La hoguera que estaba en compañía de lobos

01/VII/2020

tenor.com

Se respiraba el olor a madera quemada. Las llamas de la hoguera que estaba prendida se izaban hacia el cielo de la noche con un baile acompasado que estaba acompañado del sonido de la misma madera al quemarse.

Eran tiempos duros, y aunque el invierno no hubiera llegado a su cenit, se presentaba como unos de los más fríos de los últimos tiempos.

Se oían rumores sobre manadas de lobos que comenzaban a bajar a los alrededores de los pueblos a consecuencia de las tempranas y explosivas tormentas de nieve. Pero no estaban allí por eso.

Aunque el motivo de la reunión fuera otro, no paraba de circular una historia de una vieja leyenda que parecía haberse vuelto realidad. Comenzó tres semanas atrás, con la primera nevada, la que les obligó por vez primera en aquel invierno a quedarse encerrados en casa bajo la protección de las chimeneas encendidas.

Decían que una niña lobo había decidido salir al Mundo de Arriba ante la tranquilidad que reinaba en él. Salió de un pozo con cuatro harapos completamente raídos por el paso del tiempo y la dureza de su vida diaria. Salió temerosa, mirando y olfateando el nuevo mundo que se abría ante ella.

Caminaba por las calles alternando la forma humana y cánida mientras iba pegándose a las paredes para encontrar protección. Así decían que se movía aquellos que la habían visto desde las ventanas de sus hogares, pórticos o alguna esquina mientras salían a hacer cualquier cosa.

Cuentan que llegó al manzano que había en la entrada de la vieja iglesia del pueblo. Se puso a llorar por el frío y el miedo que sentía al sentirse sola y desamparada.

El párroco oyó algún ruido y salió con una antorcha para poder discernir lo que había en el exterior. Entonces vio a la criatura. Seguía llorando, las marcas le surcaban todo el rostro.

"¿Eres una criatura de Dios o del Diablo?", le preguntó. Se había percatado de lo que era nada más verla, pero decidió traerle una manta y comida caliente. También hizo una pequeña hoguera para que entrara en calor, pero no le permitió entrar en la Casa del Señor.

Aquella infante le miraba con ojos curiosos mientras engullía la comida y escuchaba el sonido de sus palabras, parecía no comprender lo que le relataba, pero se tranquilizó. Cuando acabó de comer extendió la mano sobre el crucifijo que el cura llevaba en su cuello y lo miro con curiosidad.

"Vaya, tal vez no seas una criatura de Dios, pero está claro que no eres un Demonio." Le sonrió, parecía que había comprendido. Se despojó de la manta y se transformó envuelta en un halo de luz en un lobo blanco. Entonces partió al Mundo de Abajo a relatar lo que había vivido.

Al principio el cura se alarmó, pero comprendió que no iba a pasar nada. Desde entonces, todos los inviernos una manada de lobos blancos protege el lugar ante la presencia de otros lobos que se comportan de forma sanguinaria y violenta.

Esa era la historia que se contaba desde hacía dos siglos. Y ahora parecía que se habían visto a los dos tipos de lobos. Unos merodeando por los alrededores y otros protegiendo la zona desde el lugar en el que estaba la vieja iglesia abandonada hacía tiempo.

Pero no estaban allí por eso.



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