EL PASILLO
14/III/2021
Al final de este largo pasillo
en el cual se me escucha el repicar
de mis lentos pasos hay una fría luz
que se va mezclando con los gritos
de todos aquellos que padecen
las pérfidas injusticias que reinan
este nuestro tan extraño mundo.
Todas esas injusticias
que padecen la misma raíz
provengan del lugar del que
provengan suelen abrigar
este lugar tan cálido.
Congelan los gritos
los cuerpos de los que escuchan
paralizándoles a penas consiguiendo
que se entienda lo que es la locura.
No hay fuego que consiga
pacificar esa dura tormenta
que se presenta durante la noche
imposible de iluminar
por mucho que se avance
mediante la gloriosa tecnología.
Sudan las paredes del pasillo
las lágrimas desde la impotencia
que derraman esa sangre sin luz
que les vio nacer ante este mundo
en el que se les regaló el germen
de aquel fruto de aquellas cosechas
desechables y usadas de abono.
Su tacto denota el ansia
por recibir las caricias
que nunca cargadas estén
del rencor de la arrogancia
con el odio como fruto.
Emanan el calor
de las propias que no fueron dadas
al serles arrebatadas por el triunfo
de lo que resulta ser locura.
Si solo fuera eso
podría ser que se reconfortaran
con las migajas del bienintencionado
que busca poder expiar sus penas.
Pero toda luz es más
que el simple intento por iluminarlas
durante un breve y tan pequeño instante
para después apagarlas
en una eterna noche
sin poderse ver brillar las estrellas.
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