EL PESO DE UNA VOZ QUE ENMUDECIÓ
Su voz de muda se vistió
al desgastarse al no ser usada.
No podía describir los paisajes,
y menos cantar a los lugares.
Tenía que tirar de un block de notas
y, dentro de lo que cabe,
del escribir se fue enamorando.
Le encontró gusto al estar callado,
y es que lograría zafarse
de aquello que lastrarle parecía.
Se fue soltando despacio;
aunque desde el silencio lo hiciera.
Sentía muy ligero el equipaje
y, con ello, nada que le atase.
Y aunque, a veces, echaba de menos su voz
se solía conformar con recrearla.
Entonces se la imaginaba cantando
y también mientras gritaba,
hasta en medio de conversaciones.
Sería así que fuera construyendo mundos
que salían desde la nada
por las artes de una magia inexplicable.
Pero llegaría el día en que hablara de nuevo,
aunque sería algo que no esperara.
Resultó que caminaba por la calle...
y le preguntaron por una dirección
cuando se dejara su cuaderno en casa.
Con esfuerzo, dio la zona señalada.
Al oír su voz... la sentiría extranjera en él.
Pero después hasta radiante se sintió.
Todo aquel peso sería el que le faltaba
por quitarse con tal de poder caminar.
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