La historia del porro que se fumó sin darle importancia (XVI)
vice.com
Introdujo los pies en la arena. No es que la superficie estuviera caliente, pero quería sentir esa fría sensación. Además, estaban a mediados de febrero, por lo que la temperatura era bastante fresca, aunque no congelaba el cuerpo. Era por ello que había decidido ir a la playa. Quería pasar la mañana y contemplar el bravo oleaje que el temporal de apenas dos días atrás había dejado. Todo ello con la intención de relajarse. Era domingo, y tenía pensado desconectar de todo en aquella jornada.
Sacó el porro y lo fue a encender. Pero el viento, aunque no era muy fuerte, no le dejó hacerlo. Por ello, se desabrochó la chaqueta y la puso sobre la cabeza. Su intención era mitigar la fuerza de los soplidos de Eolo. Aún así, le costó un poco. Pero cuando lo prendió pudo dar una profunda calada. También bebió un sorbo de la pequeña botella de agua que le acompañaba. Desde la esquina en la que estaba podía ver el romper el romper de las olas contra las rocas. Estas eran lisas y cortantes por el efecto de la erosión, y en algunas zonas estaban repletas de moluscos que se pegaban a ellas con fuerza.
Antes de ello había dado un paseo de media hora mientras bordeaba la orilla. La poca gente que por allí también paseaba lo hacía de forma despreocupada. Sobre todo si lo hacían en solitario. Si iban en compañía hablaban de sus cosas en un ambiente de relax que únicamente pueden otorgar los momentos como aquellos. Incluso pido observar a un par de familias que tenían niños pequeños y algún perro. Jugaban alegremente mientras a él le daba por recordar cosas sin sentido. Quería dejar de lado el estrés del trabajo, y por ahora lo estaba consiguiendo.
En estas, mientras observaba a alguien que nadaba en aquellas frías aguas, pudo notar que otro salía de debajo de estas. Estaba practicando pesca submarina. Escuchó cómo llamaba a su acompañante, quien estaba sentado en una de las rocas habidas al lado de la orilla. El pescador alzó sus dos manos. En su derecha llevaba el arpón; en la otra un gran pescado. No pudo discernir de qué se trataba. La distancia no se lo permitía.
Entonces, con una sonrisa por lo que acababa de observar, miró en dirección a la cafetería. Ya estaba abierta. Cuando llegó andaban liados con los últimos preparativos antes de su apertura, así que decidió dar aquel pequeño paseo. Dejó que el peta se apagara antes de dirigirse a ella. Necesitaba tomarse un café. También leería el periódico. Cuando llegó, saludó al camarero, le pidió uno con leche en vaso y agarró el primero de los periódicos que allí había. Leyó los titulares de la portada mientras el chaval preparaba la bebida. Cuando acabó y se lo dió, le pagó con el dinero exacto y fue a una de las mesas que había en la pequeña terraza. Se puso en uno de los costados con la idea de no molestar a nadie con el humo del hachís.
Arrancó la bebida con un pequeño trago. Estaba caliente, pero no tanto como para que le quemara. Entonces agarró el diminuto pastelito con el que solían acompañar en aquel local esas consumiciones. Era un madalena cubierta de chocolate. Le quitó el envoltorio y se la llevó a la boca. Era esponjosa y dulce, pero dejaba la boca un poco pastosa. Así que dio otro sorbo con tal de pasarla mejor. Le supo a gloria. Acto seguido, fue directo al periódico, en concreto a la sección de "Local", y comenzó a leer la siguiente noticia:
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Detenidos en Bilbao cuando llevaban sustancias estupefacientes
Fueron identificados después de conducir un vehículo a gran velocidad
Dos hombres, de 27 y 30 años de edad, han sido detenidos esta noche en el bilbaíno barrio de San Francisco. Están acusados de un presunto delito contra la salud pública al serles incautadas sustancias presuntamente estupefacientes. Su intercepción se produjo después de que condujeran un vehículo a gran velocidad.
