"Anora" o cómo disimular lo sórdido
Muestra la podredumbre de la prostitución en una versión de La Cenicienta
universalpictures.es
Que Anora haya sido multigalardonada en infinidad de festivales cinematográficos no era excusa suficiente con tal de verla. Pero en el destino suelen darse casualidades y, llegada la hora de degustarla, queda una sensación que expresa que no existen los cuentos de príncipes y princesas, al igual que sucede con la vida. Incluso teniendo presente a lo largo de sus líneas a la Pretty Woman de Garry Marshall o el Risky Business que Tom Cruise protagonizara bajo la batuta de Paul Brickman. Y respecto al actor estadounidense, además de Julia Roberts y Richard Gere, sería interesante poder comprobar cómo se desenvolverían dentro de un marco humorístico que se asemeja a aquel al que suele recurrir el británico Guy Ritchie.
La trama nos presenta a Ani, el cual es el diminutivo de Anora. La joven es una trabajadora sexual que ejerce en un club de Brooklyn. Será ahí que conozca a Iván, quien contrata sus servicios una noche que llega al local. Paulatinamente, irá requiriendo más veces de ella mientras le va explicando los pormenores de su vida. En realidad, es el hijo de un magnate ruso que disfruta de una vida loca como muestra de castigo hacia sus progenitores. Finalmente, se casarán de forma inesperada dando lugar a la iracunda reacción de los ascendentes de este, quienes no dudarán en recurrir a la acción de gente de su confianza con tal de echar atrás las acciones de su caprichoso heredero hasta que ellos mismos lleguen a Estados Unidos.
¿Quién usa a quién?
En sí, se trata de un largometraje que hay que digerirlo en frío. Uno de los que las conclusiones precipitadas pueden llevar a caer en un diagnóstico erróneo. Y es que, aunque a primera vista pueda llegar a parecer un relato de hadas, lo que en sus líneas deja ver es turbio, muy turbio. En este juego es esencial el uso del humor. Mediante él se hace más digerible lo concerniente al mundo de la prostitución. Ya sea la mercantilización de la persona, la relación con el proxeneta a través de una falsa fraternidad o la anulación del mismo ser humano que se ve forzado a sumergirse en ese mundo. Toda la continua parodia de la que hace gala el film cobra sentido cuando este llega a su desenlace.
Por lo tanto, las motivaciones de cada uno también son edulcoradas. Ya sea la aversión que sienten hacia el escenario que les rodea o un materialismo que, de no ser así, sería exacerbado. La interiorización de la esclavitud sexual se ve reflejada en un fino contrato que parece no ir más allá de la relación entre cliente y mercancía a la par que esta toma el mando como una forma de escape. ¿Quién usa a quién? La aparente inocencia de dos jóvenes embriagados por las circunstancias desemboca en lo que simula un simple recreo repleto de maquiavelismo que es superado por las circunstancias. Unas condiciones imbuidas por el espejismo de la facilidad que conlleva la vida de las clases más opulentas de la sociedad.
"Siempre he tratado de retratar a mis personajes sin juzgarlos"
¿Pero qué pretendía mostrar el director con un relato tan trágico, pero cargado de humor? "Quería presentárselo al público de la manera más entretenida posible para que se involucraran y conectaran con el personaje y sintieran empatía por ella", relataba Sean Baker a Cadena Ser en octubre. También, aseveraba en Vanity Fair, contar una historia moderna sobre La Cenicienta. "Y hoy en día eso significa hablar de dinero", expresaba mientras añadía que el cine y la televisión estadounidense son cada vez más puritanos. "En los años 80, la Motion Picture Association no tenía piedad con el gore y la sangre. Ahora no tenemos problemas con la violencia, pero no se acepta el sexo en pantalla".
"Siempre he tratado de retratar a mis personajes sin juzgarlos, y especialmente a las trabajadoras sexuales", explicaba Baker a Caimán Ediciones al ser cuestionado ante la "enorme dignidad" que retrata a Ani. Por ello, y buscando romper ideas apriorísticas, intentó presentar a Anora como "una persona que tiene una ética del trabajo, y que lo hace bien, que es buena haciendo aquello por lo que la pagan, sabiendo que el público, por supuesto, tiene sus ideas preconcebidas". Por lo tanto, ha buscado mostrar una cara diferente a la que ha reflejado por Hollywood porque "estas personas han tenido muy poca visibilidad, y cuando han aparecido en el cine y en la televisión de mi país, han sido retratadas casi siempre desde una mirada llena de prejuicios, paternalista y unidimensional".
