Saruman y su perspectiva ante una reunión con los Istari
Aquel viaje le estaba destrozando. Y no era por el hecho de recorrer miles de kilómetros sobre aquel caballo (algo que, por cierto, hacía estragos es sus sangrantes hemorroides), sino por tener que abandonar su confortable morada y encontrarse con unos magos que, en su fuero interno, no soportaba desde hacía mucho tiempo. Aunque lo de Gandalf lo llevara con entereza. Incluso con humor. Lo veía de vez en cuando. Y cuando sucedía se entretenía dándole de beber un poco más de lo necesario. Aquello hacía que al de las grises barbas le diera por bailar una estrambótica danza que le recordaba a la del Sombrerero Loco.
Respecto a los dos Azules se congratulaba con la idea de que estuvieran en lugares inhóspitos y perdidos de la Mano de Ilúvatar. Su misión les llevó a parajes tan lejanos que pensar en que pudieran fallar en su cometido le daba paz. Y por qué no decirlo: agrandaba su ego y le sumía en un reconfortante orgasmo. Pero lo de Radagast... aquello no tenía nombre. ¿Cómo osaba ser un Istari cuando lo único que hacía era fumar una pasta que sacaba de los monguis que salían en los alrededores de su cabaña? Los colocones que agarraba no eran de este mundo. Y esto le originaba una extraña verborrea sólo comparable a la Lengua Oscura que Melkor creara en su momento y que, con el paso del tiempo, Sauron fuera empujándola hacia una evolución ininteligible. Menos mal que apuntó todos aquellos detalles.
Pero esa rabia aumentó al ver la señal que indicaba que únicamente faltaban dos kilómetros con tal de arribar a su destino. Este no era otro que "La Taberna del Unicornio Trepanador". Se trataba de un negocio familiar que había pasado de generación en generación. En aquellos días lo regentaba Asedio Mantecona, el tatatatatatatatatarabuelo de Cebadilla, quien por un acuerdo intergeneracional pudo bautizar el local como "El Pony Pisador". Aunque de esto nada hubo intuido Saruman. Había encontrado un Palantir hace poco, pero justo cuando iba a mirar su "Libro de Instrucciones" recibió el aviso de la reunión. Así que no le dio tiempo a escudriñar a través de él y hacerse una idea de lo que el futuro podría deparar. "Por lo menos", pensaba, "y con un poco de suerte, podré tomarme una cervecita sin que nadie me de la murga". Por desgracia, su gozo cayó en saco roto. Nada más llegar notó que el burro con el que últimamente Radagast se desplazaba estaba amarrado junto a la entrada. "Maldita sea mi estampa", rumió El Blanco desde sus entrañas.
Así que, tras analizar la zona, decidió dejar su montura en la parte de atrás del negocio. Allí había una pequeña ventana por la cual podría mirar el interior. Y, al hacerlo, le pareció que El Marrón no estaba. "Bien, estará en algún prado dedicándose a sus colocones. ¡Joder! ¡Que le aguante Gandalf cuando empiece a parlotear sobre gorriones, conejos y caracoles! ¡Qué tío más «pesao», la ostia!". Visto lo visto, decidió entrar y dirigirse a la barra. Asedio estaba en ella con un porte imponente que le produjo náuseas. ¿Es que no sabía lo que era la higiene? No era que estuviera sudado, sino que iba con una camisa de tirantes que en algún tiempo llegó a ser blanca. La fragancia que sus sobacos emanaban se dejó sentir desde el momento en el que allí puso los pies. Conteniéndose las ganas de vomitar, decidió que con su pipa fumaría un poco del tabaco mentolado que les confiscó a unos orcos que tiempo atrás se pasaron de la rosca. "Es lo único de interés que producen los «mierdecillas» esos", bramó en su mente. "Ponme una cerveza y unos frutos secos, pero que lo sirva tu ayudante", le indicó a Mantecona originándole un gesto de espasmo de eyaculador precoz. Cuando pusieron su pedido frente a él se dirigió a una mesa que había en la oscuridad, al fondo del local.
