La historia del porro que se fumó sin darle importancia (XV)


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Le pareció que llamaban al timbre. Pero no estaba seguro. Así que bajó un poco la música. Entonces sí, volvieron a llamar y descolgó el telefonillo. "Cartero", contestaron al preguntar quién era. Accionó el botón que abría la puerta del portal y colgó el aparato. Regresó el volumen al nivel que estaba y continuó fregando los cacharros. No eran muchos, pero los suficientes con tal de hacer una curiosa torreta. En estas, mientras seguía con la tarea, creyó oír que de nuevo reclamaban.

Pero esta vez era a la misma casa. Se secó las manos con un trapo tras cerciorarse que dejaba el grifo cerrado y atravesó el pasillo. Una vez estuvo en la puerta miró por la mirilla. Era el cartero. Le abrió. "Tengo un paquete para tí". Se conocían desde hacia tiempo, así que pasó por alto el trámite de identificación. "Qué raro, no he pedido nada".

- Ey, yo no sé nada, pero está a tu nombre.

- Alguien me lo mandará. ¿Dónde hay que firmar?

- Aquí mismo-, comentó mientras sacaba aquel aparato que parecía un móvil de tiempos antediluvianos. Incluso hasta un datáfono enorme. Le ofreció aquel extraño cacharro que hacia las veces de bolígrafo.

Lo agarró con disgusto. No se acostumbraba a aquel tramánculo. Con él no había forma de firmar correctamente, y el resultado no solía ser el esperado. Aún así, no le quedaba otra que completar el trámite. Con dificultad, plasmó su rúbrica y se despidió del chaval. Este le devolvió su correspondiente parte del saludo de partida.

Cuando cerró leyó el nombre del remitente. "¿Berta? ¿Pero qué narices...? ¿Qué hace mandándome un paquete cuando me lo puede entregar en mano?". Fue a la sala de estar y se sentó en el sofá con la intención de abrirlo. El envoltorio lo quitó despacio, casi hasta con respeto. En su interior había una pequeña caja de cartón y, dentro de esta, descubrió una taza junto a una nota.

"Tu amigo de aventuras me ha comentado que te gusta coleccionarlas. Así que, por todo el coñazo del otro día, te regalo esta. Hiciste bien en marcharte a casa. Llegamos a alargar demasiado la velada.

Un saludo;

Berta".

Estaba confundido. "Bueno, no hay mal que por bien no venga", pensó. Lo que a continuación haría iba a ser lavarla. Aprovecharía que estaba con ello y, después, la pondría en la estantería que en la sala tenía dedicada a ellas. Pero con tal de cerciorarse de que su impresión había sido la correcta, volvió a leer el escrito que tenía grabado. "Antes de nada, mi dedo corazón te saluda", decía mientras lo acompañaba con la imagen de un corte de mangas. "La madre que los parió, esto es cosa de él, fijo", rumió mientras se reía con la ocurrencia. "La pondré en una zona presidencial".

***


Cuando subió al autobús pasó la tarjeta de los viajes. Era una de esas que tenía 10 en total. No solía coger mucho el transporte público, por norma general iba andando, pero la solía tener por si acaso. Lo hizo tras ascender los cuatro escalones que había. Saludó al chofer y fue a la parte de atrás del vehículo. Se sentó en uno de los asientos que estaban al lado de la puerta de salida. Así que, si no había novedad, sólo tendría que levantarse y apearse.

Era un trayecto de unos 15 minutos. Lo suficiente con tal de escuchar un poco de música. Necesitaba relajarse. Nunca había estado en el sitio al que se dirigía y, además, el que hubiera una charla después de la película que iba a ver le ponía nervioso. Puede que no interviniera en el coloquio, pero el mero hecho de pensarlo le alteraba. Siempre había sufrido una especie de miedo escénico y, aunque con el paso de los años hubiera disminuido, lo seguía sintiendo. Sobre todo cuando hablaba en público.

Trató de sumergirse en la música. Era algo bruta, pero en esos momentos de nerviosismo le ayudaba a relajarse. En concreto, el "Tomb of the Mutilated" de . Siempre había tenido la duda de si eran más viscerales las letras o la orquestación, pero era un trabajo que le sumergía de principio a fin. Era, por decirlo de alguna forma, casi perfecto. Y comprendía que a mucha gente no le gustara. No era fácil de digerir, aunque a él le apasionó desde el primer momento. En ello contribuía mucho la voz del cantante, Chris Barnes. Todo ello en conjunto le seguía sorprendiendo cada vez que lo ponía, y eso que era un trabajo que salió al mercado en 1992.