¿Y por qué ambientarlo en círculos armenios y rusos? Esto surge de conversaciones con Karren Karagulian, quien interpreta a Toros. En concreto, "sobre las comunidades de inmigrantes rusos en Brighton Beach y Coney Island, en Brooklyn", detallaba Barker a La Vanguardia. Habiendo llegado el actor a esa zona en 1990, "tiene muchas historias sobre ese mundo". Partiendo de la conexión y el deseo del director de volver a trabajar con él, esta se centraba en las experiencias personales de aquel. Y entre estas estaba la dinámica entre el poder y las jerarquías. Algo que se ve a lo largo del largometraje con la familia de Iván y aquellos que están supeditados a ellos. "Y hay una relación jerárquica inherente entre la madre patria y un territorio, entre la Unión Soviética y Armenia".
Iván como contraparte de Ani
Por ello, y de nuevo disfrazado con un ácido humor, el peso de la comunidad cobra vital importancia. He ahí que entra en liza la figura del buen nombre, de la imagen, del miedo al qué dirán: a que el prestigio sea enturbiado y manchado. Más aún en una pequeña comunidad y teniendo en cuenta el alto estatus de la familia de Iván. Y todo ello se traduce en una presión hacia el joven que hace que actúe enfrentándose a sus progenitores sin importarle las consecuencias. Mucho menos que con tal de lograrlo las personas se vuelvan un mero objeto de usar y tirar. Aunque en el fondo sepa que estas hacen lo mismo con él, por lo que se produce un círculo pernicioso que, como ya hemos comentado más de una vez, está sibilinamente disimulado.
El papel que encarna Mark Eidelstein es, tal y como lo describía Barker en Caimán Ediciones, la contraparte al de Mikey Madison. Se trata, por lo tanto, de un chico que "no ha madurado y que se encuentra con toda esa riqueza de sus padres, que le ha dado la oportunidad de no crecer, de seguir siendo infantil". Y en esto aparece una confrontación siempre y cuando no estén delante. Su inmadurez conlleva que no pueda revelarse frente a ellos cara a cara y que esté siempre eludiendo sus responsabilidades y tratando de alejar a los que en nombre de aquellos le piden explicaciones a la par que reclaman que actúe con responsabilidad. En consecuencia, reiteramos que, al momento de ver la película, una de las cuestiones que se les pueden plantear es si este usa a Ani, es al revés, lo hacen los dos o ambos están cegados por el lujo.
Entusiasmaba por "crear su vida personal, su historia, sus principios"
¿Cómo, entonces, podemos describir la interpretación de Mikey Madison? Fina y redonda, con un punto que mezcla lo que parece inocencia, lo perverso del trayecto que le ha tocado y un ansia por salir de él cueste lo que le cueste. "Desde el principio me di cuenta de que es un personaje muy complejo y lleno de matices", explicaba la joven actriz a BBC. En ello basa una creencia hacia su ingenuidad pese a sentir que es "una persona muy vulnerable por dentro", pero que siempre lo disimula "con dureza o agresividad". Sobre la dualidad del largometraje, reflexionaba que "a veces sentía que estaba rodando una película muy romántica, y a veces era casi como una película de terror, un drama o una comedia física".
Como ya sabrán, y en recompensa a su trabajo, le ha sido otorgado el Óscar a la Mejor Interpretación Femenina. Aunque puede que sólo la conozcan de sus actuaciones en el Scream de 2022 o Érase una vez en Hollywood. Antes de recibir el galardón, contaba en enero a WWD que, además de tomar el papel como un reto y una oportunidad única, se sentía "entusiasmaba" por "crear su vida personal, su historia, sus principios"; quién era como persona, aprender ruso y un dialecto diferente. “Anhelaba una conexión a un nivel más profundo, y creo que eso se manifestó en mí como actriz”. Ello con una edad de 25 años en la que asegura que sentirse diferente a cuando era joven. "Creo que siempre habrá una parte de mí que es simplemente más… ¿cómo se dice? No sé, dentro de mí, supongo".
