El concierto en un mundo sin enfermedades
Aunque no tenía pensado afeitarse, estaba en la obligación de ello. La longitud de su barba excedía lo reglamentario, por lo que fue al baño con la intención de arreglarla según lo estipulado. Agarró la maquinaria correspondiente siguiendo meticulosamente las instrucciones que debía cumplir. Con tal fin disponía de unas herramientas que le señalaban dónde y cómo rasurarse. Así que, cuando terminó, fue directo al habitáculo en el que disfrutaría del concierto.
Este se celebraría en la misma sala de estar de su vivienda. Y esta no tenía ni 40 metros cuadrados. A ese espacio se le unía la habitación, el baño, la cocina y un diminuto pasillo de cuatro metros de longitud. Llevaba viviendo allí desde los 24 años. Ese era el momento en que se alcanzaba la mayoría de edad y la gente se independizaba. Además, tanto él como las gentes que residían en aquella ciudad nunca habían visto el firmamento. Nunca habían sentido el aire del exterior.
De hecho, al instante de ir a dar a luz, las madres eran trasladadas al hospital mediante cámaras aislantes. Una vez allí, y ya habiendo parido, otra les devolvía a su hogar. Y los hijos, exceptuando las relaciones con sus progenitores, no tenían contacto físico con otras personas hasta que se casaban. Toda interacción se hacía mediante hologramas a través de habitáculos. Ir a clase, salir al parque, estar de fiesta, tener una cena,... Todo ello se llevaba a cabo con aquellos artefactos mediante. Incluso si uno se emborrachaba, o drogaba con alguna sustancia, sus efectos eran producidos de forma artificial mediante el sistema sensorial de la máquina.
Para ello se valían de una gafas diminutas que eran semejantes a las usadas al ir a la piscina. Las sensaciones eran emitidas mediante impulsos eléctricos junto a la creación de una atmósfera que describiera cada momento. Y justo era lo que iba a sentir cuando se introdujera con tal de asistir al concierto. Los músicos de la banda nunca habían estado cara a cara, pero se conocieron en la época del instituto. Por supuesto, todos los ensayos y cada paso que dieron hasta llegar hasta donde estaban se realizaron mediante ese método. Incluso, el campeón mundial de natación nunca estuvo en una piscina. Y mucho menos nadó fuera de las realidades que creaba el aparato.
Esa fue la única forma de lograr la paz social que se les ocurrió a los dirigentes. Y eso sucedió hacía más de 200 años después de una guerra entre bandas a raíz de la escasez de recursos. Esta finalizó con el exterminio de los contendientes a través de la contratación de mercenarios que actuaban, en un principio, bajo órdenes de la policía y el ejército. Pero sin saber cómo, alcanzaron los puestos superiores de los cuerpos hasta afianzarse en las más altas esferas del poder. Una vez allí, decidieron reorganizar la sociedad y evitar cualquier rebelión. Esa era la razón por la que la interacción social se hacía así. Todo estaba controlado y parecía que no había ninguna arista. Es más, nunca oyó hablar de algún intento de disidencia.
Y lo más sorprendente era que aquel mundo estaba prácticamente libre de toda enfermedad. Estas fueron aisladas. Y las únicas que podían llegar a padecerse eran intrínsecas al núcleo familiar. Cada una de ellas tenía una propia, por lo que al momento de crearse una nueva pasaban una estricta cuarentena. De esa manera, y sobre todo teniendo en cuenta el peligro que suponía que traspasaran las paredes de los clanes, en un tiempo exprés se hallaba la cura. Y aunque a primera vista pudiera parecer un sistema carísimo, a la larga se volvió algo económico y uno de los mayores orgullos de los dirigentes.
Aquel intrincado plan dirigía cada paso del ciudadano desde el primer día en que estaban en la cuna. Y lo hacía en base a sus aptitudes en lo físico e intelectual. También organizaba los gustos de cada uno y su futuro, ya fuera en lo académico o lo laboral. De hecho, la música con la cual disfrutaba siempre le había acompañado. No recordaba ratos en los que no estuviera con ella o decantarse por otros géneros.
Sería que ahí estaba él, a punto de asistir a un concierto que llevaba esperando con impaciencia más de dos años. Aunque empezaba a preguntarse cuánto de aquel sentir sería verdadero. Pero tan pronto como le vinieron esas dudas a la cabeza las apartó de inmediato. Era una acción casi instintiva.
Al meterse en el habitáculo se puso las gafas y colocó los mecanismos electrónicos a lo largo de su cuerpo. La estancia se llenó de un fino humo cuando prendió el botón de encendido. Las imágenes comenzaron a aparecer. Se encontró en un estadio enorme que tenía una capacidad de más de 100.000 personas. El espectáculo estaba a punto de comenzar, por lo que se dirigió a una de las barras que había en los laterales y, con mucho esfuerzo, logró llamar la atención de uno de los camareros. Este también estaba en su vivienda, pero trabajando desde ahí. Le pidió una cerveza. Cuando le dio las vueltas de la consumición le rozó la mano. Pudo sentir el contacto a la perfección.
En ese instante, y según se iba acercando al lugar en el que estaba la mesa de sonido, fue esquivando gente. Estos también estaban lejos de allí, pero su presencia era prácticamente real. O eso pensaba. Quitando a sus padres nunca había sentido el contacto de otro Ser Humano. Pero justo entonces, al ir a dar el primer trago a la bebida, decidió apagar la máquina. No le apetecía estar allí. El humo fue disipándose poco a poco mientras retiraba todos los artefactos. Cogió aire profundamente y se llevó las manos a la cabeza. Algo no marchaba bien. Algo le estaba rozando la nuca. Y por lo que había vislumbrado en alguna recreación en la que iba al monte debía de ser la brisa alcanzando esa parte de su anatomía.
Abrió la puerta del pequeño espacio y observó la sala. Sólo había una televisión y un viejo sillón. Pero en la pared le pareció ver algo que nunca hasta entonces había contemplado. Parecía una grieta abierta en la piedra del tabique. Y estaba a ras de suelo elevándose unos 10 centímetros. Se acercó a ella y se puso de rodillas. En ella podía introducir su dedo índice. Y lo hizo. Esa parte de su cuerpo quedó congelado. Daba al exterior de la casa. Intrigado, trató de hacer el agujero más grande escarbando en él con sus manos. Y lo logró. Lo hizo tan grande que alcanzó a meter su cabeza entera. Al hacerlo, vio un mundo gris y lleno de edificios en un estado deprimente.
Pero un ruido atronador le hizo retroceder. Habían tirado abajo la puerta de su casa. En menos de diez segundos, unos acelerados pasos llegaron hasta él. Eran 6 individuos que iban vestidos completamente de negro. Le rodearon. Estando de rodillas como estaba no alcanzó a decir nada. Aquellas gentes llevaban porras y sus caras estaban cubiertas por unos cascos oscuros cuyos cristales no dejaban ver sus miradas. Pero la rabia que emanaban podía sentirse a la perfección. Dos de ellos le agarraron por los hombros y otro le golpeó en el estómago. Primero se quedó sin aire. Un dolor tremendo apareció en esa parte de su cuerpo. Acto seguido vomitó. Un cuarto le inóculo algo con una jeringuilla que le clavó en el cuello. Paulatinamente, fue perdiendo el sentido.
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