El extraño anfitrión
24/X/2019
Nosferatu, vampiro de la noche (1979, espinof.com)
Estaba sentado en la esquina de una mesa de madera gruesa de más de dos siglos de antigüedad. La estancia sobrepasaba los tres metros de altura y disponía de una pequeña chimenea al fondo que calentaba el lugar aislándola del frío del exterior. En esa noche de invierno la tempestad era imperceptible por las gruesas paredes de piedra con las que estaba edificado aquel pequeño castillo.
Frente a él, se levantaba una figura delgada de casi metro ochenta de estatura con nariz aguileña y una barbita en punta bajo su mentón. Vestía ropa negra bastante vieja. Era su anfitrión, la persona que le había recogido una hora atrás mientras estaba en mitad de la nevada que caía. Le dió una especie de té caliente para que se recuperara. Había sido un milagro que apareciese. Lo hizo sin ayuda de instrumentos o animal alguno; y de la misma forma le acompañó a aquella morada que parecía estar en mitad de La Nada.
Sus ojos eran saltones y brillantes con un tono rojizo. Tenía manos largas y finas, pero fuertes al mismo tiempo. Se acercó a él y le colocó la derecha sobre su hombro izquierdo pretendiendo tranquilizarlo. El edificio era antiguo. Se dirigió al fuego para avivarlo un poco. Movió su cuello tratando de desentemecerlo. Se escucharon unos ligeros chasquidos y frotó sus manos con tal de darles calor.
Se le acercó de nuevo. Y pudo contemplar su cara con más detalle. Tenía una cicatriz en su lado izquierdo. Con forma de Luna Menguante, iba desde su oreja hasta la mitad de su mejilla. Su sonrisa dejaba ver unos dientes blancos con unos caninos extrañamente afilados. El sujeto le acarició la cara y quedó adormecido. Se inclinó sobre su cuello y apretó los colmillos.
No sintió dolor; sólo un placentero pinchazo que iba intensificándose a medida que oía el latir de su corazón. El placer fue incrementándose a medida que duraba aquel momento. Le pareció que volaba mientras veía aquel lugar desde las alturas. Estaba rodeado de nieve.
Siguió volando. Era una sensación muy agradable. Se dirigió hacia la cima de una montaña que veía a lo lejos. Mientras se acercaba aquella sensación de libertad iba creciendo. Llegó y se posó. El viento era fuerte y frío, pero no le afectada. El valle que veía estaba siendo embestido por aquella tormenta de una manera brutal.
Entonces se despertó en una cama. No sabía cómo había llegado allí. Se miró en un espejo. Su rosto estaba blanco y unas enormes ojeras rodeaban sus ojos. Dos minúsculos puntitos aparecieron en su cuello.
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