz 

con tal de conseguir crecer...

y que se vea tu figura.  


El caso es que te conozcan. 

Pero no de forma personal. 

Eso no habrá de ser pertinente;

Y es que, incluso, es contraproducente. 


También lo que les ofreces. 

Ni por qué será excelente.

La base es el aura que te rodea

y que con destreza edificarás. 


Y ruégale a la fortuna,

en un altar si lo quieres, 

que se presente Belcebú.


Entonces siente el ímpetu

mediante el cual te concede

eso que tanto deseabas.


Ya tienes tu imagen.

Se aleja completamente de ti,

si es que de ello algo se guarda. 

¿Dónde estará tu corazón?


¿Conservas algún trocito

de aquello que sería tu alma?

Intenta recordar si el color gris

era tan latente. 


Y es que luciendo esa imagen

olvidaste aquello que eras,

lo que se escondía en tu interior. 

¿Qué harás?


Canta,

o quizás reza. Tu calor...

que vuelva a ser una llama

iluminando el paisaje. 


Y no vuelvas a olvidar quién eres.

Lo que una vez fuiste

por querer ser una imagen. 

Por ser una simple estampa. 


Por ser el que más brillara

entre el sentir de la gente. 

Y es que nunca es tarde 

con tal de recordar lo que fuiste


al ser un niño

libre de la codicia,

sin importarle 


lo que se dice

y que después actuara

por el designio


de todo ese eco

que luego le empujaría 

hacia la imagen


de los desdenes

que da la indiferencia

al ser opaco.

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