EL TIEMPO FUGAZ DE LA BELLEZA VESTIDA
Se entretuvo calzándose los zapatos.
Sobre todo en el anudar los cordones
y cerciorarse que estuvieran brillantes
con tal de irradiar una imagen correcta.
Poco después se miraría en el espejo.
Trataría de eliminar imperfecciones
que pudieran lastrar el perfecto porte
que buscaba que la gente se girara.
A continuación miraría la hora;
todavía iba bien de tiempo,
por lo que se revisaría por una última vez.
Alineó las líneas de sus cejas
y arreglaría las formas de su peinado.
También quitó las arrugas de su abrigo
y una pelusa que en él danzaba.
Entonces volvería a mirar la hora;
ese era el momento justo
e indicado por el que debería ir a la calle.
Estaba completamente ansioso
por sentir el mirar de la gente,
por ver cómo se daban la vuelta
al rato de pasar a su lado
en el relucir de su belleza.
Pero sucedería algo muy raro.
Nadie se giraba para verle
y también apartaban su mirar.
Incluso de él se iban alejando
tal como si algo les repeliera.
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