LOS COLORES QUE EN ACUARELAS MEZCLÓ
Acuarelas.
Con ellas a dibujar se puso
pretendiendo que volase
sin dos alas
su imaginación en ciernes.
Aunque al principio los colores mezclara
por la falta de costumbre.
Así fue que un amanecer
lo volvió en una rimbombante mañana.
Acuarelas.
Y sin saber por qué por ahí le dio
fue descubriendo colores
en sus ganas
que buscaban exprimirles.
De repente,
de pintura se vio
hasta las cejas y demás partes
de su físico se engalanarían
igualmente.
Y en la tarde,
cuando la mañana plasmar quería,
acabó dibujando una noche
alejada del caos
y la suerte.
Observó, entonces, las acuarelas.
Tal vez fueran seres vivos,
y es que calor emanar parecían querer.
Incluso parecían latir
de forma incesante
cuando los colores
mostraban su propio sentir.
Por ejemplo, los azules
eran los distintos mares
dependiendo de cómo irradiaban
fuerza en cada tono.
Y sucedía que en los verdes
tomaban forma los valles
en función de su presente humedad
a través del lienzo.
Hasta llegaría también a oír
la voz de animales
surgiendo del papel
en su natural frenesí.
Pasmado, esto le pudo hacer retroceder,
pero siguió analizando
ese mundo que se presentaba.
Percibió que no era estéril,
que rebosaba sed
buscando calmarse
al decirle que estaba allí.
Se vio, entonces, dando un paseo
por esos lugares.
Indiferente a lo que atrás
dejaba, fue saboreando
en la calma sosegada
todos los instantes
que recorrió en su transcurrir.
De repente, se despertó.
Se levantaba ante él
un enorme e inmenso mural
que era igual a lo soñado.
Llenaba toda la estancia
con vivos colores
que bramaban en su cenit.
Acuarelas.
Sería así que se sintió embriagado
sin que casi lo notase.
Y le dio por bailar
sin música ni los cohetes.
En un principio le costaba respirar,
pero continuó adelante
quemando toda la tarde,
noche y parte de la naciente mañana.
Acuarelas
que guardó luego en un triste cajón
evitando así perderse
en esencias
que conquistaran su mente.
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