"La Tutoría": mentiras y medias verdades

Halfdan Ullmann ofrece un film visceral en el que nada es lo que parece

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Sin que el peso de los apellidos cree una mochila de difícil transportar, la ópera prima de Halfdan Ullmann es una obra que deja un mal cuerpo. Incluso tiempo después de visionarla. Y no es por su reconfortante calidad, sino por lo claustrofóbico que resulta ser un metraje que supura visceralidad. Tanto por las sorprendentes interpretaciones que aporta como por la forma en que desgrana una trama sofocante. A esto súmenle que el noruego juega con lo onírico como si de un baile fastuoso se tratara o que vuelve las escenas en un tenebroso laberinto del cual el espectador tiene la sensación de no poder encontrar la salida. Ello en un intrincado tejemaneje donde el cainismo resulta ser el eje vertebrador de un sórdido relato.

Mediante un frenético viaje en coche, Elizabeth se dirige al colegio en el cual estudia su hijo Armand. No sabe qué pasa. Un secretismo absoluto por parte del profesorado hace presagiar algo nefasto. Cuando le revelan las suposiciones que se vierten hacia su vástago no puede dar crédito: sobre él revuela la sospecha de que ha abusado de Jon, un compañero de clase. A partir de ahí, se activa un nefasto protocolo escolar que busca esclarecer lo sucedido. Poco a poco, irán floreciendo los conflictos entre los progenitores. La envidia, la violencia, los secretos y el rencor van desgranándose como la piedrita que una vez fuera edificando una montaña.

Puede llegar a ser difícil de digerir


Siendo nieto de Liv Ullmann e Ingmar Bergman, el director nos ofrece un ejercicio que rezuma psicología por sus cuatros costados. La reacciones histriónicas ante un hecho que supera y la sumisión ante otra personalidad, o el egocentrismo, son tratados con una sutileza tremenda. De hecho, la figura de Sigmund Freud está constantemente presente a través de la caracterización de Øystein Røger en su papel de Jarle, o al menos caricaturizada. La falsa admiración, incluso el Complejo de Castración, se dejan sentir. También los celos llevados a su máxima expresión por las repercusiones que acarrea en cuanto a represalias por sentirse inferior se pueden leer en sus líneas.

Fruto de todo ello, "La Tutoría" puede llegar a resultar errante, carente de sentido en algunos momentos. Sobre todo cuando el vaso se desborda y Renate Reinsve (Elizabeth) no dispone de aire con el que respirar. Es, por decirlo de alguna forma, la misma impresión que podemos sentir cuando las paredes se nos vienen encima. Y ahí, con todos los delirios que puede ocasionar la situación, es cuando Ullmann hace uso de unos magníficos movimientos de cámara; en especial del travelling. Todo con el propósito de mostrar un sentimiento de ahogo. Y lo logra. Pero es uno de los momentos más difíciles de digerir y que, a la postre, puede echar atrás al espectador.

Y este no quedará indiferente ante la caracterización de Ellen Dorrit, Sarah. Estando en un principio expectante de cómo reaccionaría Elizabeth, va mostrando su verdadera personalidad, y motivaciones, a medida que avanzan los minutos. Fría, calculadora, maquiavélica... es una persona que trata, por todos los medios, de ganarse a aquellos que le rodean. Es así que, ya sea de forma sibilina e incluso mediante la violencia, no dudará en hacer cualquier cosa con tal de alcanzar sus objetivos. Es decir, y partiendo de sus propias palabras, que toda acción tenga una consecuencia. Pero esto dentro de un prisma particular en el cual no hay arista posible sobre aquello que tiene decido ante cómo deben ser las cosas.

El director pretendió que el film se fuera volviendo una pesadilla


Ante esto, no saquen conclusiones precipitadas. Vean la obra y reflexionen. Y es que, en el fondo, no trata de buenos o malos. Versa sobre mentiras, medias verdades y la crueldad que le podemos llegar a conferir a la vida. De quién es el verdadero responsable cuando se crean los monstruos sociales. Del reflejo que llegan a ser los hijos hacia las figura de sus padres sin llegar estos primeros a ser tenidos en cuenta. De traumas y las consecuencias por la perdida de un progenitor. De la responsabilidad de la misma sociedad; ya sea por mirar hacia otro lado, actuar sin miramientos o ser demasiado condescendiente. De los efectos del ostracismo, la brutalidad y las deducciones precipitadas. Del peso que se le otorga a la imagen.

