La historia del porro que se fumó sin darle importancia (XII)


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Estaba disfrutando de una cerveza mientras leía el periódico. A su lado, un libro le acompañaba. Había dejado sus páginas con tal de coger un poco de aire. Su estilo tan sencillo, y por momentos escatológico y cuasi pornográfico, le estaba volando la cabeza. De hecho, tras haber pasado casi la mitad de su contenido, empezó a preguntarse el porqué de que Montxo Armendáriz decidiera rodar una película basada en él. Sobre todo por la dicotomía que emanaba, pues era más que fidedigna y completamente diferente al mismo tiempo. Después de que esto ocurriera empezó a leer la prensa. Además, el interior del bar que tenía la terraza en la que estaba le recordaba mucho al Kronen. De repente, se percató de que el libro lo compró justo cuando se cumplieron los 25 años de su publicación. Era, también, la opera prima del madrileño José Ángel Mañas.

Encendió un cigarro y comenzó a pasar las páginas del periódico. No buscaba nada, simplemente algo que le llamara la atención. Encima, tenía que hacer tiempo antes de ir a cenar. Era Noche Vieja y, aunque tenía un largo trecho por delante hasta el lugar en la que la pasaría, había quedado. Se tomarían algo. Y algo le decía que le comentaría cómo le había ido su última quedada con Berta. Pero la verdad es que no le importaba. Tenía la certeza de que todavía no había visto Candilejas, y eso le generaba más de un ataque de risa al saber que habían ido al cine. Pero hasta que llegara podría seguir leyendo tranquilamente la prensa. Justo en ese momento se percató de que estaba inmerso en la del día anterior, pero siguió con ella hasta encontrar algo que le llamó la atención. La noticia decía así:

***


La Ertzaintza reforzará en Noche Vieja la seguridad de los locales


Ha realizado inspecciones en aquellos con un aforo superior a 700 personas


Con motivo de la festividad de Nochevieja, el Gobierno Vasco ha intensificado las inspecciones en los locales de ocio nocturno. Habiendo empezado estas el pasado 27 de diciembre, han finalizado hoy lunes y se han realizado en aquellos recintos cuyo aforo es superior a las 700 personas. Su propósito es garantizar la seguridad de aquellos que acudan en la primera noche del año.

En total, 8 han sido los espacios que han sido inspeccionados. Realizada esta tarea por agentes de la Ertzaintza a petición de la Dirección de Juego y Espectáculos del Gobierno Vasco, 4 se localizan en Bizkaia y 2 en Gipuzkoa, además de otro par en Áraba. Todo ello con tal de que las celebraciones de Año Nuevo se desarrollen cumpliendo "la normativa de espectáculos en Euskadi".

Por lo tanto, y a tenor de lo informado en nota de prensa, los agentes han comprobado la vigencia de los Planes de Autoprotección de los locales. También la capacitación del personal de admisión y los de seguridad privada. Asimismo, se cercioraron de la correcta señalización y funcionalidad de las vías de evacuación, así como de los sistemas de protección contra incendios.

Estas inspecciones serán intensificadas durante la noche de la festividad. Para ello, la Ertzaintza contará con la colaboración de agentes de Protección Ciudadana. Mientras estos harán labores de prevencion en el exterior de los recintos, los primeros verificarán el aforo, el funcionamiento de las vías de evacuación, sus salidas de emergencia y horario de cierre. Ello dentro de los locales.

Un aspecto a señalar es que durante la jornada se controlará la presencia de menores, quienes tienen el acceso prohibido exceptuando aquellas fiestas que son denominadas "light". Destinadas a quienes tienen una edad entre los 14 y 17 años, en ellas está prohibida la venta de tabaco y alcohol, además de deber ser anunciadas a la entrada del local con un cartel que las señale como tal.

***


"Vaya, parece que la cosa va a estar entretenida", pensó, "menos mal que me quedaré en casa". En ese momento cerró el periódico y miró a su alrededor. Sorprendentemente, la calle estaba vacía. Se oían algunas voces. Eran de aquellos pocos que estaban dentro del bar, pero no había nadie en el exterior. "Bueno, tal vez sea mejor así; ya vendrá luego toda la marabunta". Miró el reloj. Todavía faltaban 10 minutos antes de que llegara su compañero de aventuras. Así que decidió hacerse un porro y esperarle para encenderlo.

