UN ÁNIMA EN UN JARDÍN

Tal vez mi alma,

con todo de raro que pueda tener

y si es que en su caso existe,

se expanda igual que el Universo,

o le suceda lo contrario,

a medida que los años pasan. 

Tal vez mi alma,

y quizás también la de tantos otros, 

esté ahí esperando a ser descubierta.


Y en caso de estar ahí

desearía, quisiera,

que floreciera como un jardín 

en los albores de la primavera

en mitad de todo ese circulo

que se repite una y otra vez

desde antes de que nuestra especie

atisbara su propia memoria.


Que no sea un maniquí 

al cual se le expondrá

en un espectáculo fútil

al que se le concederá esas formas

desde los zoológicos de humanos

que mostraron alguna vez,

y que tantas caretas tienen,

a lo largo y ancho de nuestra historia.


Y es que mi alma,

si es que algún día la consigo conocer

o la puedo ver de frente, 

quizás no tenga nada nuevo 

y, menos aún, extraordinario

al compararla con tantas otras.

Y es que mi alma

disfruta con ver crecer las de otros

siendo jardines en primavera. 


Tal vez mi alma,

con todo lo rara que sería en su ser

si la llegara a conocer, 

se considere un bicho raro

al igual que el mismo sujeto 

del cual, se supone, parte forma. 

Quizás mi alma,

por caso de que fuera un elemento,

tal vez no quiera ser atisbada.


Y en caso de estar ahí

desearía, quisiera,

que al momento de llegar su fin,

y por supuesto en estos días que pasan, 

su ser no le sea tergiversado

y entonces se la presente

con formas que nunca llegó a ser

en los jardines por los que andara.

mentorintegral.com


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