CUANDO VIO LA COSTUMBRE EN LOS CORAZONES ROTOS

Vi demasiada gente con el corazón roto.

Y no era por cosa del amor, ¡ojalá!

Presentaban multitud de cicatrices;

y eran profundas, además de sangrantes.


Vi demasiadas personas con los sueños rotos.

Y esto era por cosa del terror, ¡sálvenlas!

Les frenaban todas esas cicatrices,

pero no sabían cuál era el detonante. 



Nada sabían de sus orígenes.

Y es que estaban tan acostumbradas a ellas

que les resultaba algo insípido.


Y no necesitaban de la sal

con tal de darle un poco de sabor;


y menos aún de otro condimento

pues no necesitaban nada más.


Disponían de corazones rotos;

tal era así que no sabían de murallas

al convertirse en duras paredes.



Nada sabían de sus orígenes.

De toda cicatriz que les circundaba

sumergiéndoles en el olvido.


Menos aún de todas las desidias

que empujaron a cada corazón


a quebrarse en miles de pedazos

sin que se llegaran a percatar.


Eran todos corazones rotos

con las marcas que dibujaban sonrisas

sin sentimiento por lo latente. 



Vi demasiada gente con el corazón roto.

No sabían nada del amor, ¡fatalidad!

Y por ahí provenían esas cicatrices

que por siempre les perduraban sangrantes.


Vi demasiadas gentes con corazones rotos. 

Y esto era por cosa del terror, ¡desidia!

Ni siquiera miraban las cicatrices

pues les resultaban del todo comunes. 



Los corazones rotos traían consigo frío,

una ausencia de las emociones

que ni los temores incluía.


Este se transformó en las mañanas

que transcurren sin sentido


a flor de lo rutinario

sin que a esta sus pétalos le crezcan.


Sólo circulaban los días

mientras borraban las estaciones

los corazones rotos que portaban frío.



Vi demasiada gente con el corazón roto

acostumbrada al hecho de no poder saberlo. 

elperiodico.com


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