Agarró la china del bolsillo izquierdo de su chaqueta y la sacó del plástico que la guardaba. Con el mechero le dio calor. Según iba raspándola se sorprendió de lo fácil que resultaba. Tenía pintas de ser bastante buena. Aún no la había probado. Pero decidió esperar, no fuera a ser que se lo fumara de una tacada. Al acabar, fue mezclando suavemente la "sopa". A continuación, con una delicadeza extrema, la envolvió con el papel y en su punta derecha puso la boquilla que había arrancado del cigarrillo que usó con tal de juntar todo el material. Hizo el rollo y pasó la lengua sin usar mucha saliva. La necesaria con tal de que el pegamento funcionara y no se perdiera en un mar de babas. Al acabar la maniobra, pasó varias veces el fuego del mechero con la intención de secarlo. Prensó su interior con las llaves y lo cerró haciendo un capullo con el excedente del papel. Después, arrancó este mismo y lo guardó en el paquete del tabaco.

Escuchó el ladrido de un perro y dirigió la mirada hacia el lugar del que provenía. Se trataba de un cocker marrón con toques de color naranja en su pelaje. Iba corriendo de un lado a otro alrededor de su dueño mientras este llevaba la correa en su mano izquierda. Le llamó por su nombre, pero no pudo entenderlo. Estaban demasiado lejos. Pero por qué lo hizo lo comprendió a la perfección. Una pareja de municipales apareció. El de la mascota los vio antes que él, así que amarró al can y siguió su camino. Últimamente estaban siendo bastante estrictos con lo de llevar atados a los perros, o por lo menos eso decían muchos de los que tenían.

Entonces se produjo un sonido estridente. Incluso dio un pequeño bote en la silla en la que estaba. Miró hacia el interior del bar. Algo se había roto, y parecía que en bastante cantidad. Alguien levantó la voz y acto seguido se escuchó otra. Estaban discutiendo. Parecían el camarero y un cliente. Alguien salió notablemente ofuscado y soltando algo que era ilegible por la distancia. Otro parroquiano se puso en la puerta y el primero se alejó poco a poco. Parecía que las aguas habían vuelto a la calma, pero a lo lejos volvió a ver a la pareja de municipales. Se dirigían al bar. Y allí entraron.

"Ya veremos cómo queda la cosa", se dijo. Entonces, volvió a mirar el libro. En concreto, su portada. Era una edición de bolsillo. Lo había comprado en una librería de segunda mano. Pensó un momento en las diferencias con la película. Sobre todo en las habidas con el personaje de Carlos, el protagonista. Mientras que en esta parecía un simple niño pijo que era capaz de todo por lograr lo que pretendía, en la obra original llegaba a ser todavía más hijo de puta, llegando a mostrar claros síntomas de narcisismo y psicopatía, si es que no lo era en realidad. Su aparente rebeldía no era más que la muestra de su odio al mundo y a lo que le rodeaba, nada más. No le importaba nada.

Miró de nuevo al bar y vio que los de la placa lo abandonaban. Se dirigían hacia la misma dirección que el otro hombre había tomado. Mientras lo hacía vio venir a su compañero. Iba con paso lento y despreocupado. Llevaba puestas unas gafas de sol, al igual que él. Y es que a pesar de estar en la ultima hoja de diciembre hacía un día completamente soleado, aunque hiciera frío. Pero este se podía combatir tranquilamente con una pocas prendas de abrigo. Se saludaron antes de llegar y pudo notar la manera en la que sonreía. Le indicó que entraba a la taberna y si quería algo. Levantó la botella de cerveza. Levantó el pulgar de su mano derecha en señal positiva.

***


Cuando salió lo hizo con dos birras. Además de una bolsa de patatas y aceitunas. "Menuda la que se ha liado dentro, el camarero estaba taquicárdico", le dijo.

- Ya, los municipales acaban de irse.

- Parece que el tío estaba pasado y que no le querían servir más. Ha estampado el vaso contra la pared de dentro de la barra. Se ha cargado parte de la vajilla; con vasos y varias botellas.

- Vaya, menuda forma de acabar el año.

- El pobre chaval estaba sentado en un taburete y estaba todavía cardíaco, aunque más tranquilo, por lo que ha comentado.

- ¿Y quién te ha servido?