"A ver si puedo estar tranquilo un ratito, ¡Mierda de elfo satánico y castrado! Las malditas hemorroides me están «porculeando» vivo", murmuró por lo bajini. Pero este acto fue suficiente con tal de que Radagast le oyera y fuera a encontrarse con él. "¿Qué pasa, bro? Pues tengo un remedio infalible a base de «puto» semen de babosa y cagarruta de paloma estreñida; es «fucking» mano de santo", le soltó provocando en El Blanco tal bote que al caer casi parte el taburete. "¡¿Cómo...?! ¿Por dónde coño has entrado?", quiso saber. "¿Pues por dónde va a ser? Por la misma «fucking» puerta que tú, bro". Suspiró y le exigió que dejara de hablar igual que Mauricio Lladós, un trovador que era conocido por su forma de expresarse y la capacidad que tenía con tal de atraer a las masas. Haciendo de tripas corazón, le pidió un poco del remedio hacia sus males. "Toma, bro, el primer «fucking» bote es gratis. Acaríciate con mucho mimo la sebosa zona cinco veces al día".
En estas, llegó Asedio con su ayudante. Iban cargados con 10 jarras de cervezas y tal cantidad de aperitivos que podrían parar un ejército de carromatos. A medida que iban acercándose, la gente se apartaba por el candoroso elixir que emanaba el Mantecona. "No entiendo por qué hay gente que no quiere trabajar de esto; si es facilísimo y un oficio con salida", comentó a la par que la aceitosa panza rozaba el hombro de Saruman. "Es de parte de aquellos dos que dicen que en nada se unirán a vosotros". Al levantar la mirada observaron a un individuo completamente rapado que vestía con una túnica naranja que parecía la de los Hare Krishna. El otro portaba un traje impoluto y cargaba un libro. ¿Sería un testigo de Jehová? ¡No podía ser! ¿En serio eran los Azules? ¿Iban a ser ciertos los rumores de que habían fundado aquelarres religiosos con tal de dinamitar la influencia de Sauron? "Queremos daros una buena nueva", comentaron nada más sentarse. "Vamos a casarnos y estáis invitados a la boda. Gandalf está atando algunos cabos del enlace, pero enseguida llegará. Es un trámite sin importancia", señalaron. "¿Y no podíais mandar algún águila con la invitación? Sabéis que no puedo desplazarme muy lejos", protestó Saruman. "¿De verdad? ¡Alegría, alegría! Tomad este potingue, pero no lo uséis hasta la «fucking» noche de bodas. Los fuegos artificiales de Gandalf os van a parecer una «fucking» tontería", soltó El Marrón. "Hemos abandonado toda química, ya sea natural o artificial. Pero en esta ocasión haremos una excepción y le sacaremos provecho", agradeció la pareja.
"Venga, chavales, ya está bien de tanta cháchara. Estamos aquí para celebrar como si no hubiera un mañana". Era la voz de Gandalf. "¿De dónde coño ha salido?", pensó El Blanco. "Llegas tarde", le reprochó. "Un mago nunca llegar tarde, lo hace en el momento justo", contestó El Gris. Entonces, reclamó la presencia de Mantecona y le pidió que preparara el mejor asado que tuviera en la carta. "Y toma este ungüento; la gente seguirá apartándose a tu paso, pero saldrán flores por los lugares que pises. Pero no lo uses hasta que nos vayamos". Saruman encolerizó. "¿Me estás diciendo que tienes la posibilidad de evitarnos este olor a podrido y que, sin embargo, vamos a tener que aguantarlo?", le dijo con una furia endiablada. "Todo tiene un porqué, mi querido Señor del Concilio Tabernil. Pero eso lo sabrás a su debido momento. Tal vez dentro de un mes, o un año. Quizás siglos, pero tarde o temprano lo sabrás".
- Demonio testarudo y desgraciado. ¡Todo el día hablando con parábolas y metáforas! ¡Eres incorregible! ¡Normal que siempre estés de aquí para allá! ¡A veces no hay manera de soportarte, joder!
- Bien, bien. Suelta todo el veneno que hay en tu interior. Pero ahora dispongámonos a comer. ¿Quieres bendecir la mesa?
Aquello hizo que el orgullo de Saruman volviera a agrandarse. Además, ¿quién sino podría presidir aquella liturgia? Nadie. Nadie más que él. Él era el más indicado hacia aquellos menesteres. Y aquel que osara usurpar su posición caería en desgracia por el propio peso de la desfachatez de su acción. Se levantó y procedió a decir las palabras correspondientes.
