"El Gran Dictador" en tiempos de pandemia
28/IV/2020
¿Cómo hubiera sido el discurso de Chaplin si su película hubiera vivido los tiempos del CoVid?
elantepenultimomohicano.com
“Esperanza. La esperanza es ese amanecer que se ve aunque no se pueda observar. Es como esa Luna reflejada en las aguas de un lago. Es un anochecer con su Sol rojizo ocultándose tras unas montañas mientras su luz sigue iluminando lo que le rodea cuando la Luna observa todo eso con la misma ilusión de la primera vez que lo contempló. La esperanza es esa magia palpable en la realidad. Por ese motivo no puedo ser, no quiero ser Emperador.
Porque supondría verlo desde un prisma privilegiado ajeno a los que dicen están por debajo de mío. ¿Quién soy yo para ser superior a ellos? ¿Quiénes son ellos para estar debajo? ¿Qué rocambolesca situación histórica nos ha colocado en esta situación? ¿Por qué no pueden ver todas esas situaciones en las mismas circunstancias en las que yo las hago? Por eso, por ese motivo, ni puedo ni quiero ser Emperador.
El Ser Humano nace desnudo e indefenso, rodeado de dolores. Tanto para el naciente como para la persona que lo pare. Nace conociendo solo las necesidades que le pide el cuerpo para poder desarrollarse correctamente.
Estas son el hambre, el cual le indica que necesita los nutrientes necesarios para ir creciendo de forma paulatina, y el sueño, la necesidad de dormir para que su cuerpo, sobre todo su cerebro, se desarrolle gracias a los nutrientes que le aporta la persona de la cual ha evolucionado desde una minúscula célula hasta convertirse en ese complejo Ser que necesita de todo el cuidado de los que están a su alrededor. Incluso recibe su primera “vacuna” frente a las enfermedades mediante el alimento.
Ese Ser no conoce la malicia, no sabe de egoísmo, no entiende de fronteras. Solo ve que el mundo gira alrededor suyo. No sabe de economía. No ha vislumbrado los cimientos en los que se basa la sociedad. No imagina que otro Ser igual a él, que ha nacido en unas fechas similares, tendrá más beneficios y comodidades por su “rango social” o que otro estará completamente desamparado por la escasez de recursos que rodea a su familia y el sitio donde le ha tocado venir a este mundo. Este es el motivo por el que no quiero ni puedo ser Emperador.
A medida que vaya creciendo se le irán inculcando valores. Tanto por parte de su familia como de la sociedad. Son valores con los cuales irá luchando en su día a día cuando el mañana le llame para caminar en la vida de los adultos. Verá las diferencias del mundo, entre las clases sociales, entre ciudades, barrios. La diferente forma de discurrir entre las personas. Le sorprenderá, incluso, los diferentes puntos de opinión entre sus más allegados, ya sean sus familiares, amigos, compañeros de trabajo o parejas.
Observará las diferencias entre los distintos países. La riqueza de unos, la pobreza de otros; la forma en la que unos subyugan a otros para beneficiarse de ellos. Se sorprenderá al descubrir que muchos de estos fueron colonias de otros Estados y que consiguieron la independencia, pero que tras conseguirla se sumergieron en luchas internas que solo sirvieron para seguir siendo explotados y esclavizados por poderes que están a miles de kilómetros de distancia con el beneplácito de unos dirigentes con los bolsillos llenos gracias a su sudor y su sangre. Este es uno de los motivos por los que no puedo ni quiero ser Emperador.
Puede que la esperanza y las ganas de luchar aumenten cuando descubra todo eso. Pero también puede que afloje. O aflore y arraigue con mayor fuerza, en el momento en el que descubra la perversión del sistema en el que vive. Cuando descubra su falsa modestia no solo reflejada en los más altos pilares de ese mundo en el que le ha tocado vivir, también personificada en el mundo de la gente común.
Verá con horror, con pavor, que esas características descubiertas en ese juego que se ha dado a llamar “geopolítica” se da también en las calles por las que camina jornada tras jornada. Esto se traduciría en individuos que se aprovechan o esclavizan a su vecino para conseguir un beneficio a costa de otros sin importarle lo que le ocurra, traiciones aprovechándose de los corazones o las amistades, violaciones no solo físicas, también psíquicas que buscan convertir a un Ser Humano en una simple marioneta a manos de otro que puede hacer con ella lo que más le convenga.
Observará la forma en la que la supuesta “superioridad” de unos logra que esos a los que consideran “inferiores” se traduce en el derrumbe psicológico o la falta de autoestima. Por eso mi elección es la de no ser Emperador.
El ser Emperador lleva una clausula implícita que empuja al que lo lleva a estar alejado de las personas que llaman el “vulgo”. Por mucho que se acerque a ellos siempre va a estar a miles de años luz de distancia. Por eso renuncio a mi título de Emperador, porque me convierte en alguien con el título de “especial” cuando he venido a este mundo como el resto de los mortales. Porque no puedo representar a una sociedad alejada de la naturaleza que se comporta todavía de forma más extrema que ella misma.
Esos impulsos de dominación y canibalismo entre sus integrantes son más fervientes en ella que en esas sociedades primigenias que siguen habitando el planeta y parecen entender muchísimo mejor la palabra solidaridad aunque no tengan una en su vocabulario para referirse a ese concepto. Por eso no quiero ser Emperador ni que haya más con ese mismo título u otros similares, aunque sean de más o bajo rango. Hasta los “intocables” tenemos rangos en eso que nos hace “infalibles”.