Los hechos han sucedido sobre las 00:15, ha informado el Departamento de Seguridad del Gobierno Vasco. Los cinco ocupantes del señalado vehículo fueron identificados después de que desde su interior saliera "un fuerte olor a marihuana". Por ello, los agentes procedieron al registro del auto y sus cinco ocupantes.
Durante el procedimiento, a uno de ellos se le encontró siete "bolsitas" que contenía una "sustancia en polvo blanca". También portaba tres pastillas en la chaqueta. Las primeras se hallaban en su ropa interior. Fue también que, en las prendas íntimas de otro de ellos, localizaron otras dos bolsitas con polvo blanco y otras 12 pastillas.
Con tal de dar comienzo a las pertinentes diligencias, los arrestados han sido trasladados a dependencias policiales. Pasarán a disposición judicial una vez haya finalizado este trámite.
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"Menos mal que he venido en autobús", se dijo tras acabar de leer. Siguió pasando las páginas queriendo encontrar algo que le interesara. Pero no había nada que le motivara. Al llegar a la sección de Cultura paró. Justo en ese instante se acordó de un texto que había leído el día anterior. Fue después de comer, cuando estaba sentado en el sofá mirando a las musarañas mientras escuchaba música. Así que fue al historial de internet y volvió a localizarlo. Pinchó en el enlace y volvió a prestarle atención de cabo a rabo.
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LOBO
10/VII/2021
Colocó suavemente aquel taburete y se sentó sobre él. Observó entonces el expositor que contenía las distintas botellas con los licores que había en su interior. Giró la cabeza y pudo contemplar el interior de aquel bar. Estaba oscuro e iluminado con una fina luz que dejaba ver el humo del tabaco que consumían las personas que allí había. Las mesas estaban separadas por columnas, recreando unos pequeños espacios que parecían particulares, pero abiertos a la vista. Parecía que el ruido de la música haría imposible que se escuchara las distintas conversaciones de aquellos que en ellas estaban. Una mesa de billar en el centro de la estancia, tres máquinas de dardos y un pequeño escenario desde el cual, de vez en cuando, se realizaban conciertos.
Alguien le toco el codo. Era uno de los dos camareros que en aquellos momentos se encontraban en el lugar. Le preguntó qué quería. “Una jarra de cerveza y unos frutos secos, por favor”. Mientras tiraba la bebida se percató de que había una mesa libre al fondo, justo la que estaba inmersa en la zona más oscura del local. El camarero dejó caer un reposa vasos y le entregó la bebida junto a los aperitivos. Le pagó al instante no sin antes indicarle que se iba a sentar en aquella mesa y que estaba esperando a alguien, por si preguntaban por él. Conocía al empleado, por lo que este no puso ningún inconveniente a ello. Cogió lo que había pedido y se dirigió al lugar escogido. Avanzó despacio. Se sentó en los bancos que daban a la pared. Enfrente, a unos diez metros, estaba la puerta que daba a los baños y al almacén. Sacó el móvil, también el paquete de tabaco y el mechero. Los dejó a su derecha, con la bebida y los frutos secos delante de él.
Dio un primer trago a la bebida. Estaba fresca y calmaba la sed. Lo próximo que hizo fue llevarse a la boca varios maíces, el aperitivo que le habían puesto. Lo hizo con la mano derecha, agarrando unos pocos y cerrando la mano. Se llevó esta a la boca alzando la cabeza suavemente, luego abrió un poco la mano dejando que su contenido se fuera deslizando al interior de su boca. Mientras los masticaba notaba la manera en que se iban partiendo e iban convirtiéndose en una fina masa que se iba endureciendo al contacto con su saliva. Después de tragarlo dio otro sorbo a la cerveza. Le ayudó a pasar el contenido y sirvió para que no quedaran rastros de lo consumido. Su temperatura era más que agradable. Se pasó la mano izquierda por el rostro y cogió un cigarrillo. Lo prendió y dio la primera calada. Fue profunda y dejó que le llenara los pulmones. Dejó que llenaran estos durante un rato y lo exhaló. La fina humareda parecía llenar el lugar. Estaba todo bastante tranquilo. Quince mesas repartidas por el lugar de las cuales estaban ocupadas la mitad. Movió el cenicero también hacia su derecha y cogió el móvil. Se puso a leer el periódico mientras fumaba el cigarrillo y dejaba la ceniza creada en el cenicero.
