ABRIL Y MAYO

 02/V/2020


La tarde del primer sábado de mayo

corresponde al segundo tiempo de ese mes.

Su atmósfera se nos presenta astuta y calmada

mientras, muy despacio, comienza a cargarse

de la humedad que precede al aguacero

en su descargar antes de avecinarse

la fuerza de la lluvia destinada a refrescar

aquellos calores de los despertares.


Sin darnos cuenta se nos ha ido esfumando.

Tal es la manera, casi imperceptible,

mientras tan encerradas como están nuestras almas

de un mundo que sigue. Continúa su avance

indiferente al viaje del Ser Humano.

Esa Gran Especie obligada a enclaustrarse

debido a la dureza de la Naturaleza

dentro de su torbellino tan indomable.


Porque sólo somos seres diminutos.

Algo finito en las distintas edades

de este inmortal y, también, efímero planeta

que navega entre aquellas revelaciones

inimaginables de este Universo.

A nuestro tan vanagloriado linaje

le retiene algo que pudiera no tener vida; 

son nuestros grandes misterios sin resolver.


El mes de abril se nos quedó desgastado

como las mágicas costas de los mares 

dirigiéndose hacia la caricia de la arena.

Así, la Luna contempló amaneceres

inimaginables hacía largo tiempo.

No existía contaminación que impidiese

surgir el reflejo de las estrellas en el mar 

ni saborear la fragancia de las flores.


La Naturaleza continúa avanzando

sin importarle que las calles se crucen.

Ni siquiera la presencia de las carreteras

con las cuales suele ser atravesada.

Nosotros podemos seguir esperando

a que las gráciles lluvias purifiquen

los calores que están presidiendo la atmósfera

mientras Ella con su aventura prosigue.



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