La reflexión de Krilin antes del combate

09/VII/2020




Mirábase Krilin su cráneo mondo y lirondo frente al espejo. Se había vuelto a afeitar la cabeza después de años en el cuerpo de Policía y dejar prácticamente las artes marciales. Se acarició el desnudo cuero cabelludo después de tanto tiempo. La verdad es que había seguido entrenando. Seguía en forma. La vida familiar junto a N. 18 y Maron no le había pasado factura. No acostumbraba a hacerlo al mismo ritmo de antaño, pero sus rutinas habían permitido que no hubieran disminuido sus habilidades.

Aunque no ejercitara su forma física como tiempo atrás, sí que practicaba más la meditación y la recreación de combates. Esto le permitió elaborar nuevas técnicas y perfeccionar las antiguas. Era consciente de sus grandes limitaciones frente a los guerreros saiyanos y namekianos, por lo que escogió invertir sus esfuerzos en tácticas que fueran sorpresivas y rápidas con tal que derrotar a los enemigos.

Eso le diferenciaba, por ejemplo, de Ten Shin Han, quien siguió entrenando como en los viejos tiempos. Pero sabedor también de la elevada diferencia optó por centrarse en tacticas destructivas. Hacía tiempo que sabía que no estaría al nivel de Goku o Vejeta, pero con sus técnicas de acumulación de ki podía dejarles malheridos. Incluso, con un poco de suerte, hasta derrotarles mediante el KiKoHu.

Ambos, Krilin y Ten Shin Han, eran muy conscientes de todo ello. Por ello, el antiguo aprendiz de monje Saholin estaba nervioso. Tenía un combate contra Goku, pero no lo podía vencer mediante la fuerza bruta. Conocía muy bien su forma de luchar. Incluso había ido a verle entrenar en bastantes ocasiones en los últimos meses.

Seguía considerando que su forma de luchar podía llegar a ser un acto suicida. Siempre buscaba que el enemigo mostrara su verdadero poder mientras él ocultaba e iba mostrando poco a poco el suyo. No había cambiado. Y sólo había inventado un par de técnicas. Pero su poder estaba a un nivel del que casi no podía casi ni imaginar el alcance que ostentaba.

Se miró de nuevo en el espejo. Las arrugas de su piel indicaban claramente el pasar de los calendarios. Sería un combate duro. Pero sería con reglas, por lo que tenía más de una posibilidad de ganar mediante sus técnicas. Los nervios hicieron mella en su estómago. Tenía que ir al baño. Mejor, el estar más liviano le vendría bien. Cuando acabó se lavó las manos y salió de casa. Levantó la cabeza y cerró los ojos. Comenzó a volar hacia donde habían quedado. Tuvo que parar otra vez a descargar. Por suerte, llevaba clinex.

Al llegar no había nadie cuando en el lugar acordado. Le pareció raro. Goku siempre llegaba puntual a aquellas citas. Cuando Piccoro lo hizo habían transcurrido cinco minutos desde su llegada. Este también se sorprendió de la ausencia del guerrero. Decidieron esperar, pero pasados treinta minutos estaban impacientes. Había una hora hasta el lugar de la residencia del saiyano. ¿Qué harían? Decidieron comunicarse telepáticamente con Kaito. Este también se sorprendió. Decidió enviarles unas imágenes de Goku. Lo que vieron les dejó perplejos.

El saiyajin estaba en el pórtico de su casa tumbado en una hamaca. Aparentemente, dormía. Kaito se comunicó con Chichi y esta le comentó que había estado enfermo. Estuvo con fiebre durante los últimos días. Así que llamó al médico y este optó por recetarle una serie de pastillas. Pero como medida de prevención decidió inyectarle una vacuna. Al oir esto, el guerrero intentó escapar del lugar mediante la teletransportación. Pero Chichi estuvo al quite y consiguió esposarle al radiador de la cocina. Se puso colorada después de hacer tal acción.

Mientras intentaban ponerle la inyección, Goku fortaleció sus músculos intencionalmente para que la aguja no penetrara en su piel. Su mujer tuvo que amenazarle con el rodillo de repostería. Claudicó al final, pero en el momento en que su dermis comenzaba a ser atravesada se desmayó por la impresión. Entre el médico y ella decidieron llevarle a la hamaca hasta que despertara. Llevaba dormido unas cinco horas.

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