El sin sentido bajo la lluvia
31/X/2019
Despertó después de haber dormido dos horas. Lo había hecho a ras de suelo, abrigado con un fino saco de dormir que le tapaba hasta la cabeza. Llovía de forma fina e incesante. Todo a su alrededor estaba humedecido y el frío que sentía en el cuerpo lo llevaba arrastrando desde hacía día y medio; cuando empezó aquella casualidad atmosférica.
Se despejó rápido. Su cuerpo y mente se habían acostumbrado hacía tiempo atrás a aquella rutina. Descansar para poder seguir recorriendo aquel lugar, aquella inmensa selva, y localizar las bases del enemigo. Cogían sus fusiles y demás artilugios bélicos e iban en busca de ellos. Estos también hacían lo mismo.
Enemigos. Desde que llegó a aquel paraje, incluso antes, se interrogaba a sí mismo sobre el concepto de la palabra misma y lo irracional de ella. Antes de estar estar allí disparando a gente con la que antes podría haberse saludado por la calle (o tomar un café o algún refrigerio) ya se lo planteaba.
***
Hubo un día que dos bandos empezaron a enfrentarse de esa forma. No sabía cuándo, pues antes de la fecha oficial del inicio de la contienda parece que ya había habido enfrentamientos. Aquello que llamaban país era un sitio enorme con sus distintos territorios y pueblos. Cada uno con sus propias singularidades, culturas, costumbres, lenguas varias,...
Uno de ellos decidió que la gente que lo habitaba decidiera con su voz lo que quería. Si formar parte de aquel Estado que pretendía ser el nexo de unión entre todos o seguir su camino de forma independiente. Tal vez, incluso, de esa consulta podría salir a la luz una nueva forma de relación. Podría ser.
Entonces se expresaron, pero, según la legalidad, esa voz no tendría sentido, ya que por ley no dispondría de valor. Se enfrentaban, por lo tanto, la leyes que hacían silenciar una opinión y lo legítimo de hacerlo. Tras esto se formaron los dos bandos con sus respectivas banderas ondeantes mientras empezaban a teñirse de sangre.
***
Y él estaba allí, en medio de uno de los dos grupos. Recordaba su indignación por el hecho de que su voz fuera considerada ilegal. No negaba el derecho a independizarse de aquel pueblo, aunque pensara que una nueva forma de relación sería lo mejor para después decidir si tomaba su propio camino o no.
No le encontraba sentido a aquella situación. Sobre todo hacia el tener que llevar aquel fusil que estaba manchado de sangre. Una sangre que era la suya propia y que provenía de un disparo que recibió en el brazo. El que le hirió fue abatido y a él le dieron su arma.
Toda aquella situación no tenía ni pies ni cabeza. No habría ningún bando ganador. Los dos perderían y el rencor dudaría generaciones enteras.
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