Leía los titulares. Si alguna noticia le parecía interesante lo hacía con todo su contenido, aunque en realidad lo hacía con la intención de gastar un poco de tiempo. Se paró en la zona de deportes. Ahí centro su atención. Después de tanto tiempo le seguía fascinando la manera en que realizaban las distintas crónicas, la forma que tenían de describir las hazañas de los distintos deportistas o la capacidad de narrar lo acontecido en una etapa ciclista o un partido de cualquier deporte. Centró su atención en el combate de boxeo que se había celebrado la noche anterior en esa misma ciudad. Él había estado allí y, aún así, le sorprendía los diferentes puntos de visión que tenían los narradores respecto a la impresión que había sentido. Leyó tres diferentes, todas ellas con un estilo personal que dejaban ver la pasión que estos le conferían a lo que habían vislumbrado. Aquella habilidad a la hora de usar la palabra con el propósito de describir una situación. Todos ellos lo hacían sobre lo mismo, pero lo hacían de una manera tan diferente entre ellos... cada uno reflejaba una pasión que, por momentos, parecía que se complementaran y se pudiera crear una sola uniéndolas con la suya. Estaba completamente absorto. Entonces dejaron otras dos jarras de cerveza sobre la mesa junto a más aperitivos. Era la persona a la que estaba esperando. No se había percatado de su presencia. “Te estás volviendo descuidado, viejo amigo. ¿Llevas mucho tiempo aquí?”, le dijo con una sonrisa.
Le devolvió la sonrisa. No, a decir verdad llevaba media hora, pero había querido llegar un poco antes y, de esa forma, poder aislarse y estar consigo mismo antes de que llegara. Su acompañante se sentó despacio. No perdió la sonrisa en ningún momento y siempre le miró a los ojos con los suyos, marrones oscuros que contrastaban a la perfección con su tez morena plagada de esa sombra de barba de una semana que acostumbraba a llevar desde mucho antes de que se conocieran. Sacó un paquete de tabaco y le ofreció un cigarrillo antes de encender uno. Rechazó la invitación, acababa de terminar uno. Terminó de un trago los restos de su cerveza mientras el otro empezaba la suya e iba cogiendo maíces de uno en uno. “Hacía tiempo que no nos veíamos. Pareces más viejo, pero no has cambiado nada. Tal vez tienes la vista un poco más cansada, pero nada más”, le dijo. “Tengo la misma impresión sobre ti”, contestó. Habían pasado casi doscientos años desde que se vieron por última vez. Doscientos años desde que terminara aquella maldita guerra que casi acabó con todos ellos y les obligó a vivir de una manera nómada con tal de no ser descubiertos, aunque siempre había posibles noticias sobre ellos y el folclore parecía estar cargado de sus historias. Pero ahora estaban allí, sentados igual que en los viejos tiempos. Él, un impuro que había recibido aquella existencia por parte de aquel, quien había nacido con esa condición después de que le engendraran sus progenitores, aunque nunca le reveló si eran puros o convertidos, aunque eso le volvían a él en un “Sangre Pura”.
