LO QUE NO COMPRENDE EL PROFETA

El profeta no lo entiende.

No comprende el vacío 

que parece envolver sus palabras.

El profeta no entiende lo sordas

que se convirtieron

por mucho que alce el volumen.


Desde su atril ve vacía la plaza.

Sólo puede contemplar las piedras

que pretenden dar significado

a algo que ya no comprende.


No existe el sentir de viejas almas.

Esas que antaño glorificaban

con fervor el rato de la oración 

en embriagador instante.


Sus palabras están huecas;

desgastadas al volverse polvo

que antaño fueron paredes.


No le sirve soltar pestes,

tampoco el incrementar el tono...

su voz quedó desgastada.


Tiempo atrás quedaría mudo.

Igual que aquellos que calló

por no ser los pares de su interés

o no querer ser partícipes

de cómo debían ser las cosas.


Nunca saboreó el silencio

sin que este le fuera impuesto.

Así seguiría rumiando el porqué

de que su objetivo no alcanzase.

Eso es lo que no entiende el profeta. 



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