En las bambalinas del «Titty Twister»


"From Dusk Till Dawn" (1996)


Santanico Pandemonium no quitaba el ojo a Razor mientras este comprobaba que no faltara ninguna bebida. Aquella noche esperaban una gran afluencia de clientes y no podían quedarse en bragas. Había que agasajarlos con buenos licores, además de una comida exquisita. Todo con tal de que sus presas estuvieran bien alimentadas. "Cada día me sorprendes más, sabes de sobra que tenemos de todo. Tal vez deberías preocuparte por el acantilado; está quedándose pequeño de tanto vehículo que tiramos", le dijo finalmente la bailarina. El camarero dio media vuelta y soltó un resoplido.

- Sí, podría ser. Pero hay otra cosa que me preocupa todavía mas. Nos estamos quedando sin espacio para todos los que convertimos. El día que venga una inspección nos la van a meter por todos los lados.

Con unos movimientos gráciles propios de una serpiente, aquella voluptuosa mujer fue acercándose a él muy despacio. Iba vestida con un chándal viejo y llevaba el pelo recogido. Aun así, esa belleza propia de una sirena atrayendo a los marineros no había perdido nada de su magnetismo. Incluso podría decirse que aumentaba cuando iba de casual. "No te preocupes por eso. Tenemos una legión de abogados que se encargarían de ello. Lo harán como buenos esclavos que son; además, cobran una pasta por mantenerse callados. Tranquilo".

- Ya, ¿y qué pasa si vuelve a liarse en la entrada? Chet está más irascible que de costumbre. Hace una semana se cargó a unos patrulleros que pasaron por aquí de casualidad. Se ha montado una bastante gorda. ¿No has visto las noticias?

- Sí, las he visto. Yo misma me encargué de sus cuerpos. Está todo resuelto. No hay ningún problema. El día que vengan a preguntar por ellos les daremos tregua. Actuaremos como si aquí no hubiera pasado nada. No habrá cacerías. Se irán como si nada. Y asunto olvidado.

Razor encolerizó. A pesar de la escasa estatura de su cuerpo pareció adquirir un tamaño monstruoso. Ni siquiera al transformarse en bestia resultaba tan temible. "¡¿No te das cuenta?! ¡¿Es que no lo ves!? ¡Tarde o temprano todo esto se irá a la mierda! ¡Y si no lo es por alguna cagada de Chet lo será por los estúpidos de la banda de música! ¡Ellos y su puta manía de hacer los instrumentos con los cadáveres de los que cazan!

- ¿Y qué es lo que propones? ¿Quemar los cuerpos? ¡Ya discutimos eso en su momento! Necesitaríamos unos hornos enormes ¡y entonces sí que llamaríamos la atención! ¡Joder! ¿Quieres relajarte?

Ante aquella salida de tono, el camarero pareció recuperar la compostura. Cogió una botella de tequila y dos vasos de chupito. "¿Quieres uno?", le preguntó. "Sí, claro. Sabes que no te voy a decir que no". Bebieron los licores de trago y puso otros dos.

- ¿También volverás a decirme que no a abandonar este lugar? Sí, ya sé que lo hemos discutido antes. Pero deberíamos irnos de aquí cuanto antes. El día menos pensado esto se va a ir a la mierda...

- Sí, lo sé, lo sé... te iba a proponer que nos fuéramos mañana. ¿A dónde? No lo sé. Mañana, en cuanto anochezca, nos iremos antes de que este tugurio sea abierto.

Razor suspiró aliviado. "Bien, eso está bien. Pero sólo en pensar que tendremos que pasar aquí otro día más me pongo malo". Santanico fue acercándose muy despacio y le dio un beso en la boca.

- ¿Qué piensas hacer con los de la banda?

- Inflarlos a ostias, eso es lo que haré. Antes de que me vaya recibirán su merecido por hacérnoslo pasar como lo hacen. Y en cuanto a Chet... tengo pensado cortarle la nariz después de martirizarle. Cuando estemos a mitad de camino se la mandaré por correo para que se la vuelva a recolocar. Aunque tampoco creo que haya mucha diferencia.

- Vale. Pero espera a que cerremos. Luego haz lo que quieras. Tendrán todo el día para pensar sobre el porqué de tu reacción. Además, con lo cortos que son, no habrán llegado a ello ni cuando nos vayamos. Fijo que ni se dan ni cuenta. Lo harán cuando vean que no hay nadie que baile ni que sirva los tragos.

- Tal vez tengas razón... pero estoy deseando arreglarlo con ellos de una vez por todas.

Volvió a servir otras dos copas más. De nuevo, las bebieron de golpe. "Creo... creo que deberías ir a prepararte. No sales hasta dentro de una hora, pero sé que te gusta hacer las cosas con tiempo. Y va siendo el momento de que vaya a mi puesto. Acaban de abrir la puerta".