“Parece que todo vuelve a empezar de nuevo”, comenzó diciendo. “El ego se ha vuelto a apoderar de nuestra especie. El ansia de poder se está volviendo a repetir y están cometiendo las mismas barbaries que en tiempos anteriores. Dos facciones, otra vez dos facciones. Puros contra impuros, lo puro contra lo impuro. Gente de primera contra los de segunda y todo por esa maldita sensación de creernos superiores unos entre otros y hacia los humanos. Ganado, ¿te suena? Los están volviendo a considerar como tal. Las dos grupos presentan unos planteamientos iguales. Simplemente les separa eso, si son puros o no. Los que no lo son se están apresurando a traer infantes al mundo que no tengan esta condición. Vuelven a alimentarse de humanos. Nuestra naturaleza animal parece haberles vueltos a poseer y se dejan llevar por ella. Juegan con ellos, los amedrentan, acorralan y después los consumen. Lo llevan a cabo igual que un deporte, como si en la caza del zorro los humanos fueran estos y hubiera que cazarlos simplemente para pasar el rato. Inferiores. Les ven así. Un simple ganado que tiene que estar dispuesto a servirlos. Si supieran cuántos de nosotros han logrado avances de los cuales nos beneficiamos todos, tanto ellos como nosotros, y las veces que hemos colaborado abiertamente, aunque siempre sin mostrar nuestra identidad. Somos la tercera parte de este conglomerado y nos vamos a ver obligados a tomar otra vez cartas en el asunto. He visto cuatro guerras en mis 1.500 años de vida y nunca han traído nada bueno. Y en esta, amigo mío, parece que las que llevamos de perder somos nosotros, los que pretendemos seguir viviendo desde el anonimato disfrutando de los placeres de este mundo y lamentándonos por su barbarie".
Lo observó atentamente. Él “simplemente” tenía poco más de 500 años. Sabía lo embriagador que resultaba su naturaleza. Su fuerza, su aparente inmortalidad, sus finos sentidos, el poder transformarse y vagar desnudo bajo la luz del Sol o de la Luna. El ego que se adueñaba de uno al ver como inferiores a aquellos que en un momento dado fueron como él. Es cierto que no podía comprender lo que sentían unos “Sangres Puras”, aquellos que no habían experimentado la naturaleza humana a pesar de caminar junto a ellos o emparentarse con ellos. En esos casos nacía otra clase de “Sangres Puras”, aunque sólo lo fuera por una parte. Así se dividieron durante toda su historia sobre la cual no parecía saberse sus orígenes. Los nacidos por dos “Sangres Puras”, de uno o los que habían recibido esa condición por alguna de esas partes, como era su caso. No había ninguna diferencia entre ellos, no sucumbían de forma natural, disfrutaban de la naturaleza del lobo cuando querían o sentían la necesidad de ello (los cuentos de la Luna Llena eran supercherías, al igual que la alergia a la plata), dejaban de crecer al tener unos 35 o 40 años a no ser que fueran creados, entonces quedaban “atrapados” en esa imagen. No tenían diferencia en fuerza o sentidos, no se diferenciaban en nada, solo en la forma de venir al mundo y en la dura transición que experimentaban hasta que conseguían aceptar su condición (si habían sido creados). También en las diferentes personalidades. Algunos disfrutaban de la soledad, otros de la compañía, pero al igual que el lobo y los humanos eran seres sociales. Y al igual que los humanos eran solidarios, egoístas, creativos, destructores,… Un híbrido que algunos creían perfecto y que debería dominar el mundo sin contar a los que consideraban “ganado”.
