EL FRUTO QUE ABONÓ SIN PERCATARSE

Hablando, hablando estuvo consigo.

Y fue una conversación amena,

incluso bastante interesante.

De aquellas que se suelen recordar

en los más gratos momentos de ocio.


Y hablando se encontraría a sí mismo.

Y fue una conversación tranquila,

de las que suelen ser relajantes.

De aquellas que nos solemos guardar

mientras las forjamos en tesoro.


Así pasaron las horas:

conversando con él mismo

a la par que iba descubriéndose,

a la par que iba desnudándose.


Fue que contemplado su alma

descubriera su corazón:

a la par que iba desnudándose

sin tener un espejo delante.


Fue él mismo su propio espejo:

como si sus miedos reflejara

mostrándole sus virtudes.


Fue él mismo sus propios sueños:

hasta dulcificó pesadillas

al volverlas en paisajes.


Y hablando dejó de ser cautivo.

Y sintió el frescor de la mañana

sin el peso de velados lastres.

De aquellos que nos pretenden frenar

en los círculos más que cerrados.


Así fue que vio lo boreal

desde su primor y esplendor:

de las ataduras quitándose

a la par que iba desnudándose. 


Fue él mismo su propio fruto: 

aquel que poco a poco abonara

sin apenas percatarse.



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