EL NÓMADA

 31/I/2021


Partió con rumbo hacia alguna parte

siguiendo la dirección del Sol

apoyándose en un grueso bastón

con que se ayudaba al caminar

mientras sabe la hora

desde la posición de aquel.


Atrás se quedaron los instantes

en aquella cueva rodeado

de aquel Clan, de todos los hermanos

delante de una gran hoguera

mientras le cantaban

a la noche y al amanecer.


Una mañana aglutinó víveres

y partió sin decir nada.

Comenzó a caminar

para cuando ya hubo andado

cierta distancia la mirada volver.


Un finísimo humo se elevaba en el

firmamento en la mañana

que se despertaba

legañosa y pululando

entre los sobrantes de ese anochecer.


Entonces suspiró ante la última vez

que vería lo que le forjó

y siguió la tierra hasta los lugares

nunca imaginados anteriormente

con sus plantas y animales

diferentes a los que conoció.


También topó a otras personas diferentes

con voces y sentimientos

que se mostraban entre las paredes

manando a través de sus corazones

donde bombeaba la sangre

que era de su mismo color rojo.



Así pasaron los años,

quizás alguna década,

al recorrer los caminos

que llevaban a lugares

donde las personas vivían

tranquilos o con las prisas.


Durante todo ese tiempo

nunca construyó morada

en la que guardarse del frío

aunque trabajó en empaque

la tierra con los sistemas

que ignoraba su existencia.


Presenció las alegrías festivas,

eran distintas y con diferentes

raíces por las que transpiró

en los otros días, también

la alegría por la venida

y la partida con todo su inmenso dolor.


Observó entonces a las personas,

cada una con sus personalidades

distintas desde su modo

de interactuar y mecer

los momentos y las penas

desde un enfoque completamente distinto.


Creyó entender que a medida

según vamos avanzando

algo en nuestro interior

madura igual que la fruta

después de que florezca la flor

tras cada estación.


Ninguna es igual a la otra

ni lo son esos momentos

en el que el abrigo

de una tremenda nevada

calma sudores en verano

y a un pétalo en flor.



Y entonces, mientras contemplaba

con lágrimas en sus dos ojos

la destrucción del pueblo más grácil

que había visto jamás,

estaba sentado en lo más arriba de un alto

a la vez que el pobre corazón se le encogía.


Quién podría llegar a imaginar

todo aquel escenario de caos

por algo que nunca se vio venir,

y se desconocía

su origen, finalizara en ese resultado

que trajo la desaparición de la vida.


Notó un ligero golpe en el hombro

y alzó la vista para contemplar

un amable rostro endurecido por el paso

de los años y que guardaba

la marca hecha en la infancia

con la que se indicaba la pertenencia al Clan.


Tras su sorpresa llegó un abrazo

y la presentación de aquel alma

que sabía de él por todos los inmortales cuentos

narrados en sus tiernas albas

sin saber su existencia

pues partiría mucho antes de su llegada.


En ocasiones les llegaban rumores

sobre él en este o aquel lugar.

El joven decidió también partir

sin ninguna pretensión de lograr encontrarle,

pero, en caso de localizarle, preguntar

por lo aprendido hasta entonces.


...


“Sobre todo lo que he visto podría hablarte,

y sería una temeridad

lo otro. Desde mi lejano partir

me he asombrado al mirar todo lo diferente

que nos equipararía en todas las aristas

que nos volverían iguales.


"La alegría y el dolor que nos conforman

nos afectará a todos por igual,

pero cada cual se habrá de comportar,

o reaccionar, de una manera diferente.

Incluso una misma situación podría tener

una reacción diferente según el momento.


"¿Qué he aprendido? Te diría que nada.

He estado en mitad de una travesía

antes de partir. Siempre caminar

en todo este tiempo y lo que más me revuelve

es ver sobre el dirigir cómo has de padecer,

padecer o el amar, del compadecer su cómo.


"Podría comentarte unas verdades

que mañana cambiaría al descubrir

que están equivocadas. Por eso

no me aferro a nada ni tolero

que me digan qué es lo que necesito

y me lo den porque eso piensan.


"Y es que, tal vez, todos esos que den

a otros lo que necesitan, en fin,

quizás sean los más necesitados,

ciegos en el ver en qué son faltos

o reacios a admitir que no son perfectos

al igual que el resto de las almas.


"¿Y quién soy yo para decirte

lo que he aprendido y lo que debes

extraer de entre todo ello si quizás

aprendería más con lo que tú

me cuentes? Más de lo que puedas imaginas

si en lo más profundo no he aprendido nada".


...


Luego guardó silencio el joven

y miró el interior del valle.

Todo aquello que era cenizas

fue un pueblo rico y orgulloso en su

máximo esplendor del que el gris humo afloraba

parecido a aquella cueva que dejó atrás.



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