El "Muérdesela" de Hamlet desde el "Insomnio"

El disco es una muestra de su constante evolución musical a lo largo de su carrera

Hamlet (Youtube)

03/XI/2020



Lo que viene a continuación, justo al final de estas líneas, es el séptimo corte del cuarto álbum de los madrileños Hamlet. Un trabajo orientado al nu metal más pesado y melódico que no deja de beber de las raíces más thrasheras y hardcoretas de su disco anterior, el "Revolución 12.111" de 1996.

Partiendo de la agresividad de su elaboración previa, sus letras directas (las cuales no son para nada objeto de recorte estilístico alguno), o la lograda producción del británico Collin Richardson (Machine Head o Fear Factory, entre otros), este disco de 1998 sorprende con este tema por el lirismo poético que se puede respirar a través de sus letras. Además de sus cuidadas y hermosas melodías que van acompañadas bellamente por los patrones baterísticos.

Se trata de una fórmula con la que no volverían a experimentar hasta el "Syberia" de 2005. Ese trabajo dejó impactado a sus seguidores por la evolución musical, mucho más melodiosa, pero también oscura y pesada al mismo tiempo. Algo que congenia a la perfección con el rasgo metafórico que adquirieron las letras tras la incorporación de Álvaro Tenorio al bajo tras la salida de Augusto Hernández.

Además, al igual que sucediera en el "Directo" de 2003, Alberto Seara, junto al guitarrista Luis Tárraga, fue el encargado de la producción después de que Richardson lo hiciera desde el disco que nos compete, el "Insomnio". En total, dos más fueron los discos que el reconocido productor cargó sobre sus espaldas: "El Inferno" y el "Álbum Negro" (2002).

Dejando de lado la ironía y surrealismo que se pueden observar entre las líneas del texto, se trata de un disco brillante y de fácil digestión que, a pesar de los 22 años transcurridos desde su publicación, no ha perdido frescura en sus poco más de 41 minutos de duración. La rabia de los guitarristas Luis Tárrega y Pedro Sánchez se complementan a la perfección con el bajo de Augusto Hernández y los ritmos marcados por Paco Sánchez a la batería.

Todo ello combinándolo con las increíbles melodías que dieron pie a la experimentación que seguirían en el "Inferno" de dos años después (2000). Por su parte, la voz de Molly pasa con extrema facilidad del rapeo a lo gutural combinándolo de una forma magistral con histriónicos berridos y sorprendentes secciones limpias.





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