LA PESTE HABIDA EN LA BALA

Guarda una bala en la recámara.

Esta tiene óxido 

y el agobio de sus tempestades

sin permitirse alcanzar la calma.


La recoge en un baúl

gastado por la carcoma

que alaba el paso del tiempo.


A veces enciende incienso

que sirve con tal de abonar

su raído espíritu.


Entonces suele sacar la bala.

La mira de reojo

y carga contra todos sus males

guardados más allá de su metal.



Y este, el que una vez fuera mágico,

se tornaría en la blasfemia

que transformaría cada día

estando en los rincones del mundo.


Transformó el día en oscuridad,

y los luceros celestes

se volvieron un mal sueño.


Hasta el calor de los fuegos

se volvieron estériles

al abrazar las nevadas.


Maldice el sentido de la bala;

su material corrompido

en alquimia y fuegos fatuos

que hacen germinar de dolor su alma.



El bien, el material

que un día hubo de ser progreso

se volvió símbolo de la Peste.


Y mira, observa la bala

transformada en el Pecado.


Pecado de lo Iracundo,

Pecado de la Desidia.


Pecado abrigado con la Peste

que hubo encontrado el disfraz perfecto

en triste mañana.

Grok (X)







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