***


Al llegar a su destino bajó del autobús. Lo hizo en una parada cercana a la del tranvía. Y los raíles de este estaban rodeados de una fina hierba. A unos 200 metros pudo contemplar el puente que daba al otro lado del río. Era de madera, y en aquella orilla solía moverse parte de los universitarios de la ciudad. En el margen en el que estaba sucedía lo mismo. De hecho, el lugar al que iba pertenecía a una de ellas. Tenía una tienda y daban conferencias, además de otras actividades y disponer de una especie de cine. Y era a este último al que se dirigía.

La planta baja del edificio tenía unas enormes cristaleras en vez de paredes, lo cual le daba un toque de transparencia y familiaridad. Disponía, además, de un pequeño pórtico que, en caso de estar lloviendo, le hubiera protegido de esta, pero no era el caso. Cuando estuvo bajo él encendió un cigarrillo. Quedaban 20 minutos antes de que empezara la proyección, por lo que podría fumarlo pausadamente y acceder al recinto con tranquilidad.

Cuando terminó, lo apagó y lo dejó en un cenicero que allí había. También vio un paragüero enorme que funcionaba con unas pequeñas llaves que estaban incluidas. Aún así, notó que si alguien quería llevárselos lo tendría fácil. Traspasó la puerta y se dirigió al puesto de entrada dejando a su izquierda aquella tienda que le sorprendió por su pequeño tamaño, pero también por la enorme cantidad de productos que ofrecía. Le preguntó a la chavala que estaba allí por el lugar al que le quería ir. Le indicó que al fondo, donde había otras dos personas vestidas con un uniforme negro. "¿Y los baños?". Estos estaban en el pasillo que había detrás de aquellos.

Se dirigió al aseo. Tenía que mear con urgencia. Al entrar en el corredor estuvo atento a la señal de hombres. Al verla, entró a la pequeña estancia. Tras hacer lo que tenía que hacer se lavó las manos. Mientras lo hacía se miró en el espejo. Tenía unas buenas ojeras, pero por lo menos no estaba morado. Había fumado un porro por la mañana y, a pesar de aquello de petardo mañanero, hinchado el día entero, se le había pasado hace rato. Así que tomó dirección al salón.

Antes de entrar mostró la entrada a una de aquellas dos personas. Esta le pasó un lector de QR. Hasta ese momento no se había fijado que lo tenía. "Joder, qué moderno", les dijo. "Cosas de la tecnología, puedes pasar", contestó el chico invitándole a ello con un gesto de su brazo izquierdo. "¿Da igual el sitio"?, preguntó sorprendido. "Sí, no hay ningún problema".

Les dio las gracias y entró. Se sorprendió por lo grande y espacioso que era aquel lugar. Al fondo estaba el escenario y lo que le pareció una pantalla enorme. "Vaya, ¿la proyectarán con un cañón?". Se volvió hacia la parte de atrás y notó que así era. Pudo ver el aparato. Todavía anonadado por lo presenciado, se puso en la cuarta fila de la parte de atrás. Justo en el medio. Mientras iba entrando más gente, sacó el móvil con tal de hacer tiempo. Quedaban poco menos de 10 minutos, por lo que leería algo. Pero nada relacionado con la película. No lo había hecho hasta entonces, y no lo iba a hacer ahora.

***


Antes de que comenzara hubo una pequeña charla de 20 minutos sobre el estudio de la fecundación humana. Sobre todo por su posibilidad de hacerlo en el espacio exterior, en ingravidez. El motivo era averiguar cómo afectaba, en especial, a los espermatozoides. Ello teniendo en cuenta que una de cada ocho parejas a nivel estatal padecían la infertilidad, ya fueran mujeres o varones. Y es que la conferenciante estudiaba el gameto masculino. Aunque le pareció interesante, sobre todo cuando relataron los futuros experimentos que pensaban hacer en la órbita terrestre, estaba deseando que arrancara la pelicula.

