EL PLATO DE LA MÚSICA
Suena, retumba y perfuma
conquistando la música tu habitación.
Vas haciendo cualquier cosa
y esta va propagándose
a cada esquina del hogar.
La sientes; e incluso bailas a su ritmo
mientras haces cualquier cosa.
Lentamente la saboreas.
Es un plato preparado a fuego lento
que disfrutarás con calma.
Un postre, si lo prefieres,
de los que serían el manjar
de todos los dioses que alguien imaginó
en sus propias circunstancias.
Y te sientas, o te tumbas,
con tal de hacer su digestión
antes de ir a darte un baño
con tal de que no se corte.
Sigue retumbando en tu cabeza
sin la más mínima intención
de que le dé por desaparecer.
Sabes que no provocará acidez
que te dañe el estómago
o traiga dolores de cabeza.
Y vuelves a saborearla.
Lo haces despacio, con pasión,
al igual que se cocinó
todo ese magno deleite.
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