Podían oír el ruido de los vehículos mientras llegaban y aparcaban en el exterior. También a aquellos que iban entrando. "Sí, tendré que ir a arreglarme". Volvió a besarle en los labios y abandonó el almacén. Él, con paso cansado, se dirigió a la puerta que daba a la barra. Desde ahí podía contemplar todo el percal. Camioneros, moteros, delincuentes, camorristas... toda esa gente solía juntarse en aquel lugar.

Las cacerías solían hacerlas dos veces al mes. Incluso quedándose más tiempo el plan de Santanico podría funcionar. Pero lo mejor era largarse cuanto antes y dejarles con todo el marrón. "¡Que se jodan! ¡Que se coman la mierda ellos solitos!", dijo para sus adentros. Pero aquel día tocaba faena y estaba deseando saciar su sed de sangre. No era lo mismo tenerlos aprisionados que alimentarse de ellos sin retenerlos. En su opinión, unos serían como las alubias de lata y los otros como un cocido recién hecho. Con el simple hecho de pensarlo la boca se le hacía agua.

El local fue llenándose poco a poco. Sí, se moría de ganas por hincarles el diente. Pero al mismo tiempo sentía unas nauseas tremendas al verlos allí. Eran lo peor de lo peor. La inmundicia de la sociedad. Pura calaña. Por eso sentía, sobre todo al principio de comenzar a residir allí, esa satisfacción al acabar con ellos. No eran sólo comida, era una forma de hacer justicia. De deshacerse de lo más turbio que diera la especie humana. Y ellos, como seres superiores que eran, tenían todo el derecho del mundo a llevarlo a cabo. Aunque nadie se enterara. A pesar de los riesgos que supusiera.

De repente, algo le sorprendió. Vio entrar a dos tipos de negro junto a otro. ¿Qué hacía ese allí? No tenía pinta de delincuente. Tampoco era motero, ni camionero. E irradiaba un aura extraña. Incluso peligrosa. ¿Pero qué era ese temor que sentía? Sólo había sentido algo así.... sí, cada vez que pasaba cerca de una iglesia. Se fijo un poco más en él. ¡No podía ser! ¿Acaso era un cura? ¿Y aquel chico y aquella chica que venían con ellos? ¿Qué significaba todo eso? Decidió estar atento. Aquello le daba muy mala espina. Algo le decía que debía estar en guardia.

Se acercaron a la barra. Se negó a atenderles. Bebió un chupito delante de ellos tratando de demostrar su superioridad. No eran camioneros. No podían estar allí. El mayor de todos le sacó el carnet. Su vehículo requería ese mismo permiso de conducir con tal de hacerlo, por lo tanto lo era. Con una sonrisa fingida claudicó y se vio en la obligación de atenderles. Incluso llegó a brindar con ellos. Uno de los que iba vestido de negro le indicó la mesa a la que debían llevar las bebidas. Le contestó con una cortesía que escondía toda la rabia que hervía en su interior. No, no dejaría de estar pendiente. Al sentarse, y desde esa distancia, le pareció que estaban discutiendo, aunque luego festejaran. "¿Qué coño es todo esto?".

Justo en ese momento, la música cesó y anunciaron el espectáculo de Santanico. Un fino telón fue abierto y apareció su suntuosa figura. Sí, en definitiva, era más atrayente cuando iba de casual. Aquellos momentos eran algo que merecían ser guardados en la memoria. Pero a muchos de los que estaban allí se les volvería en una dulce pesadilla. En una agria y tortuosa experiencia de la que no podrían escapar. Y los pocos que vieran la luz del sol comenzarían a servir a los que saciaran su sed. Entrarían a formar parte de su despensa. Aunque si tenían suerte serían sus esclavos. Y quizás, sólo quizás, en un futuro podrían ser transformados.

Entonces, desde una esquina, vio a Chet. Le pareció que tenía la nariz rota. Se rió. "Jodete, la lástima es que se me hayan adelantado". Iba acompañado de varios. Insistentemente, le decían que fuera hacia ellos. Con un gesto les indicó que esperaran a que acabara el baile. Pero volvieron a reclamarle. Haciendo uso de la poca paciencia que le quedaba fue donde estaban.

- ¿Qué coño queréis? ¿No podéis esperar a que Santanico acabe?

- No, tiene que ser ahora. Hay que cargarse a esos dos que van vestidos de negro. A los que están con ese tío raro y los dos chavales.

- ¿Qué pasa, Chet? ¿Te han quitado los mocos como a un niño pequeño?

- ¡No te rías, hijo de puta! ¡Voy a acabar con ellos!

- ¡Tú te quedas aquí, desgraciado! ¡Cuando termine el show harás lo que quieras! ¡Pero hasta entonces más te vale que estés quietecito!

Se hizo el silencio. Santanico bailaba sobre uno de ellos. Abrió una botella de champán y vertió su contenido en la boca de este a través de sus piernas. Aquello hizo que Razor casi perdiera los papeles. Pero logró contenerse. No podía salir allí con la excusa de lo que estaba viendo. Así que pondría el asunto de Chet como detonante. "Venga, hijo de puta. Tienes vía libre". Ante esa señal, fueron directos a la mesa.

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