SOBRE LO ESCRITO Y SIN ESCRIBIR
Cada verso que no escribí,
cada verso que no plasmé,
no fueron un libro en blanco.
Son pajarillos volando libres
de las ataduras de la rima.
Son pajarillos en las alturas
que van contemplando los paisajes.
Con cada verso que sentí,
con cada verso que plasmé,
fui borrando espacios blancos.
Si se fijan, cada libro son la vida,
cada corazón que late
más allá de lo corpóreo,
también de lo espirituoso.
Si se fijan, cada verso son las vidas
del corazón que decide
dar un poco de su calor
a los que le son extraños.
Para algunos es un acto revolucionario.
Y para otros algo inútil.
Estos lo tildan de estéril.
Esto no significa que fueran reaccionarios.
Simplemente, no le encuentran un significado
y disponen de otro sentir.
Cada verso que no escribí,
cada verso que no plasmé,
no fueron un libro en blanco.
Con cada verso que sentí,
con cada verso que plasmé,
fui borrando espacios blancos.
Y como verán, volví a repetir
lo habido al comenzar
de este verso
con intención
por la que recalcar
lo que al entonces verter decidí.
Quizás fuera por mí, quizás por tí,
pero son retales sin orgullo.
Una figura de los recuerdos
que quizás fuera por tí o para mí.
Y tampoco volveré a repetir
lo habido en las líneas
de este verso
sin intención
más que la de narrar
lo que tuve la suerte de sentir.
Llegará, entonces, su punto final.
Puede que más temprano que tarde,
pero habrá de llegar su conclusión.
Así que, hasta entonces, disfrútenlo.
Y si tuviera lugar, ódienle.
O mejor aún: ignórenlo sin más.
Ya habrá tiempo de escribir muchos más
si no se declara en huelga la inspiración.
Y es que hasta ella misma a eso tiene derecho.
¿Algún voluntario a negársela?
clarin.com |
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