Acabaron la cerveza y salieron del local. Estuvo todo el rato pensando sobre lo que le había dicho y las noticias tan “extrañas” que ocupaban últimamente los periódicos. Sí, todo parecía indicar que había comenzado de nuevo. Y él, como hace 200 años, estaba otra vez a punto de luchar por su supervivencia. En aquella ocasión logró sobrevivir milagrosamente. Se firmó una tregua en el momento que peor lo estaba pasando. Fue atacado y logró recuperarse, pero estuvo inconsciente durante una semana. Al despertar parecía que había finalizado aquella confrontación de más de 50 años. Y esta, aunque no sabía cuánto iba a durar, parecía que iba a ser más cruenta. Nuevos tiempos, nuevas tecnologías, el mismo instinto, el mismo conflicto. La noche era fresca y estaba nublada. Una suave brisa traía el aroma del lago que había a las afueras de la ciudad. “Llevo sin transformarme desde hace 200 años. Me prometí que no lo volvería a hacer a no ser que fuera necesario. Y parece que ha llegado el momento. Necesito hacerlo en paz una última vez. Antes de la lucha cuerpo a cuerpo. Dame dos horas y quedamos en el claro que hay en aquel valle.” Su creador le hizo un gesto afirmativo. Fue a su furgoneta y se despojó de la ropa. La dejó en el maletero. Acarició la fina hierba con los pies. Respiró profundamente. Dirigió toda su energía hacia su estómago y corazón. Este se aceleró mientras el nudo que en el estomago se creaba pasaba a su columna vertebral al transformase y hacerle ponerse de rodillas. Sus huesos, sus músculos y órganos se iban mutando en medio de un inmenso dolor mientras su cuerpo se iba llenando de un vello marrón. El dolor era insufrible, pero termino rápido. Sintió una inmensa paz. Ahora podía correr, saltar, aullar, oler la noche y los rastros que había dejado el día. Contemplo el horizonte desde un risco y vio el valle al que se dirigía. Sus fuertes pezuñas golpeaban el suelo mientras iba al lugar acordado.
A medio kilómetro del lugar se paró en seco. Estaba todo en silencio, pero podía escuchar un quejido lastimero. El olor era el de su creador y parecía que no estaba solo. No eran otros congéneres, eran humanos. Aulló al cielo y le contestaron otros tres. Pero estaban lejos. Demasiado lejos. Tendría que actuar en solitario. Fue hacia allí. Todo estaba en un profundo silencio, pero el olor humano era inconfundible. Sobre el suelo estaba el impactante cuerpo de su creador convertido en lobo. Era negro, imponente y majestuoso, un poco más grande que los lobos normales. Parecía adormecido, pero se notaba que había sido golpeado. Daba la impresión que estaba allí como un señuelo. No conseguía dar con los humanos, pero su presencia era palpable. Eran muchos. Notó entonces la manera en que aquel perdía su estado natural, su perdida de pelo, la forma en que se retorcía mientras iba volviéndose a su estado humano. Respiraba angustiado, de una forma entrecortado, el sudor que le recorría el cuerpo dejaba que se reflejara la luz de la Luna. Finalmente, pareció quedar completamente inconsciente. Cuatro hombres salieron entonces desde las sombras. Lo ataron de pies y manos y lo izaron para después meterlo en una furgoneta que apareció siendo escoltada por una decena de coches negros. Se lo llevaron del lugar. “La guerra ha comenzado, pero no es entre nosotros”, le susurraron al oído. Miró a su derecha. Allí había una loba de color gris y blanco con unos ojos que rezumaban rabia por lo que acababan de presenciar. “Ha sido una trampa. Saben de nuestra existencia y parecen estar dispuestos a exterminarnos. Lo más seguro es que lo lleven a un laboratorio y le hagan pruebas. Así nos comprenderán mejor. Posiblemente descubran cosas de nosotros que ni siquiera sabemos. La única esperanza que tenemos es que sigan sobre la tierra los Antiguos. Los que caminaron antes de que fuera fundada Roma, los que aullaron antes de que Egipto se llamara como tal. La guerra no es entre nosotros. Todo ha sido una orquestación.” En ese instante llegaron los otros dos. Los cuatro comenzaron a aullar.
***
Llegados a este punto, se volteó y dirigió la mirada al chaval que estaba en la barra. Aunque estaba lejos, se le notaba cansado. "No tiene cara de haber estado de fiesta, pero tiene pinta de que ayer le tocó cerrar", pensó. Estaba atendiendo a una pareja con dos niños pequeños. Estos estaban a la vera de sus padres después de la bronca que les habían echado tras estar corriendo de un lado a otro. Cuando acabó de ponerles el pedido, la familia se dirigió a la terraza. Por su parte, él acabó el café y se dirigió a la barra con los trastos y el periódico. Se lo dejo en la barra y se despidió del chico. Cogió rumbo a la parada de autobús.