- La dueña, parece que estaba en el almacén.

- Joder, menuda liada.

- Le he dicho que no me pusiera nada, que nos íbamos. Pero ha insistido en que estemos tranquilos. Y que el chico se irá a casa en cuanto se le pasen los nervios.

- Bueno, pero aún así creo que deberíamos irnos.

- ¿Por qué? Parece que ya está arreglada la cosa, así que sácate ese porro que tienes que tener por ahí guardado.

- Lo tuyo no tiene nombre, la verdad...

- Venga, no seas cascarrabias. ¿Qué estás leyendo? Historias del Kronen... Madre mía, menudo mal cuerpo me dejó la película. ¿Qué tal está?

- Carlos es un sádico hijo de puta...

- ¿En serio?

- Sí, pero todavía no lo he acabado. Cuando lo termine te comentaré...

- Vale, vale... ¿Qué hay de ese peta?

- Anda, toma. Haz los honores de los cojones.

- Ahí, ahí, calorcito "pal" cuerpo...

Se lo encendió y miró el fluir del agua del río. "Esto es una delicia", soltó después de exhalar el aire.

- ¿Qué tal está Berta?

- Bueno, pues es más sensata que yo. Y eso ya es bastante.

- Me lo imaginaba.

- Y tiene una conversación interesante.

- También me lo imaginaba.

- ¿Y eso?

- Por el sitio en el que trabaja.

- Sí, lo podríamos considerar hasta elemental, querido Watson.

- Sabes, ¿una vez me pareció leer que esa coletilla no la dice dice en ningún momento?

- ¿Sí? Bueno, da igual. Otra frasecita de marras que se queda en nuestro subconsciente social.

- ¿Qué vas a hacer hoy?

- Pues iré a cenar y me quedaré en casa. Mañana quedaré con ella después de comer.

- Pues disfrutad.

- Sí, tal vez demos un paseo con tranquilidad.

- Es un buen plan.

- ¿Qué hacemos? ¿Nos fumamos esto y damos una vuelta antes de irnos?

- Sí, va a ser lo mejor. Pero con tranquilidad, que luego nos liamos y llegamos como auténticos zombis.

- Ok, pues anda. Dale al tema.

Cogió el porro y tras darle una calada bebió un trago de la cerveza. "¿Ya has visto Candilejas?".

- ¿Tú también? No, todavía no la he visto. Anda, no me seas pesado. La tengo guardada. Cuando llegue el momento la veré.

- Pues ya estás tardando.

- ¡Que no me seas pesado!

Se rieron de buena gana. Incluso brindaron por lo que quedaba del año y el que venía. "¿Sabes? La verdad es que no me apetece salir nada esta noche. Creo que me estoy haciendo mayor".

- Ya, pero sigues siendo un descerebrado.

- Y a mucha honra. Aunque no creas que tú te alejas mucho de mi estela.

- Sabes que, en caso de seguir alguna, la que sigo es la mía. Con esa ya tengo bastante.

- Pero que de vez en cuando se junte un par siempre está bien. Juntas pero no revueltas, que en eso está la gracia.

- Sí, bien mirado está.

Volvieron a reir y a brindar. Volvió a pasar el hombre con el cocker. Y esta vez estaba suelto de nuevo. "Antes, cuando ha visto a los municipales, le ha puesto la correa en cero coma".

- Bueno, mejor que pase lo de la correa que lo de antes.

- En eso, aunque sólo sea en eso, tienes razón.

Volvieron a estallar en otro ataque de risa. Después, dieron las ultimas pinceladas a las bebidas y aperitivos. "¿Qué? ¿Hora de retirada?", le preguntó. Miró la hora en su móvil.

- Sí, es buen momento. Vamos a llegar ni tarde ni pronto. Ya dejaremos esa vuelta para otro dia. La fumada se nos pasará por el camino. Dame un segundo que voy a llevar los trastos.

Al salir se despidieron dirigiéndose cada uno al lugar en el que celebrarían esa fecha. Él lo hizo abrigado con el gorro de la chaqueta y se dejó puestas las gafas de sol hasta el momento en que la creciente oscuridad le impedía seguir con ellas. Al llegar, tocó el timbre y le abrieron la puerta. Llamó al ascensor y, una vez en su interior, subió hasta el sexto piso.





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