LA FUENTE DE LOS DESVÍOS
Que levante la mano aquel
que nunca degustó el miedo.
El que no vio una frontera
imposible de atravesar
por esa misma sensación
que dice que no comparte.
Que levante la voz ese
que nunca sintió pánico.
El que vive en las certezas
formando una fortaleza
sin una distinta visión
por la que el mundo comprende.
Que diga si tiraría la piedra
para esconder a continuación la mano
tal si nada sucediese.
Si sabe de arrepentirse
o, por el contrario, en su fiel diccionario
no hay cabida para esa palabra.
Que si puede mirar a las dudas
como si estuviera mirando a los ojos
de una persona que amase.
Que cuente, por lo tanto, quién es sí y quién no
después de autoplocamarse en el juez
que dice ser el que todo sabe
y a su entender nada se le escapa.
Que mente, con su razón, cada designio
que le hacen lucir el estandarte
en todas sus batallas constantes
que le otorgan sentido a su mundo.
Que narre, con su estilo, cada párrafo
sobre qué es lo que a la vida le hace
ser de la manera que dice que es
sin haber la fuente de los desvíos.
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