En lo último juega un papel esencial Elizabeth. Ella es actriz y, además, está criando sola a su hijo después de enviudar. "Yo como padre puedo hacer lo que me dé la gana, pero como madre estás mucho más restringida a lo que piensa la sociedad que tienes que hacer", le comentaba Ullmann a 'Público' sobre "crear un paralelismo" con el siguiente prejuicio. Y este es el de que de los actores "nadie se cree que sean reales, que digan la verdad, siempre se cree que están manipulando", expresaba. Asimismo, y habiendo trabajado tres años en un colegio de primaria, explicaba en 'El Faro de Vigo' que "cada vez que había un conflicto enseguida dejaba de ser por los niños, por lo que había pasado entre ellos, y empezaba a ser por los padres".

"Con esta película estoy tratando de decir que, a lo mejor, todos tenemos razón o todos estamos equivocados, pero en cualquier caso debemos escucharnos más los unos a los otros”, contaba a 'RTVE'. “Quería que fuesen los espectadores los que se imaginaran cómo podrían ser esos niños basándose en cómo son sus padres", proseguía. Todo ello sin pretender dar lecciones de moral ni respuestas fáciles, pero incidiendo en los perjuicios y casi sin la aparición de los chavales en pantalla. Así que, e inspirándose en un incidente habido donde trabajaba, recreaba la figura de los limpiadores de los centros, pues "lo ven todo, pero nadie les pregunta sobre las cosas" por su oficio. En el fondo, su intención era realizar un proyecto que "empezase como algo realista y social y se fuera convirtiendo literalmente en una pesadilla", contaba a 'El Español'.

"Por mi experiencia trabajando en un colegio puedo decir que la dirección a veces está más interesada en cubrirse las espaldas que en asumir responsabilidades de verdad", proseguía en ese último medio. Respecto a si el caso de la película es un juego o un abuso entre los niños (lo de jugar a médicos tiene una edad, mencionan en el largometraje) declaraba a 'RTVE' que "hay como una zona gris" entre lo que sería un recreo "inocente" o algo "gravísimo". Ante esto, y según afirmaba en 'Público' volviendo al tema de traumas y prejuicios, "eso nos puede decir algo sobre lo que está pasando en la sociedad y entonces nosotros tendremos que interactuar" como tal. Y es que al intervenir, decía, en caso de ser un juego, "nos convertimos en abusadores sociales". Lo complicado estaría ahí, pues "tenemos que tomar responsabilidad de unos con los otros, y hay un límite muy, muy fino entre ser un abusador y una víctima".

Además, en su opinión, "la sexualidad en Noruega da para una cuestión más amplia; en mi país es tabú hablar de sexo y debería ser normal en la educación pública poder hablar de ello". Y añadía que, al momento de hacer la investigación para el trabajo, "mucha gente me decía que no se puede hablar de sexo entre niños cuando están en la guardería o en la escuela infantil, pero ya no es lo mismo en primaria". Es por ello que, desde su punto de vista, entra el límite del bien y del mal, ya que con seis años no lo saben, seguía en 'Público'. Lo que durante esa fase también le relataron los expertos es que "lo que más les preocupa es que hayan podido sufrir abusos por parte de sus familiares, de sus propios padres", contaba a 'RTVE'. Al aprender de estos, al ser sus espejos, "repiten las cosas que hacen con ellos".