- Hermanos, estamos aquí por la gloria de nuestra misión. Un cometido que nos ha de llevar por caminos insospechados. En él habrá de haber alegrías, tristezas, rabia, impotencia, camadería... Y, aunque separados, habremos de permanecer unidos y fieles al papel que nos han otorgado.
"Desde mi posición de voz enérgica y liderazgo, puedo prometer y prometo que la desempeñaré hasta el último aliento. Y si para ello tenemos que hacer una pequeña parada como la que hoy estamos haciendo... que sea siempre bienvenida.
"Y más teniendo en cuenta lo que nos ha movido a reunirnos, aunque haya sido una sorpresa para muchos de nosotros. Por fortuna, la influencia de Melkor personificada en Sauron está siendo retenida. Pero debemos estar siempre atentos. Además, tenemos que tener presente que en los Días Más Oscuros cualquiera de vosotros dos habría tenido que someterse al Derecho de Pernada. Es lo que tiene la condición que habéis elegido. Es algo que ni me va ni me viene, pero no está de más recordarlo con tal de tener siempre palpable el papel que nos han concedido.
"Por lo tanto, en vuestro honor, en el de las generaciones pasadas y futuras (y de todas las batallas que hemos peleado y nos quedan por combatir)... llenemos nuestros buches en paz hasta que vomitemos y volvamos a empezar esta bacanal que habrá de ser fructífera en lo espiritual y terrenal.
"Hermanos, va por vosotros. Y por todos los habitantes de la Tierra Media. Comed y bebed hasta reventar en nombre de estos dos valerosos contrayentes que unirán sus caminos de una manera más profunda.
"Salud, y que aproveche".
***
A la mañana siguiente no sabía qué le molestaba más. Si la resaca o las ardientes hemorroides que parecían pedirle a gritos el ungüento de Radagast. Tras tomar una infusión de perejil ahumado se roció la pomada que le dio El Marrón. Las inflamaciones parecieron calmarse y sintió un instantáneo placer. Su voto de castidad le hizo emplear toda su energía en lograr que aquella incipiente erección no fuera a más.
Por lo menos, estaba solo en aquella habitación del "Unicornio Trepanador". Era el momento idóneo con tal de investigar cómo funcionaba el Palantir. Pero, de repente, notó que no había traído el "Libro de Instrucciones". Armándose de valor, y mientras se cagaba en todos los espíritus que en Arda le precedieron, decidió sacar aquella bola y sumergirse en sus imágenes. "A ver si hay suerte y me muestra algún baile erótico de Galadriel".
Pero, en lugar de ello, una sombra oscura apareció. Su figura era imponente, enorme y grotesca. Irradiaba un oscuro mal y unas tremendas ansias de control. Sin duda alguna era un Maiar. Pero estaba corrompido. Y le faltaba un dedo. "Vaya, así que tú eres Sauron. ¿Qué es lo que deseas?"
- ¿Acaso todavía no lo intuyes? Parlamentar.
- Bien, eso suele dárseme bastante bien. Pero, antes de nada, has de saber que mi voz es muy difícil de vencer. Casi imposible.
- Y tu orgullo es aún más grande que aquel que brota del Monte del Destino...
- ¿Habría alguna otra forma de ser el líder del Concilio Blanco y los Istari si no fuera por ello?
- Podrías ser más poderoso...
- No me interesa el poder.
- ¿Y ocupar mi lugar?
- ¡Nunca¡ ¡Eso jamás!
- Ya lo veremos...
Tras decir esto, su mano fue alargándose con el propósito de agarrarle. Con mucha fuerza de voluntad, Saruman rechazó aquella embestida y logró tapar el Palantir con un trozo de tela. "Bueno, la cosa irá de este modo. Pasaré completamente de Sauron. Pero lo primero es lo primero. He de lograr ver a Arwen bañándose en los ríos de Rivendel. Será como matar dos pájaros de un tiro. Que le den a Radagast y a su jodida naturaleza. Y cuando llegue a casa ya veré cómo le saco más partido a este nuevo juguetito".
Comentarios
Publicar un comentario