ANOCHE SOÑÉ...

¡Volé!

Anoche pude soñar

con un mundo sin armas.

En sus restos podridos

iban creciendo flores.

¡Hasta percibí su olor!


¡Qué bien!

Lo hice sobre montañas

que no olían a pólvora.

Aún menos a los gritos

de las sufridas gentes.

¡Nunca habían existido!



Soñé con un mundo diferente,

pero era este mismo.

En él no había dolor,

o por lo menos que fuera causa

de un ingenio estéril.


Mira lo triste que será

el usar un intelecto

en locuras semejantes.


Mira qué fatuos dementes

bailando con el engaño

con un trapo por bandera.


Que le soñé a un mundo diferente

pero que era el mismo.

En él no había daño,

o por lo menos que fuera escusa

de una lucha inútil.


Mira lo sucio que será

el usar los sentimientos

en grises tejemanejes.


Mirá cómo se repelen

entre ellos al unísono

al frungir la misma causa. 


Vibré con un mundo diferente

cuando era este mismo.

Brillaba con color,

y eran los reflejos de la vida

en explendor grácil.



¡Qué bien! ¡Volé! ¡Y soñé!

Y caminé, sobre todo

caminé sobre las hierbas

con estos dos pies descalzos.


Disfruté su tacto,

del frescor que rezumaba

con armas ausentes.


Miré el horizonte,

ese azul al engalanar

valles y momentos. 


¡Qué bien! ¡Volé! ¡Y soñé!

Y bebí, bebí despacio

de las aguas cristalinas

llevadas por un riachuelo. 

mdzol.com






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