Esta era "High Life", una tétrica tragedia ambientada en pleno espacio. Estrenada en 2018 por la directora francesa Claire Denis, narraba la historia de Monte con la casi única compañía de su hija Willow. Con constantes saltos al pasado, y abruptos adelantos temporales, iba mostrando cómo unos delincuentes habían sido engañados con tal de que lograran un combustible prácticamente infinito siendo dirigidos a un agujero negro.

Además, bajo la férrea custodia de la doctora Gibs, eran sometidos a experimentos que buscaban perpetuar la especie humana en el basto universo. Sin misericordia, ni empatía ninguna, el oscuro secreto de esta también era revelado mientras logra que la niña venga a la vida. Por muy increíble que parezca, su ritmo pesado le sorprendió por todo lo que contenía en su primera hora. Explicaba prácticamente todo los pormenores del largometraje, por lo que su desenlace estaba en la casi última hora final. Es decir, le pareció que sólo tenía dos actos.

Una cosa que le encantó era la forma en que explicaban la dilatación temporal sin recurrir a la paradoja de los hermanos. Lo hacía con lazos de sangre, entre padre e hijo. Aquello le pareció fascinante. Eso y la locura latente provocada por la inmensidad del espacio. Le dio la sensación de que podría valer igualmente en una película de náufragos en el mar. Y es que, en el fondo, los tripulantes de aquella nave espacial eran eso mismo.

Incluso, percibir la forma en que Robert Pattinson lucha constantemente contra ello a lo largo del tiempo, y cómo hace mella en él, sólo era comparable a la psicopatía de Juliette Binoche. Ella, que representaba todo la anti ética científica, el Prometeo personificado en una "femme fatale", parecía inspirada en el mismísimo Josef Mengele.

***


Fueron pasando los minutos en una lúgubre iluminación con planos secos y cortantes. La poca luz que había se daba en un pequeño huerto, sobre todo cuando este era regado. Y aunque no dejó de ver más de una reminiscencia de "2001: Una odisea del espacio", nunca tuvo presente "Interstellar". Mejor así, aunque después supo que el físico experto en agujeros negros Aurélien Barrau también había trabajado en ella. Y si de luz volvía a hablar, los grises estaban presentes en las escenas de dominación como si pretendieran esconder mucho más de lo que se muestra, queriendo hacer creer que no todo es blanco o negro cuando el largometraje lo muestra de esa manera.

"Jugar a ser Dios mientras la pureza se ve manchada de la sangre que antes había teñido el suelo", pensó. "Que los hijos carguen con la culpa de los padres", rumió. Y, finalmente, se sorprendió al descubrir una alegoría de la mismísima Virgen María y el Espíritu Santo que daría como fruto del vientre de esta a Willow. ¿Estaría llamada ella también a ser el Ungido habiendo sido sin pecado carnal concebida? ¿O sería el germen de la acción del mismo Diablo queriendo emular a aquel al que se rebeló? Porque si de querer jugar a Dios se trata... qué mejor manera que hacerlo dando continuación a las oscuros actos que llevó a Gibs hasta allí. "Creced y multiplicaos, llenad el espacio y sometedlo", diría esta distopía no apta para todos los estómagos.

***


Al salir se encendió un cigarro. Estaba dándole vueltas al metraje, pero por arte de magia pasó a hacerlo sobre la charla que hubo después. No participó, pero escuchó cosas bastantes interesantes. Mientras la gente pasaba a su lado le dio por mirar el móvil. Tenía un par de mensajes. Ni se había dado cuenta de que se los habían mandado. De hecho, tenía el volumen quitado. Tampoco dejó el vibrador. Eran de su compañero de aventuras y Berta. Le decían que estaban en un garito en mitad del camino que tenía para regresar a casa. Les contestó diciendo que le esperaran, que tardaría 15 minutos en llegar.

Tras apagarlo, tiró la colilla en el mismo cenicero de antes de entrar. Comenzó a caminar. Mientras lo hacía, iba rememorando el debate que hubo después. La primera persona que intervino, por la voz era una persona mayor, inquiría en que le había llamado la atención el ritmo, pues era contrario al con el que nos envuelve la vida en la sociedad actual, la cual pide que todo se haga cada vez más rápido. Respecto a esto, la conferenciante expresó que ya había advertido que era lento y plagado de silencios, pero que quería adentrarse en el lado ético que se sustraía el largometraje. Y es que, actualmente, no mandarían una persona embarazada al espacio con tal de comprobar cómo afectaba la radiación, comentó partiendo de lo propuesto por una segunda personalidad.

