"Marco" y el debate sobre lo lícito
Eduard Fernández: "No puedo interpretar a un personaje si lo juzgo"
moriarti.com
Claustrofóbica. Además de cargada de una continua sensación de ahogo. De esta forma podríamos describir la actuación del catalán Eduard Fernández en "Marco, la verdad inventada". E incluso a riesgo de realizar más de un temido espóiler, esta no coge oxígeno hasta el final del largometraje. Justo cuando su papel se libera de las cargas que arrastraba en este largometraje dirigido por los vascos Jon Garaño y Aitor Arregi.
Es por ello que la película, más allá de centrarse en el escándalo que protagonizó Enric Marco, se adentra en cómo lidió su "estafa". En la manera en que creó una mochila cada vez más pesada al recrear un pasado ficticio como preso en los campos de concentración nazis. En la forma que ideó una mentira que logró dar voz a los españoles que estuvieron en ellos y, a medida que veía cómo se desmoronaba todo, ese peso iba en aumento por el continuo esfuerzo por mantenerla.
La historia es plasmada mediante continuos saltos temporales. A través de ellos, Enric Marco se nos presenta como uno de los hijos de la Guerra Civil española que, posteriormente, se afiliaría a la CNT. Su incesante lucha como supuesto deportado en los campos se verá en peligro cuando un historiador descubre su montaje. Y esto será al momento de que la Asociación que preside vaya a ser galardonada en los actos de conmemoración por la liberación del austríaco centro de Mauthausen-Gusen.
"Nunca ganó nada de dinero"
Esa montaña hecha con granitos de arena acabó desmoronándose en 2005. El escándalo fue mayúsculo. Pero a día de hoy sigue rondando la misma pregunta que en aquel entonces. ¿Fue lícita su actitud pese a que con su mentira logró dar voz a esas víctimas del nazismo y el franquismo? Eduard Fernández comenta que no le juzgó al ponerse en su piel. "No puedo interpretar a un personaje si lo juzgo", explicaba en Fotogramas. Su reto fue que la sobreactuación de Marco quedara plasmada en su propia interpretación.
Este factor es fundamental a lo largo del metraje. Algo que es mostrado con exquisita finura por Fernández. Sin ello, perdería valor. Poder apreciar ese ejercicio de interiorización es lo que da sentido más allá del hecho histórico que recrea. "Marco era la persona que mejor contaba lo que ocurría en los campos de concentración porque, precisamente, no había estado nunca", comentaba el actor en la entrevista. Además, a esto hay que añadirle que aquellos que vivieron esa experiencia no solían relatarlo. Tras escucharles, "lo expandía, lo adornaba y lo contaba a su manera".
La vanidad también es trasladada al físico de su personaje, quien no movía casi los ojos, pero sí la boca. "Y siendo un charlatán, tenía lógica". Pero, aún así, queda la duda de si Enric actuaba por narcisismo, por ser un "fantasma", tal y como le acusan en una escena. "Narcisistas hay en todos los oficios, es una condición humana que no tiene que ver específicamente con mi profesión", indicaba el intérprete. Aunque sea algo que, en su opinión, se valora y puntúa en los más jóvenes por algunas gentes de su gremio. Por suerte, esto tendría "un recorrido muy corto".
Dejando a un lado las críticas a su oficio, cree que Enric "necesitaba la atención, el cariño, el halago, el amor, el estar en la palestra constantemente y que no tenía fin, era como un saco con un agujero en el fondo que nunca se llenaba”, añadía en conversación con Vanity Fair. Lo cual, por cierto, se deja ver en su trato con la gente, especialmente en lo que respecta a su familia. Por lo tanto, su personalidad era bastante compleja. Además, "no ganó nunca ni un duro con toda esa mentira tan grande, nunca ganó nada de dinero y eso lo hace más complejo y más rico", señalaba Fernández en Aragón Digital.
Es más, en Culturas 2 de TVE le describía como un niño que estaba buscando su lugar en el mundo. "¿Qué le pasa a este hombre para que tenga esa necesidad de estar en el candelero, de ser el número uno? ¿De que todo el mundo hable de él?", reflexionaba a la par que apuntaba sobre el vacío interior "tan brutal" que tendría "a pesar de ser detestable en ciertos motivos". Con una infancia traumática a sus espaldas, "quería un lugar privilegiado", incidía en Aragón Radio. "Quería estar en la cresta de la ola, y en los medios, constantemente".
