Tal vez fuera una conversación intrascendental

12/VII/2019

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Hacía muchos años que no iba por aquel lugar. El camino, antaño sin asfaltar y lleno piedras con algún que otro matojo de hierba en el centro, ahora lo estaba y, a pesar de ello, seguía siendo un recorrido duro. No tanto debido a sus cambios, pero duro.

Los árboles ubicados en sus esquinas y que proporcionaban sombra en los días calurosos crecieron. Algunos habían sido talados, o fallecieron, pero muchos otros nuevos estaban allí, creciendo despacio, empezando a aportar aquella refrescante sombra o a punto de darla.

Llegó a aquella fuente de la que solía beber. La vegetación a su alrededor era mayor y más verde. Y el agua que salía de ella era aún más fresca y cristalina. Seguía teniendo el mismo sabor. Volvió a beber. De forma pausada, pero de forma constante.

Puso su cabeza debajo de ella e intentó quitar el sudor que le bañaba el cuerpo. Miró a su alrededor. Era el mismo paisaje, pero había cambiado tanto... Era más florido y majestuoso a pesar de lo simple que era su belleza.

Recordó una tarde con la persona que solía ir a aquel lugar. Tendría unos diez años y durante todo el trayecto no había dicho nada. Estaba rumiando algo que le habían comentado el día anterior.

Aquel que le acompañaba no dijo nada. Sabía que estaba pensando en algo y que quizás podría estar llegando a alguna conclusión. O cuadrando las palabras correctas para realizar algún cuestionamiento.

Por fin habló. Lo hizo después de beber de la fuente. Mientras se secaba los restos del agua en su rostro con las manos, le dijo a su acompañante que el día anterior alguien de su misma edad le comentó que él era rico y podía tener lo que quisiera. Le interpeló si ellos eran ricos o pobres, porque de ser pobres no tendrían que tener nada y parecía que nada les faltaba.

Se sorprendió un poco de la pregunta. No, no es que fueran ricos, pero tampoco pobres. Eran sólo gente sencilla que intentaba luchar ante las circunstancias de la vida. Pero la pobreza y riqueza tenían muchas vertientes a la hora de ser observada.

El aspecto material parecía ser lo que más llamaba la atención. Disponer de cantidades ingentes de dinero y poder costearse todos los caprichos posibles. Pero la pobreza y riqueza no sólo eran eso.

Había mucha gente pobre materialmente que era rica por poder tener cariño, comprensión. Poder disfrutar de las cosas sencillas de la vida les convertían en ricos a pesar de no tener nada o tener poco.

También había gente pobre que sufría y, por diversas circunstancias. La guerra, sequía, hambre, explotación de cualquier tipo,... Esos eran los que más padecían.

También había ricos que ayudaban con todo su corazón. Lo hacían de forma altruista, sin mirar a quién ayudaban y sin ningún tipo de interés. Muchos podrían haber sufrido hasta llegar a donde estaban, o puede que no, pero eran ricos de corazón.

Otros miraban hacía otro lado. O cuando ayudaban lo hacían por su propio interés y egoísmo. Le dejó a él que reflexionara sobre si eran ricos o no.

También había gente que, materialmente, no era ni rica ni pobre. También dependían del lugar del planeta para ver los distintos niveles de pobreza material y humana que se podían encontrar. Pero en todos, en todos los sitios, dependiendo de su clase social o poder económico, había gente que ayudaba y no miraba a quién ni por qué. También los había que lo hacían en su propio beneficio.

Y por desgracia, estos podrían ser los más pobres de corazón, pues había quienes no ayudaban, se dedicaban a explotar o utilizar a otros para su propio beneficio. Los esclavizaban o usaban y al no necesitarlos los rechazaban señalándoles como los culpables de sus males.

Entonces... entonces le preguntó si sabría decirle lo que era la diferencia entre la pobreza y la riqueza. Él pensó en todo lo dicho.

Entonces cogió una flor de un árbol y le comentó que la riqueza podría ser aquello. El poder ver la forma en que, año tras año, una flor se convertía en una fruta que serviría de alimento. Y lo hacía estación tras estación, año tras año. Eso sería la riqueza...