Este tardó unos cinco minutos en llegar. Y el trayecto hasta la parada más cercana a su casa duraba casi media hora. Tiempo suficiente con tal de sumergirse en algún disco y disfrutar de un paisaje que iría dejando atrás la naturaleza hasta imbuirse en lo urbano de la ciudad. Cuando llegó, saludó al chofer y este hizo lo mismo. Pero no le escuchó, iba con los cascos puestos. En su aparato sonaba el "Remission" de Mastodon. Era de 2.002 y le parecía que la mezcla de thrash metal, hardcore, psicodelia y progresismo estaba bien fundamentada. Además, resultaba un álbum fresco, directo y potente. Algo en lo que seguirían adentrándose en su "Leviathan" de dos años después.
Al llegar a su destino tuvo que ayudar a una mujer mayor a apearse. Iba cargada con un carro de tela en el que llevaba algo bastante pesado. No podía ser la compra, pues era domingo. Pero a él qué le importaba lo que llevara o no. La auxilió y se despidió de ella. Cogieron direcciones contrapuestas. Miró el reloj. Era la una y media del mediodía. Cuando llegará a casa comería y se ducharía después de fregar los cacharros. Luego, cuando entrara la tarde, saldría a dar una vuelta con su compañero de aventuras.
***
Llegadas las cinco se dispuso a dejar aquellas paredes. Pero justo en ese momento le llegó un mensaje. "Llegaré unos 10 minutos tarde", decía. "Vaya", pensó, "no pasa nada, sólo tengo esperar un poco más". Así que, tras salir y dejar atrás la puerta del portal, se dirigió a la boca del Metro más cercana. Este estaba tranquilo, casi no había nadie. Pasó la tarjeta por el lector y se dirigió a unas escaleras que, al bajar, daban con el lugar por el que entrar al tren.
Cuando se subió estaba prácticamente vacío. Poco más de 5 personas subieron en el trayecto. Por lo menos que él pudiera verlas. La misma cantidad de personas lo abandonaron. Al llegar a su destino giró a la izquierda, hacia la salida que daba al lugar al que se dirigía. Tras subir por las escaleras mecánicas, y dejar atrás la galería comercial que allí había, llegó a un pequeño parque. Este tenía una serie de bancos y una cubierta despejada, por lo que, en caso de que lloviera, la gente no podría protegerse de esta. Tendrían que ir a otro lugar. Por fortuna, cerca de allí había un centro cultural al que la gente solía ir, incluso en días de mucho calor con tal de estar a la fresca.
Vio el bar en el que habían quedado. Estaba justo enfrente. Sólo tenía que cruzar el paso de peatones y andar unos 25 metros en una pequeña cuesta que dejaba a la derecha la pequeña terraza del local. Cruzó la puerta que estaba a su izquierda y se dirigió a la barra. A la chica que allí estaba le pidió una cerveza rubia en botella, pero que fuera de las grandes. Esta le dio a elegir entre cuatro. Se decantó por la que, en su opinión, era la más liviana y agradable. Tras pagarle, fue a la la sala interior que allí había. Subió unas escaleras hasta la parte más alta de la zona y comenzó a leer un poco mientras hacía tiempo. Se había adelantado. Llegó como si su compañero de aventuras fuera a llegar a lo acordado en un primer momento. Así que tenía quince minutos por delante.
Por lo tanto, y con tal de hacer un poco más agradable la espera, le dio por buscar algo de humor. Recordó una historia que había leído tiempo atrás. No sabía si podría volver a encontrarla, pero si buceaba un poco, y ponía un poco de empeño, fijo que no tardaría en localizarla. Además, tenía a Ghostface, el malo malote de Scream, entre los protagonista. Pero, pensándolo mejor, si lo buscaba sólo teniendo a él presente le costaría más. Así que decidió hacerlo con otro aspecto que le vino a la memoria: el descubrir de un exoplaneta gigante. Poco a poco, y con un poco de paciencia a pesar de alterarse en algún momento por no localizarlo, lo encontró.
