"¿Sabes quién es Armin Meiwes?"
- ¿Estás seguro de lo que quieres hacer?
Lo dijo mientras le ofrecía una copa de vino. Él ya estaba completamente borracho y no podía dejar de contemplar sus piernas. Estas eran duras, largas y redondas. Un viejo niqui que llegaba hasta su cintura le cubría la parte superior del cuerpo. Por lo tanto, también podía observar su oscura ropa interior. "Sí, por eso estamos aquí", le señaló desde la silla en la que estaba sentado.
- Bien, entonces tendré que atarte las manos. El fuego de la cocina está encendido. La salsa y las especias... preparadas. Pero de sobra sabes que su tamaño será reducido cuando lo prepare.
- Da igual. Llevo esperando este momento muchos años. Menos mal que nos conocimos.
- Ya... Espera un momento. Da otro trago al vino. Los somníferos que le he echado harán que no sientas dolor.
- Es una lástima que así sea. Me hubiera encantado disfrutarlo. Pero sin ello creo que esto sería imposible.
- Dame un momento. Voy a afilar el cuchillo. Vuelvo enseguida.
***
Cuando se conocieron lo hicieron en una cafetería. El ruido que en ella había permitiría que nadie les escuchara. Habían quedado a través de un chat habido en la Deep Web después de conversar durante dos semanas. Allí podían hablar tranquilamente de todas las fantasías que tuvieran. Y en su caso no fue distinto, aunque todavía no le había contado la suya.
Nada más llegar le pidió una cerveza al camarero. Tenía que calmar los nervios fuera como fuera. Además, se había adelantado 10 minutos. Le preguntó por la mesa que tenían reservada. El joven de detrás de la barra la señaló y fue allí llevando el trago después de darle las gracias. Una vez sentado le trajo unos frutos secos. Encendió un cigarrillo y miró la televisión. Estaban dando un programa de música, pero esta no correspondía con la que sonaba en el local.
De pronto, le tocaron el hombro. "¿Eres León76?". Ese era el nombre que usaba en el chat. "Sí, ¿y tú Garzadeluna4?".
- Así es, ¿puedo sentarme?
- Adelante, por favor.
Delante de él descubrió una mujer de unos 45 años. Era morena, de pelo liso, ojos marrones y una tez pálida. Parecía que no había tomado el sol en mucho tiempo. Aún así, las ojeras que tenía le daban un más que agradable encanto. Su perfume era profundo, dulce y embriagador.
- Veamos, vayamos directos al grano. ¿Qué sería exactamente lo que querrías hacer?
- ¿Así? ¿Sin más?
La fémina suspiró en un claro signo de resignación.
- Sí. Así, sin más. Pero te adelanto que el precio son 15.000. Si lo que me propones me parece demasiado extravagante la tarifa será mayor. Esto es un negocio oscuro y turbio. Y no podemos correr riesgos.
- ¿Llevas mucho tiempo en esto?
- Como hagas una pregunta más cojo y me voy. Y eso no será lo peor. Te puedo asegurar que en cuanto salga por esa puerta te darían una paliza que te dejaría en el hospital durante meses. Así que ve al grano. Por tu bien y seguridad... se rápido y conciso.
Tragó saliva al escuchar esto. El tono de voz de la mujer era frío y carente de sentimiento alguno.
- Quiero... quiero que me cortes el pene con tal de comérmelo después. Tengo la receta preparada. ¿Sabes cocinar?
- ¿Sólo eso? Vaya, pensaba que me pedirías algo más complicado. Pero es bastante arriesgado. Luego habrá que llevarte a Urgencias con todo el riesgo que conlleva. Imagino que no querrás perder la vida.
- Eso es...
- Bien, pues serán 30.000. Me darás 10.000 ahora, otros tantos cuando llevemos a cabo la operación y el resto al salir del hospital. Me encargaré personalmente que no te falte de nada el tiempo que estés ingresado. Aunque si quieres que después te hagan una reparación serán otros 10.000. Haz la cuenta de lo que sale.
