El extraño, y peligroso, experimento que realizó aquella vez
15/VII/2020
ecartelera.com
Se coló en aquel "megaevento" como quien no quiere la cosa. Lo hizo tranquilo, y con paso firme, mientras llevaba ocultas sus dos manos en los bolsillos de sus pantalones. Cruzó aquella alfombra roja entre los "flashes" de las cámaras de fotos y videocámaras que inmortalizaban a los semidioses de aquella época. Ellos, que en otros tiempos habían sido incluso perseguidos por su profesión y les habían negado el descanso en cementerios, gozaban ahora de un estatus privilegiado lleno de comodidades y riquezas.
Él estaba allí, y nadie había advertido su presencia. Caminaba tranquilo. De forma pausada, observando los pequeños "tics" de aquellos ídolos contemporáneos. Se acercaba a ellos y no notaban su presencia. Tal vez por un pequeño momento algún recóndito instinto les dijera que allí había algo o alguien. Pero aquella sensación sólo duraba unos escasos segundos y él podía fotografiarse con ellos ante su indiferencia. Y con el futuro resultado de una fotografía en la cual no estaría su figura.
Se sentía eufórico, pero debía conservar la calma. Y esto era una cosa que le costaba dominar por momentos. Mientras iba comprobando que sus movimientos estaban llenos de una completa impunidad decidió dejar el exterior, la zona en la que se reunían todos antes de adentrarse en aquel magnífico anfiteatro. Su entrada le sorprendió por su majestuosidad. También por lo pequeño que se podía sentir uno cuando se adentraba en ella. Buscó los baños. Cuando encontró uno se dirigió directo hacia él. Tenía que comprobar el éxito del experimento.
Se miró en el espejo. Lo había hecho antes de salir de su pequeño domicilio. La sorpresa en aquel preciso instante fue aún mayor que hacía unas horas atrás. Ahora ya no era sólo su cuerpo lo que era invisible. También había funcionado el proceso en las ropas y las gafas que usaba para que los ojos pudieran reflejar la luz y poder ver.
No daba crédito a lo que no veía. Se le escapó un jadeo de alegría que alertó brevemente a la persona que había a su lado. Esta dejó de lavarse las manos en el lavabo. Levantó la mirada y observó todo lo que había. Parecía escuchar con atención. Miró también por los huecos que dejaban las puertas de los baños con la intención de comprobar que no estuviera solo. Tras esto hizo un pequeño gesto de incredulidad y acabó de lavarse y secarse las manos. Salió del lugar.
Se quedó allí. El corazón le palpitaba con fuerza. Aquel rato se le había hecho eterno. Incluso había contenido la respiración pretendiendo no ser descubierto. Se lavó la cara para así quitarse el frío sudor que le había recorrido todo el cuerpo. Las formas de sus manos y rostro fueron apareciendo poco a poco. Primero las de estas dentro de su campo de visión como en el reflejo del espejo. En este apareció después la imagen de aquella última. Se secó y todas aquellas formas volvieron a desaparecer. Le costó encontrar las gafas. Las había dejado sobre la repisa, justo al lado de los rollos de papel. Pero, aún así, incluso sabiendo dónde estaban, le costó localizarlas.
Entonces se percató de algo. No se lo podía creer. ¿Cómo podía ver si se había quitado las gafas? Había pensado en fabricar unas lentillas para tener que evitar este tipo de casos, pero todavía el proceso estaba en ciernes. ¿Cómo, entonces, había pasado aquello? Se miró en el espejo y no vio nada. Se volvió a quitar las gafas. Seguía viendo, pero en el espejo no había nada. Algo había pasado. Si sus ojos no capturaban la luz no debería ver. Ese era el mayor problema de aquel estado. Por eso había diseñado las gafas. ¿Por qué estaba viendo? Se las puso de nuevo.
Volvió a contener la respiración. El sudor frío le invadió otra vez su cuerpo mientras se abría la puerta. Dos individuos entraron hablando distendidamente, casi a gritos. Les reconoció: un actor nominado por su trabajo acompañado por el director de la película en la que había trabajado y que también era candidato a premio. Este último chocó contra él. Le miró directamente a los ojos. "Perdona, tío, no te había visto". ¿Le estaba viendo? ¿Qué estaba pasando?
"¿Podéis verme?", les preguntó. Así se lo afirmaron. Él sólo pudo agradecerles la respuesta y salir de los baños. Cuando salió nadie le miraba. Nadie se percataba de su presencia. Salió de allí corriendo. Lo hizo muy deprisa. Se subió a un autobús. El primero que encontró. El chófer pareció ignorarle mientras subía, por lo que se fue directo a la parte de atrás. Se sentó y respiró. Estaba al lado de la ventana. Tenía que aclarar las ideas. Algo no estaba saliendo bien. Así transcurrió el tiempo hasta la siguiente parada. Una señora de unos ochenta años se sentó a su lado. Esto le sorprendió. Parecía que supiera que estaba allí. "Estate tranquilo - le dijo-, sólo tienes que despertar".
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