"Un métier sérieux" y la persona detrás del docente

El francés Thomas Lilti rinde homenaje a la profesión de varios de sus familiares

allocine.fr

Esperaba no encontrarme con reminiscencias de "Rebelión en las aulas" (1967), pero aunque "Un métier sérieux" trata los problemas habidos en la educación pública francesa respecto a los jóvenes conflictivos, además de la dificultad de integración de los migrantes, se centra en la vida personal y cómo afecta la profesión en el día a día de los docentes. En sí, es un drama que el director galo Thomas Lilti, además de guionista, aborda con sumo cuidado y mimo.

El problema que encontramos a la hora de hacer un análisis del largometraje es que, hasta este momento, no habíamos visionado ninguno de sus anteriores trabajos. Y eso que su carrera comenzó en 1999 con "Quelques heures en hiver". Pero hay un punto esencial en la trama de la película. Y este es que Lilti desciende de una familia de profesores. "Yo soy médico y mi padre también, pero mi madre, mis hermanos, mis tíos y mis abuelos se han dedicado a la enseñanza", explicaba.

Estas declaraciones las realizaba en una rueda de prensa a raíz de la presentación fuera de concurso en la 71 edición del "Zinemaldi" donostiarra. Con su décima película buscaba "entender, a través de la ficción, a esos hombres y mujeres que se comprometen en oficios públicos, no mercantiles, como los cuidadores y ahora los profesores, oficios desvalorizados y mal considerados, entender a esas personas que aún buscan un sentido y se comprometen", señalaba.

Ello lo hacía tras los estrenos de "Hipócrates" o "Un doctor en la campiña", los cuales se centrarían en eso mismo (les recordamos que no hemos visto ninguno de sus otros trabajos). Y en este caso, con tal de lograrlo, se apoya en la figura de Benjamín, un joven y novato profesor que accede a ese puesto de trabajo por casualidad y el cual interpreta su compatriota Vincent Lacoste.

De hecho, y a riesgo de hacer un tan temido "spoiler", está realizando su tesis doctoral, pero no dispone de beca alguna. Por ello se ve en la obligación de aceptar un puesto de profesor de matemáticas en un parisino instituto de secundaria. No será hasta el final del largometraje, y tras la expulsión de uno de sus alumnos, que descubra que la vocación de maestro aparece cuando uno de estos empieza a sentirse como en casa al impartir las clases.

Olvídense de las series de adolescentes

En el meollo de todo el asunto se van sucediendo las relaciones entre los integrantes del cuerpo docente. Pero olvídense de series como "Al salir de Clase" o "Compañeros". La interacción entre ellos es más profunda y completamente alejada de un público adolescente. Esta se muestra visceral, y en ocasiones caótica, llegando a plasmar la forma en que pueden hacer mella en su labor sus propias familias desestructuradas.

Sinónimo de ello es el hilo argumental que se basa en Sophie, y la cual está magistralmente representada por Valérie Crouzet. Es todo un ejemplo de cómo la oscuridad claustrofóbica de un vástago devastadoramente conflictivo puede ser el mismo reflejo de algunos jóvenes a los que trata de enseñar. Y de la forma en que ello se traslada al cuerpo de su profesión.

Familias separadas, en crisis, alcoholismo,... Esos aspectos de esta sociedad se ven representados en los profesores que componen la plantilla del instituto. Todos ellos con diferentes formas de trabajar y con los medios de transporte de fondo. El tren mediante los trasbordos representando la dificultad a asimilar una nueva vida. Un coche viejo que sirve con tal de llevarles a todos siendo el reflejo de lo difícil que es adaptarse a los nuevos tiempos. Y el surf aunando las esperanzas de la vieja y nueva guardia.

Por lo que han leído hasta ahora podrían llegar a pensar que se trata de una historia oscura y asfixiante. Pero no. Los puntos de humor, ácido en muchos momentos, logran darle un punto fresco en la continuidad y permite que tanto los personajes como el espectador no se hundan mientras avanzan los acontecimientos. Y de ello, en especial, es responsable el papel de William Lebghil.

En esto también colabora la iluminación usada. En caso de que hubiera sido opaca su resultado sería sobrecogedor y con un significado carente de esperanza. En lugar de ello, Lilti tira de matices grises con tal de representar el nerviosismo y lo problemático que pretende mostrar. Y al mismo tiempo sabe darle color: luminosidad y claridad cuando muestra la esperanza a la par que la traslada a la resolución de conflictos y el abrir de puertas ante nuevos tiempos o situaciones. Y por supuesto al instante de reflejar la ilusión de los chavales al acabar el curso y la tristeza de los profesores en una mezcla de sentimientos espectacular.

Una narrativa directa al grano

Es más que destacable la labor interpretativa del elenco que ha participado en el largometraje. Aquellos que no estén familiarizados con el cine francés (y no digo que mi persona lo esté) se llevarán un par de sorpresas. Esto se debe a que estos son  prácticamente unos desconocidos entre el público de estos lares. Y segundo porque sus actuaciones son completamente diferentes a lo que nos tiene acostumbrado el cine canónico estadounidense, el cual está tan enraizado en nuestro subconsciente colectivo y cultural.

Este factor es determinante. Ello radica en que al no estar asimilada esa estructura narrativa podría llegar a resultar tediosa su puesta en escena; es sencilla y sin planos que se salgan de lo común. Va directa al grano. "Igual que muchos productos norteamericanos", podrían llegar a decir. Pero nada más lejos de la realidad. Vean cualquier producto "yanki" orientado al consumo masivo y comprobarán que esta película casi no tiene nada que ver con ello. Sencilla en ese aspecto sí, pero con una cantidad de matices que la vuelven en algo muy complejo.

En definitiva, este largometraje que ha sido estrenado este año y, reiteramos, tuvo el honor de ser proyectado fuera de concurso en este último "Zinemaldi", es un trabajo bien realizado y muy interesante. Acompañado de una banda sonora moderna y atrayente, muchas veces se aleja de lo explícito y hay que leer entre líneas los problemas de integración que destripa.

En sí, tiene el inconveniente de la en exceso idealización de la profesión y peca de tirar de algunos estereotipos del cine norteamericano que serán ustedes los encargados de discernirlos si se deciden a verla. Disfrutarán y sufrirán con ella, pero a pesar de todo lo comentado anteriormente es un poco renqueante en cuanto a su punto final. Y es que una moraleja característica de Disney en su desenlace lastra toda la cruda historia que pretende narrar. Por muy alejado de Hollywood que pueda llegar a parecernos su influencia hace acto de presencia.



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