El hombre quedó en silencio.
- Si te niegas, o echas para atrás, de la paliza no te librará nadie. Más que nada para que no hables. ¿Has entendido?
- Sí, creo que sí...
Apartó la mirada y cogió su cartera. Tenía 15.000 encima. Le dio la cantidad estipulada.
- ¿Cuándo quieres hacerlo?
- Cuanto antes mejor. Así que salgamos de aquí y ve a sacar lo que toca. Aunque te aviso. Entrarás en un coche e irás con los ojos vendados. Y nada de abrir la boca. Salgamos de aquí cuanto antes. Lo que antes empecemos antes se acaba.
***
Todo le daba vueltas. Tenía la vista nublada y no sentía el cuerpo. La mezcla de alcohol y somníferos había hecho efecto. Ella estaba delante de él con el cuchillo en la mano. Le pareció que tenía un curioso brillo en los ojos.
- ¿Sabes quién es Armin Meiwes? Le llaman "El Caníbal de Rotemburgo". Todo esto me recuerda a él.
- No, ni idea.
- Bueno, cuando estés ingresado tendrás tiempo de sobra para saber su historia. ¿Estás listo?
- Sí.
- Bien, vamos allá.
La mujer cogió una banqueta y la puso delante de él. Sus manos eran finas y esbeltas, al igual que sus largos dedos. Con la izquierda agarró su flácido pene y lo estiró. En la otra portaba el cuchillo. Con un suave y lento corte trepanó el miembro. Casi no sintió nada. Sólo un diminuto aguijonazo mientras el filo cortaba la carne. A continuación, dejó el músculo en un plato con hielo y le hizo una pequeña cura con tal de frenar la hemorragia.
- No servirá de mucho. Vas a seguir sangrando. Pero hay tiempo más que suficiente con tal de preparar el plato.
Fue a la cocina americana que había en la misma estancia. Con delicadeza, lavó el aparato bajo el agua del grifo. Acto seguido, lo secó y lo metió en una sartén que ya tenía el aceite caliente. A su lado, una pequeña cazuela tenía la salsa boloñesa que acompañaría al plato. Después de freírlo, vertió un poco de la salsa y lo dejó a fuego lento durante 10 minutos. Lo sirvió en un plato y se lo llevó.
Delante de él puso una mesa portátil en la que estaría el manjar. Antes de darle de comer le ofreció un poco más de vino.
- Sí, por favor.
Tras darle un pequeño sorbo, su cocinera cortó un trozo del pene.
- Te dije que iba a disminuir bastante de tamaño. Creo que podremos sacar hasta cuatro trozos. Anda, abre la boca. No está caliente.
Aquel sabor le maravilló. Podía sentir la textura de la salsa junto al sabor a cerdo de su miembro.
- Está un poco fuerte, pero es exquisito.
- Mastica tranquilo, saboréalo. Cuando lo tragues te daré un poco más de vino.
Poco a poco, fue terminando el plato mientras una sonrisa dominaba su rostro. Pero iba perdiendo el sentido de forma progresiva. Estaba desangrándose.
- Tranquilo, haremos otra pequeña cura y te llevaré al hospital de inmediato. ¿Quieres postre? ¿Café? ¿Alguna copa con la que hacer más agradable la digestión?
- No, no hace falta. Muchas gracias.
- Bien, lo suponía. Con lo de hoy ya hemos tenido bastante. Nos volveremos a ver en cuanto te estabilices, cuando te permitan recibir visitas. Tengo que cerciorarme de la buena marcha de mi obra. Creo que el resultado es excelente. Pero ahora les toca a otros hacer su parte.
- De acuerdo.
- Bien, dale otro trago al vino. En nada te quedarás inconsciente. Es mejor así. Vas a pasar una temporada con drogas hasta las cejas. Anda, bebe.
- Está bien.
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