EL MUNDO SE EMBRIAGÓ
Embriagado.
Este mundo,
habiéndose puesto una careta,
hubo de tener que disimular
ese estado
con tal de conseguir sobrellevar
el momento.
Y no era carnaval,
ni otro festejo más.
Simplemente,
se fue alargando
cuando los tiempos
se retuercen
por no tener
significado.
Todas sus mañanas,
al oír cada cantar
de las aves
dando su anuncio,
fueron el sordo
replicante
de la veces
que no se escuchó.
Resacoso.
Se despertó
sintiendo que todo daba vueltas.
Más, incluso, que las necesarias.
Y su ciclo,
ese que el universo atraviesa,
fue caótico.
La migraña,
fiel reflejo
de todos esos instantes,
tomó forma creciente que
se contagió
a la almas.
A cada una
con cobijo
en cada esquina, o paisaje,
que nutre con los nutrientes
a la creación
habitada.
El mundo,
el mundo está de resaca.
Pero no,
pero no por una fiesta,
sino por repetir
tantas veces
los desmanes
dados en su existir.
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