Enric llegó a engañar a los dos directores
El proyecto ha tardado 18 años en materializarse. Durante todo este tiempo, un documental y un libro sobre Marco fueron realizados. El primero fue el l Ich bin Enric Marco de Santi Fillol y Lucas Vermal estrenado en 2009. El escrito El Impostor corrió a cargo de Javier Cercas en 2014. Ambos aparecen en la película, la cual comenzó con la intención de ser un documental. Incluso, Jon Garaño y Aitor Arregi llegaron a ser engañados por Enric. Según han contado en varias entrevistas, les señaló que tenía que ir a Alemania con tal de lograr unos papeles acreditativos. En realidad, estuvo con el equipo de Fillol rodando el reportaje. En 2010, y con butifarra por medio, se disculpó y les pidió retomar el trabajo. Falleció en 2022 con 101 años.
Finalmente, se concretó esta obra vestida de thriller psicológico que atesora una curiosa peculiaridad. Se permite incluir aspectos ficticios en lo que es la vida del protagonista. Todo ello con el objetivo de realizar un obra que resulta fácil de digerir a pesar de la complejidad que emana. Y he aquí que cumple uno de los objetivos que se esperan de semejante labor. El crear la curiosidad por el personaje y su historia con tal de que el espectador indague sobre él. Además, incluso siendo conocedora de ella, el receptor sale más que satisfecho con su visionado.
Dentro de lo que es el apartado técnico, el ritmo usado al momento de narrar puede llegar a chocar en un primer momento. Parece hasta carente de sentido. Pero la sucesión de diferentes fechas mediante saltos temporales, el recurrir a la recreación de la textura televisiva de mediados de la década del 2.000 e imágenes de archivo, o la complementación de la situación vivida en el cine ante la proyección del documental de Fillol con escenas de este, lo hace comprensible, ameno y embaucador. Llega a adquirir una dirección repleta de sorpresas hasta en el conocedor de los hechos.
A esto se le suma la iluminación empleada. Se nos presenta oscura y gruesa en la mayor parte de la escenografía. Esto se acentúa en los momentos de desesperación y conflicto familiar. Algo que no sucede en los referidos a lo que podríamos referirnos como institucionales. Ahí la luminosidad está presente incluso en interiores, dejando patente la ira, la impotencia y la incertidumbre. Se trata de un elemento narrativo fundamental que aporta fuerza y significado a lo narrado a través de unas escenas que disponen de una fuerza tremenda se encuentren en el contexto que estén.
Muy reseñable es la labor de maquillaje. Gracias a él, Eduard Fernández se nos muestra como un camaleón interpretativo. No sólo por el cambio físico que tuvo que realizar para este trabajo, sino porque se vale de él con tal de expresar el estado anímico de Enric en cada momento de su vida. Ya sea miedo, asfixia, satisfacción, rabia, ilusión, impotencia.... No se escuda en ningún momento bajo las pinturas, sino que las usa como una herramienta secundaria en la que su rostro es la principal a la par que su cuerpo expresa a la perfección las diferentes edades que escenifica. En esto, por supuesto, también incluye las emociones y la mochila a la que nos referimos al comienzo.
Una ficción sobre un personaje real
Pero llegados a este punto, ¿qué tienen que decir de su obra los propios directores? Garaño relataba en Noticias de Gipuzkoa que había muchos Marcos. Que era alguien a quien no se le veía venir. Podía ser simpático y agradable en los terrenos que controlaba, "pero si empezabas a hablar algo de que no le gustaba mostraba una cara un poco diferente". Por ello, y teniendo en cuenta su confesión, su intención final fue "hacer una historia de ficción sobre un personaje real que cuenta una ficción que en parte es realidad", sentenciaba Arregi en Academia de Cine.
E insistimos, ello partiendo de la idea original del documental y con un elemento conductor como lo es la memoria histórica. Ante esto, Arregi abogaba en esa última publicación por acordar unos mínimos, pues "hay mucha gente que niega la mayor y que dicen que esto no fue así". Y la película habla sobre la posverdad. Por lo tanto, nos decantaríamos por el cómo se narra frente al quién lo cuenta. "Muchas veces preferimos que nos lo cuenten como en El niño con el pijama de rayas para que nos entre mucho mejor y, a la vez, seamos conscientes de lo dramático que fue".
El último empuje a este proyecto se produjo en marzo de 2011, cuando estuvieron durante 3 días un total de 15 horas conversando con Enric. Cuando ya les les había propuesto retomarlo tras el estreno de l Ich bin Enric Marco. Este material le sirvió a Fernández con tal de construir su personaje. Entrevistado por La Varguardia, Arregi expresaba que Enric descubrió que tenía un don, el de la palabra, y que con él fascinaba a la audiencia. De hecho, "fue el primer «deportado» en hablar en el Congreso de los Diputados, aunque luego resultó no serlo, y eso era gasolina para él". Al ser descubierto, "decide crear una nueva versión y defender que, pese a que mentía, dio voz a los deportados".
