El lago que estaba bajo el acantilado

09/VII/2020


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Sentado en aquel acantilado observaba embelesado el horizonte. Podía ver la forma en la que tierra y cielo se abrazaban. Cómo las montañas se habrían camino hacia las nubes mientras contemplaban aquella escena.

De vez en cuando cogía una pequeña piedra de las que estaban a su alrededor y la tiraba hacia aquel lago que estaba bajo sus pies. Se quedaba maravillado por la forma en la que se extendían las ondas después de que aquella impactara y se fuera hundiendo poco a poco.

Acariciaba el suelo empedrado y también se frotaba las manos con las piedritas. La mezcla del polvo y el rojizo color que adquirían sus palmas le dejaba perplejo. La suave brisa hacía moverse ligeramente a las hierbas y flores que crecían en aquel lugar, pero no tenía tanta fuerza como para impedirle encender un cigarro.

Eso fue lo que hizo antes de dar un sorbo de agua de la pequeña botella que portaba. También un poco de café del termo metálico. Cogió la funda de la mochila después de introducir todo sus artilugios en ella, incluso su calzado. Con la funda estaría todo protegido. La lanzó al lago.

Respiró profundo No pensaba en nada. Sólo tenía en mente las aguas que estaban a diez metros de distancia. Cogió impulso y saltó. Noto el aire rozándole el cuerpo. La manera en que sus oídos parecían cerrarse para solo escuchar el cortante sonido de este. Juntó sus brazos a su cuerpo creando un proyectil humano.

La entrada al agua fue limpia y cortante. Su cuerpo se soltó debido al impacto. Al principio estaba un poco aturdido, pero no sin esfuerzo fue subiendo a la superficie. A medida que avanzaba el peso del agua iba siendo menos duro, pero las brazadas costaban a consecuencia del esfuerzo.

Saltó hasta su cintura cuando llegó a la superficie. La primera bocanada de aire que respiró fue dolorosa, igual que cuando lo expulsó. Sentía todavía el ruido de este debajo del agua. Logró encontrar la mochila que estaba flotando sobre ella.

La cogió con su mano derecha mientras se dirigía a la orilla gracias a las brazadas del otro brazo al ayudarse con la propulsión de sus pies. Cuando llegó se tiró sobre su espalda. Estaba exhausto. Cerró los ojos y notó el palpitar de su corazón.

Se levantó y se sumergió otra vez en el agua para limpiarse la arena que tenía su cuerpo. Se secó al sol sentado en una roca mientras contemplaba el lago. Entonces inició el camino de vuelta.






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