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08/V/2020
- ¡Buah, tío! ¡Esta "gamya" está de muerte! No sé si será por todo el tiempo que hemos estado encerrados en casa o porque esta vez te lo has currado un "güevo" en la cosecha. Te doy mi enhorabuena. Pero hay algo que no entiendo. Ghostfy: explícanos otra vez esa movida tó chunga que nos acabas de explicar.
- ¡Joder tíos! ¿En serio os lo tengo que explicar otra vez? Imagino que desde el principio…
- ¡Sí…!
-¡Joder, sois más pesados que una vaca en brazos! Tanta mierda os está derritiendo los cerebelos… ¿Por dónde empiezo? A ver, pues resulta que en una de las islas de Hawái, en la de Mauna Kea, hay un periscopio de esos que son enormes y sirven para poder ver hasta los granos de los culos de las estrellas. Parece que han encontrado un planeta que tiene tres veces la masa de Júpiter. Este grandullón da vueltas sobre una estrella que se llama Kleper 88 . ¿Hasta aquí todo claro?
- Pozí…
- Le han llamado Kleper 88 d. La letra se la han puesto porque alguno tuvo la idea de poner el nombre de la estrella y la letra del alfabeto que corresponde al momento que lo han pillado respecto a sus colegas. Este tiene otros dos colegas que se llaman ‘b’ y ‘c’. Los otros dos también son grandes de cojones, no como el ‘d’, pero son gigantescos. El primero es parecido a Neptuno y el segundo se parece a Júpiter. Vamos, que son grandes de cojones.
“Dame una calada, que tengo que coger fuerzas. ¡Pues sí, me ha quedado de puta madre la cosecha! ¿Por dónde iba? Vale, ya sé. Lo cojonudo del gigantón es que no da vueltas alrededor de su estrella de forma circular, sino que se va acercando y alejando. Tarda cuatro años en hacer todo ese viaje, creo que le llaman elíptico. Pero lo que es la ostia es que los otros dos tardan once y 22 días en dar la vuelta alrededor de su sol ¡y no llevan gafas para disimular el ‘morao’!
"Pero lo flipante del tema es que el ‘c’ da por culo al ‘b’ a la hora de que gire alrededor de la estrella, parece que le fuera empujando y va cambiando su forma de orbitar cada dos vueltas, como si estuviera en un columpio. Así putea el ‘c’ al ‘b’. Lo más flipante de todo es que el cabrón del ‘d’ podría estar haciendo lo mismo con los otros dos, vamos, que es un tocapelotas con unos "güevos" enormes. Y aquí viene lo más curioso de todo.
"Parece ser que Júpiter es el "segurata" de nuestro Sistema Solar, el que hace que cometas, asteroides y cosas de esas vayan donde él y que no destruyan planetas o que lleguen otros con agua. Se rumorea que es el responsable de que Marte tenga el tamaño que tiene. Y es viejo, muy viejo, más que el Sol. Imaginaros lo que ese gigante puede hacer por sus lares, ¡es el puto amo! Pero, ¿sabéis cómo se han catado de todo este trapicheo espacial?
"Parece que con el periscopio captan la luz que emiten las estrellas. Las vigilan hasta que ven una sombra pasar por ella y así saben que tienen un planeta. Seis años han estado mirando esa bola de gas que está a 1.242 años luz. ¡Seis años! Los mismo que este tío de mi derecha lleva mirando a su vecina por la ventana sin invitarla a salir".
-¡Cabrón! ¡Cállate y pasa el fumeque, que te lo vas a calzar a cara chucho!
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Al acabarlo, y con una sonrisa en el rostro, le dio un trago a la cerveza. "Joder, qué chiste más malo; tendrían que tirar al autor por un puente, pero que caiga al agua, que esté blandito", barruntó. Entonces, le dieron un toquecito en el hombro. Era su compañero de aventuras. Venía con dos birras. También traía una bolsa de patatas y aceitunas.
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