Y ahora, en estos tiempos de las redes sociales y las Fake News, los directores opinan que su trabajo tiene más relevancia que en 2006. Marco quería dar la mejor versión de sí mismo, resumían ante La Razón. "Cuando algo no le gustaba, confundía al interlocutor con datos falsos, opiniones, que maquillaban la realidad". Y es que al ser desenmascarado, "en vez de quedarse en casa, como creo que yo haría con 84 años, él decidió hacer lo opuesto: ir a todos los medios de comunicación a defenderse y contar su verdad". Y opinan, al igual que Eduard Fernández, que quería ser admirado y querido. "Él tenía una vida, digamos que normal, más bien tirando a triste, y de repente crea un personaje y los jóvenes universitarios de los finales de los 60 en Barcelona lo idolatraron".
La relación con la familia y los deportados
Dentro de toda la realidad ficcionada que se ficciona en la película, esta dispone de otros dos ejes vertebradores. Uno de ellos es la familia, la cual, sobre todo, está encarnada en su mujer, Laura. Interpretada por Nathalie Poza, nos muestra la incertidumbre y los miedos de quien calla ante las reiteradas sospechas de lo que le rodea por no descrebajar su familia. Por proteger a su hija (Júlia Molins) de todo ello pese a que esta intuye que un alud está por venir. La complicidad de Laura se tambalea entre la complicidad y la culpa, el desapego y la herida que sabe que está abierta incluso sin saber qué es lo que la provoca.
Con una actuación dolorosa y sobria, la madrileña explicaba que "por encima de la historia concreta, profundizamos en el concepto de la mentira. Hasta dónde podemos llegar con una mentira. El papel de su mujer es duro. Admitir que te están mintiendo es difícil”. Lo hacía en el Festival Internacional de Cine de Almería en un diálogo con el periodista Gerardo Sánchez. Además de ella y Fernández, también estuvo presente el productor Xabier Berzosa. Poza aseguraba en el coloquio que hay un plano que se adentra en el alma de Enric que "es espectacular". Las que muestran la de la propia Laura, y su ausencia en la recta final de Marco, son también más que dignos de mencionarse.
El otro aspecto es la figura de los propios deportados. Y estos están encarnados por Pere, Fermí Reixach (1946-2024). El de Lloret de Mar no pudo ver estrenado el largometraje. Falleció en junio a consecuencia de un cáncer. Pero su papel representa la desconfianza hacia el antiguo sindicalista porque él había vivido lo que aquel relataba. Su caracterización rebosa desconfianza y desconcierto. Esto último por no entender cómo contaba lo que contaba si él mismo apenas podía hacerlo al rememorar todo lo sucedido. Además de la rabia, dolor y decepción al momento final de destaparse todo el pastel. La mosca que hay rondando por su cabeza es visible desde su presentación.
La película se ha quedado a las puertas de estar en los Óscar
A modo de conclusión, les indicaremos un dato curioso. Reixach fue uno de los encargados de darle la alternativa a Fernández. "Empecé con él cuando hacía teatro en Barcelona”, relató este ultimo en El Hormiguero. En aquellos días trabajaba como figurante. Y tal y como recoge Nova Radio Lloret las palabras de Fernando Suárez (una persona cercana al lloretense), lo descubrieron durante el rodaje de esta película. Al finalizarlo, este último comentaba que Reixach “se abrazó a Eduard Fernández y le dijo: «yo te di la entrada y tú ahora me das la salida»”. En aquellos días, Eduard interpretó a una cabra.
Por lo tanto, y ya llegados al punto final, les recomendamos encarecidamente este largometraje. Encontrarán muchos matices en este "biopic" ficcionado que ha estado guionizado por sus directores junto a Jorge Gil Munarriz y José Mari Goenaga. Aunque se quedó a las puertas de poder competir en los Óscar, ese lugar corresponderá a Segundo Premio* de Isaki Lacuesta, el ejercicio de reflexión que nos propone es atrayente y embaucador. Igual que el personaje de Enric Marco. Por lo tanto, si en palabras de sus creadores "todos maquillamos nuestra realidad", ¿fue lícita la actitud de Enric? ¿Harían ustedes lo mismo? ¿Seguirían defendiendo "su verdad" una vez descubiertos?
* Nota: a fecha de hoy, 17 de diciembre, "Segundo Premio" ha quedado fuera de la lista de preselección que la Academia del Cine estadounidense ha realizado hacia su competencia por la Mejor Película Internacional. La Academia de Cine española la eligió sobre "Marco" y "La Estrella Azul" de Javier Macipe
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