La relación entre docentes, progenitores y el colegio


Volviendo a la película, un aspecto fundamental es cómo trata al equipo docente. Por un lado tenemos, tal y como hemos comentado anteriormente, a Jarle (Øystein Røger). Este, desde un primer momento, buscará que el asunto no salga de las paredes del colegio evitando en todo momento un escándalo que involucre a la policía. Por otro está Vera Veljovic encarnando a Asja. Es una profesora de mediana edad con un fuerte carácter y que, en principio, podría llevar la batuta del equipo, pero una enfermedad hace que continuamente tenga que abandonar su función y no pueda llegar a más. En último lugar, Thea Lambrechts Vaulen encarna a Sunna, un joven educadora que, inicialmente, carga con el peso de todo el protocolo habido en estos casos. Aunque idealista y enérgica, sus esfuerzos serán lastrados por su inexperiencia y deberá recurrir a los otros dos. Estos, por cierto, al principio evitarán estar cara a cara con los padres.

Entre ellos está Anders. En su piel se encuentra Endre Hellestveit dando vida al marido de Sarah. Desde su puesta en escena se le ve distraído, ausente y siempre separado de Elizabeth por la primera. De hecho, dispone de una apariencia frágil y constantemente supeditada a la figura de su pareja. A medida que avancen los minutos, irá dando muestras de sus reticencias hacia lo que realmente podría haber sucedido, llegando a ser el nexo de unión entre el profesorado y las partes implicadas. Su actuación contrasta con la dañina psicopatía de Ellen Dorrit Petersen, la cual va floreciendo paulatinamente mientras que el actuar de él se va volviendo una bomba a punto de estallar. Por su parte, Renate Reinsve va hilando de forma muy fina las distintas emociones que va sintiendo al caminar la película.

Pero hay que realizar una mención especial. Y esta es el papel que juega el propio colegio como protagonista del film. Teniendo que ser este el lugar que guarda el recuerdo de los buenos momentos de la infancia, se vuelve un cárcel en la que el fin de una condena parece no llegar a su final. Sus fríos y largos pasillos conviven con un deterioro que sirve de metáfora hacia las infernales relaciones de los personajes. Esto aflora con movimientos mediante steadicam que le dan un halo de pesadilla. Los primeros planos y generales adquieren una fuerza aún más siniestra con un oscura y lúgubre iluminación que intensifica las emociones que son vividas entre sus paredes. Incluso los grises incentivan la rabia y la decepción mientras que la escasa claridad se encuentra en su exterior, pareciendo esta querer penetrar en él pese a las constantes trabas que el mismo edificio le impone.

La intención de Ullman no es provocar, sino hacer reflexionar


Rodada en apenas 21 días, lo fue en orden cronológico porque "quería que tanto el elenco como el equipo técnico" se adentraran "juntos en la oscuridad", explicaba el director en 'El Español'. Y añadía a 'RTVE', respecto al escaso tiempo de grabación, que pretendía "estar muy bien preparado porque (la obra) era una muy compleja en cuanto a la cinematografía, la fotografía y las actuaciones". Por ello, y a que a Renate no le gusta ensayar mucho ante el riesgo de perder frescura la interpretación, desarrollaron los personajes y sus historias "para que los actores se familiarizasen con ellos y los tuvieran interiorizados". ¿Pero cuál era la intención de Ullman con este largometraje? Hacer pensar y reflexionar, pero no provocar, "aunque sabía que el tema sí iba a hacerlo", detallaba en 'Público'. Desde su opinión, hacer películas es llevar al espectador "a través de diferentes sentimientos".

Llegados al punto final, remarcaremos lo fundamental de los diálogos. Entre tanta mentira y medias verdades, estos cobran una gran importancia por lo que en ellos se vislumbra. Ya sea con tal de discernir la personalidad de los personajes, lo que esconden o lo que llegan a revelar. Incluso de forma accidental o intencionalmente. "Para algunos (...) tomé ideas de las ruedas de prensa del Gobierno noruego durante la pandemia de Covid, porque en ellas había mucha palabrería hueca", explicaba el director a 'El Español'. Así que, si se decantan por verla, deben tener en cuenta lo siguiente: es un largometraje duro y difícil de asimilar. Incluso, llegado un punto, "todo empieza a volverse un poco absurdo porque las acusaciones van aumentando sin que aparezca ninguna información nueva", explicaba su autor en 'El Faro de Vigo'. Pero eso, y la consecuente reflexión, dependerá de ustedes.










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