CUANDO VOLVIERON UN LIBRO EN HOJAS DE OTOÑO

Las hojas sirven de manta

al piso de las calles.

Podría ser algo normal siendo

y estando esta época

al transcurrir por el otoño.

Pero son las páginas

de algún desafortunado libro

que tuvo la desgracia

de caer en manos

de alguien que no lo apreció.


Podría haberlo dejado

en alguna esquina

y que lo recibiera algún otro;

su alegría hubiera sido

inmensa, pero tuvieron la osadía

de dejarlo perder

como quien tira la basura

cuando su cubo correspondiente

está por rebosar.


Tal vez fueran sus miedos

a vivir la vida.

A sentir lo que plasmaron otros

mediante los retazos

germinados a partir de melodías 

habidas en tardes

disfrutadas con la mesura.

Incluso la desidia hacia el parque

en el que posaban.


Pero peor podría resultar.

Puede que lo adquiriese

y nunca llegara a ser leído.

Que con él paseara

en el pretender presumirlo

sin abrir sus páginas.

Arrancarlas... él sabría el motivo

de su enorme desidia.

Semejante acto

carente de compasión...


Una falta de compasión

semejante al del psicópata

o al que pretende


el imponerse

mediante sus supuestas ideas

cargándolas de su razón...


y es que los que se atrevieron

a imaginarse tal hazaña

y luego emerger


con sus paisajes

son tan pocos que ello resulta

un exquisito milagro


que se ha de ver abocado

hacia la extinción más extrema

por tales trances.


Lean, lean, entonces.

O si quieren no lo hagan.

Pero no destruyan la inmortalidad

de esos seres diminutos

que camparían por sus mentes


en libertad por alarde

de colorear este mundo

que vendría de parir a la fortuna

bañada en la fantasía

que unos destruyen.

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