¿Pero cómo preparó el papel? "Me hice cientos de preguntas: ¿a qué escuela primaria fue? ¿Tiene amigos? Eso me dio una visión más clara y rica. Ninguna pregunta quedó sin respuesta", detallaba en Vanity Fair. Incluso conoció a trabajadoras sexuales, entre ellas Andrea Werhun. Su autobiografía Modern Whore recuerda la historia de Anie. "Fue muy generosa y compartió muchas anécdotas conmigo". También asistió a clases de baile, algo que hasta entonces nunca había hecho. Su profesora de danza le enseñó todo, "incluso a bailar twerking y pole dance". Y sobre los desnudos que pueden encontrarse... "Estar desnuda forma parte" del trabajo de Ani. "No tiene otra forma de estar en el mundo. Es su forma de comunicarse con la gente, de conectar con los clientes. En el rodaje, no me sentí desnuda, sólo libre. Porque así es como el personaje se siente más cómodo".
La labor del humor es enfriar la realidad
En este punto, hemos de volver al asunto de las jerarquías sociales y, sobre todo, cómo se recurre a ese humor que recuerda al de Guy Ritchie con tal de mostrarlas. Y lo mejor es hacerlo de arriba abajo según miremos esa escala social. Alekséi Serebriakov y Daria Yekamásova interpretan a los padres, quienes están en la cima. El primero odia a su iracunda mujer. Después, el nombrado Karren Karagulián es el padrino del joven y líder del séquito que conforma Vache Tovmasyán junto a Yura Borisov. Cada cual, en especial los dos primeros, son la parodia personificada de estos roles mientras que el último, en realidad, supone el escalafón más bajo de todos ellos. Una posición en la que también, incluso inferior, se encuentra Ani pese a su recién adquirida condición de esposa.
Tengan presente lo que hemos insistido por activa y pasiva. Pese a los continuos gags humorísticos que encontrarán, en realidad, la labor de estos es enfriar una oscuridad que no es mostrada de forma visceral y explícita hasta el desenlace de la trama. De otra forma, resultaría un ejercicio más que indigesto de principio a fin, por lo que esa sensación se produce una vez hayan finalizado las poco más de dos horas de duración de la que dispone el metraje. Y por cierto, aunque encontrarán asuntos triviales, además de perturbadores, no esperen tropezarse con una escena similar a aquella en la que Salma Hayeck miccionaba frente a Matthew Perry (1969-2023) en el Sólo los tontos se enamoran de 1997 con tal de lograr confianza, pero sí alguna lección de intimidad.
Y de esto, de la confianza (o falta de esta), es el reflejo la mansión que la familia de Iván dispone. Ella es la que guarda los secretos de los jóvenes a la par que desaparece dando paso a lugares de ocio cuando están en sociedad y abre la puerta al mundo exterior al momento que su plan, para bien o para mal, comienza a irse al traste. Entran, entonces, los contrastes entre el mundo que ofrece Iván y el del cual procede Ani. "Es todo un reto hacer eso, porque a menudo, cuando se cuentan estas historias de personajes que se enfrentan a tantas dificultades y a esa lucha cotidiana suya, hay una tendencia a pintar su mundo de una manera gris, triste y oscura", contaba Baker Caimán Ediciones. Porque oscuridad hay, y mucha, pero la luminosidad es protagonista. "La gente que vive en esos lugares no los perciben de esa manera, no contemplan su vida con tanta tristeza, y por eso yo los quiero retratar así".
En caso de verla, háganlo con la mente abierta
De hecho, y ya finalizando, es el quinto proyecto del director que está centrado en el trabajo sexual. Estos son Starlet (2012), Tangerine (2015), The Florida Project (2017) y Red Rocket (2021). Además de obtener Anora cinco Óscar en las categorías de Mejor Película, Mejor Actriz, Dirección, Guión Original para Baker y Montaje (el estadounidense se encarga de ello en sus obras), se adjudicó la Palma de Oro en la última edición del Festival de Cannes. Múltiples distinciones más hay es su palmares, pero les recomendamos, en caso de que se decanten por verla, que no vayan guiados por ello. Tampoco por el humor ácido que rezuma ni el malestar general que podrían sentir al terminar de visionarla. Háganlo con la mente abierta y con la pretensión de explorar lo que su autor pretende mostrarnos. Y olvídense de dos detalles. El primero son las críticas hacia la romantización de la prostitución. Llegado el punto, saquen ustedes sus conclusiones. Y dos. Ignoren por completo las recientes acusaciones de plagio vertidas por la escritora Emily D. Warfield. En caso de ser así, el tiempo pondrá las cosas en su sitio.
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