Pero la esperanza es algo que no cesa ni cesará nunca. El Ser Humano, a pesar de todo, ha conseguido unos progresos inmensos. Unos progresos que son increíbles, esa es la verdad, pero esta sociedad es inmadura igual que la reacción de un niño pequeño cuando otro le arrebata su juguete. Uno llora porque le han arrebatado algo que considera suyo, el otro se lo ha quitado porque el primero tenía algo que él no.
Finalmente aprenden a jugar entre ellos y a compartir, aunque entre medias tengan lugar multitud de escaramuzas, algo que el Ser Humano entiende pero no lo aplica por interés. Sus élites son igual que el matón del instituto, se aprovechan de los demás para imponer un Imperio de Terror del que solo se beneficia él y unos pocos mientras los demás viven atemorizados. Y si de paso se consigue hacerles serviles se les gratifica con una pequeña porción de fuerza y beneficio, pero siempre bajo su estricta voz de mando. Este es el motivo, por esta causa no quiero ser Emperador.
Además, en estos tiempos de confinamiento que corren parece que todos somos iguales frente a ese “bichito” que anda pululando por ahí. Podría ser así, pero no lo es. Parece que este virus proviene de otras especies animales. Y digo de “otras” porque el Ser Humano no deja de ser una especie animal que vive alejada de la naturaleza. Esta parte de la Humanidad, esa parte que tenemos el privilegio de vivir tan cómodamente, mediante su intelecto, ha introducido la naturaleza en sus ciudades y pueblos para así conservar lo verde que ha ido dejando atrás y, de paso, dar un poco de aire fresco a las colapsadas atmósferas de sus urbes.
Pero como especie hace mucho tiempo que estamos alejados de la naturaleza. Cuando estábamos en contacto con ella y empezábamos a usarla para beneficio propio, los únicos animales que teníamos domesticados eran los ascendentes de lo que hoy conocemos como perros. Luego vendría el ganado, los gatos,...
El único contacto que teníamos con otras especies, exceptuando las domésticas, era cuando partíamos de caza. Todo esto, la ganadería, junto a la agricultura, empujó al Ser Humano al sedentarismo, a que se crearan los primeros poblados, pueblos, villas, ciudades,.. Lugares donde se podía llegar a convivir con los distintos animales.
La masificación o el aumento de la población fue aumentando con el paso de siglos. Todo ello generaría una gran cantidad de desperdicios, tanto por los restos de alimento o de desechos orgánicos provenientes de los Humanos y de los animales. Un Verdadero foco de enfermedades. Poco a poco, junto a las ciudades se fueron creando los alcantarillados. Pero esto iba emparejado a la riqueza y de los distintos pueblos y épocas, muy famoso es el antiguo sistema de alcantarillado romano, el cual todavía se puede observar, o el también famoso y desagradable sistema de tirar por la ventana los residuos orgánicos en tiempos de la Industrialización.
El Ser Humano residiendo en sus ciudades es un verdadero criadero de enfermedades. Y si a eso le sumamos la contaminación, desastres ecológicos, mutaciones por esto último o radiación,… Es un precio que pagamos por evolucionar al margen de la naturaleza olvidándonos de ella.
¿Y qué hacemos para combatirlo? Parece que lo primero que debemos hacer es quedarnos en casa. Pero aquí radica la cuestión, no se trata de obedecer, se trata de usar el sentido común. Todo está parado, prácticamente todo. Hay una gran trampa a la hora de invitarnos o aconsejarnos a quedar en casa. Mientras estamos en ella parece que todo sigue adelante y observamos los esfuerzos de muchos para salvar vidas, limpiando las calles, hogares, oficinas, trabajando en distintos establecimientos como supermercados, estancos, también distintos fuerzas policiales en las calles,... todo está a ralentí.
¿Ha actuado bien el Gobierno y los distintos estamentos autonómicos, provinciales y locales? No, la respuesta es no. ¿Y la oposición? Por supuesto que no ¿Han hecho algo bien? Sí, actuar de forma cainita, sobre todo a nivel central, tirándose los trastos a la cabeza para ver quién pega más duro, sin colaborar entre ellos y olvidándose del problema de un Sistema de Sanidad desmantelado y de los chanchullos del Rey Emérito, de los problemas de escasez de mano de obra obra en el campo, de los accidentes laborales, de las zonas de hambruna padeciendo también la enfermedad siendo más olvidados que nunca,…
Y una economía que se va al traste con la obligación de volver a endeudarse frente a Europa y, por cierto, parece que esto es algo parecido a lo que han pedido las autonomías al Gobierno Central y este le has negado, pero vete a saber…
Y aquí radica el quid de la cuestión. Un nuevo rescate. Un rescate parecido al de la banca hace unos años. Solo falta ver en que condiciones se haría. Un rescate que solo beneficiará a unos pocos, a esos que se creen el motor de todo y olvidan que el verdadero motor de la economía no son ellos, sino la gente de a píe, esa que sabe, intuye u olisquea que, como siempre, serán ellos los que paguen otra vez todo el percal.
Pero queda la esperanza de que después de que todo esto finalice, aunque parece ser que todavía estamos a la espera de un segundo rebrote pandémico, el Ser Humano recupere la esperanza y vuelva a creer en sí mismo, que recuerde la naturaleza y a sus hermanos que tiene repartidos por el planeta.
Y por qué no. La esperanza de que los Emperadores abdiquen y dejen de lanzar proclamas mágicas ante situaciones excepcionales. Que la lejía es para lo que sirve, no para eliminar a los tontos de una nación mediante la eugenesia. Por eso no quiero, por eso no puedo ser Emperador, porque siempre hay esperanza.”
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