He ahí que, centrándose en ese componente ético, la siguiente que se explayó recordó la exposición "Human bodies" que hacía unos años estuvo también en la ciudad. Esta mostraba los cuerpos de gente fallecida con tal de que visualicemos nuestro interior, aquello que está bajo nuestra piel y no apreciamos. Lo conectaba con lo íntegro ya que creía recordar que aquellas gentes, chinas todas ellas, habían sido condenadas a muerte. "Si no fuese ético no hubiera sido aquí expuesto", señaló la protagonista a la par que detallaba que en la universidad también estudiaban cadáveres de los que donan sus organismos a la ciencia.

El siguiente que se adentró en el debate hizo una loca comparación, pues decía que esos reos parecían que, retrotrayéndose siglos atrás, hubieran sido enviados a la gran cárcel que fue en su momento Australia. También planteaba si el papel de Binoche habría pasado actualmente un estudio psicológico con tal de ejercer el mando que ostentaba. La respuesta fue negativa, pues pensaba que nadie con un perfil así pudiera dirigir algo semejante, además de que se mandan los pormenores de los estudios a Comités para ver si se puede realizar según los parámetros éticos.

Acto seguido, fijándose en la falta de estímulos que podríamos denominar comunes, notaban que Willow, habiéndose criado con unos que serían antinaturales, tuviera sentimientos "tan normales". Y es que, a pesar de crecer aislada de la civilización, tenía perfectamente interiorizados los conceptos de bien y mal; la empatía que se nos presupone. La respuesta fue que dependería de los valores que Marte le inculcó incluso estando siempre sola con él. Por lo tanto, reflexionaba, sería complicado entender "de dónde le han venido". Aunque, incluso se le escapasen, ahí entrarían las pautas del comportamiento humano. Pero estaría la posibilidad de que la directora hubiera querido "humanizar" a la niña.

En opinión de la que fue detrás era la combinación de lo infundido por su padre y las imágenes que de la Tierra ve desde que estaba en la edad de la cuna. Pero quería adentrarse en el final, el cual consideraba abierto. Algo que, partiendo de las entrevistas concedidas, y desde el punto de vista de la oradora, era lo que pretendería la directora. El oyente no prestó mucha atención al que habló a continuación . Y es que lo hacía sobre la casi velocidad de la luz con la que viajaba la nave con tal de simular la gravedad en ella. Esto le interesaba, pero meditó que si hubiera estado alerta podría haberle sacado partido. Aprender algo sobre lo que comentó. Pero a lo hecho pecho, no había marcha atrás. "Al igual que en toda la historia", reflexionó.

Entonces volvió a intervenir el de la cárcel de Australia. Señalaba, en colación al desenlace, que su significado, basándose en todas las señales marcadas por la sangre que había habido hasta el momento, reflejaba un final abocado al desastre. Ello pese al luminoso instante que mostraba la película. Sería, por lo tanto, que la que a continuación intervino haría referencia a que, tanto padre como hija, iban vestidos de forma natural. Aceptando con normalidad lo que les esperaba. La exponente comentó que ella entendía que se adentraban en el Agujero Negro, pero que no sabía lo que había pretendido mostrar la directora.

***


No le dio tiempo a reflexionar más. Aunque le hubiera gustado. Había llegado al local en el que estaban aquellos dos. Tenía la puerta abierta, y a su flanco derecho estaba el portero. Miró al interior y les vio apoyados en la barra del fondo. Estaban conversando. Encendió un cigarro y le pregunto al hombre que qué tal iba la noche. "Por ahora tranquila, ya veremos después". Le hizo una llamada a su compañero. Al notarla, cogió el móvil. Colgó. Le saludó y, mediante una seña, le dijo que le pidiera una cerveza. Le contestó mostrándole el pulgar de su mano derecha. Cuando acabó de fumar lo dejó en un cenicero, le dio las gracias al de seguridad y entró. Mientras iba hacia ellos dejó a su izquierda la otra barra. Una vez en su objetivo, le dieron el trago.

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