UN SONIDO ENSORDECEDOR

Las calles están mojadas

en mitad de la noche.

Y la persona

que camina renqueante

sobre sus baldosas,

o lo que queda de ellas,

no sabe de qué están húmedas.


El cielo se ilumina

con ráfagas de luz.

Parecen estar a cierta distancia

y que no llegarán a él,

¿pero quién sabe?

Su ruido resuena

y sigue siendo ensordecedor

a pesar de lo lejos que están.


Hace unas pocas horas

se abrasó la inquietud.

Disponía del rostro de la inocencia

abrazando un juguete.

¿Y eso por qué?

Ahí ya no habrá más pan

que se trajera bajo un brazo

volviendo la risa en quimera.


Le da por mirar hacia atrás

y la angustia le invade

pues ignora

de dónde es el paisaje

que llega a contemplar.

Tiene algo de familiar,

pero ignora de qué se trata.


Desconoce cómo llegó a parar

a ese lugar lleno de escombros.

Sabe que estuvo durante horas

dando tumbos de un lugar

a otro, pero no recuerda

cuáles fueron esos lugares

ya que no los reconocía.


Y sí, tenían algo de familiar,

pero resultaba tan nuevo

como infernal y caótico

sus cimientos resultaban ser.


Eran tan pútrido aquel aire

que al transportar oxígeno

parecía que estaba cortado

en un alarde de insalubridad. 


Duda hasta de las mismas mañanas,

de si amanecerá de nuevo

y cómo será su figura. 

En lo que habrán de mostrar

más allá de su identidad. 

En si lucirán estaciones:

las del año y las construidas.

france24.com


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