Blade y Frost se ven cara a cara

07/VII/2020

10mo-circulo.com

Aquella noche Blade se había pasado un poco, por no decir bastante, con los exquisitos Bloody Marys que había degustado en la 'Almeja Borracha'. Por suerte, su naturaleza híbrida, mitad humano y vampiro, no sólo le permitía poder caminar bajo la Luz del Día, también conservar la fuerza de las Criaturas de la Noche y, aparentemente, su supuesta inmortalidad. Era ajeno a las enfermedades, pero no podía nutrirse físicamente mediante alimentos físicos, debía hacerlo mediante sangre humana, pero, por caprichos del destino, decidió hacerlos mediante los derivados de los cuatro grupos sanguíneos que sacó al mercado la marca ACME. Hoy en día, esta marca estaba ofertando nuevos productos de estos, llegando casi a los 32.

Una de las debilidades que tenía "El Que Había Visto La Luz Del Sol" era su propensión a padecer unas colosales resacas. Por suerte, su cuerpo no padecía los estragos de la deshidratación por la excesiva ingesta de alcohol, sino que su cabeza sufría el atracón de sangre edulcorada que echaba a los cócteles. Esto hacía que en vez de copitas las tomara en vasos específicos para los combinados, como podían ser los cubalibres. Todo esto le provocaba un dolor de cabeza demencial, similar al que padecían los humanos al beber lo que conocían con el término de garrafón.

Miraba, pues, el Sol en aquella mañana que padecía una insoportable jaqueca. Lo hacía bajo sus características gafas de sol oscuras, diseñadas específicamente por Whistler para él. No sólo le protegían del Sol en esas insufribles mañanas después de haber estado de cacería por la noche o pasándola en mitad de un jolgorio continuo. También le ayudaban a orientarse en la noche, pues llevaban incorporado un pequeño ordenador que era de los más adelantados de su tiempo. De hecho, era fruto del internamiento en los ordenadores centrales de la CIA, el Comité para la Seguridad del Estado Ruso y del Mosad. Mediante una serie de artimañas informáticas consiguieron fabricar uno de los más poderosos ordenadores del mundo, y cabía en unas simples gafas de sol.

Mientras miraba el cielo del amanecer algo le produjo una agradable sorpresa. Descubrió la presencia de Frost, aquel vampiro al que había declarado la guerra y este parecía haber respondido de forma agradecida. Caminaba bajo la luz del sol. Unas oscuras gafas de piloto protegían su vista y estaba más blanco de lo que era habitual en él y las demás Criaturas de la Noche. Parecía que los rumores eran ciertos. En las esferas nocturnas se comentaba que desde hacía meses estaban trabajando con una mezcla de potitos y maicena para conseguir lo que ahora estaba presenciando. Llevaba una botella de vino tinto que escondía y refrigeraba la sangre de uno de sus corderos con los que se alimentaba.

Se tambaleaba. Su cordero debía haber estado borracho, y puede que también drogado, cuando le extrajo la sangre para poder alimentarse. Era su forma de relacionarse con los humanos. Durante la noche socializaban con ellos y les ofrecían esa tipo de mezcla para poder convertirlos en sus sirvientes. Rara vez los cazaban de forma total. En aquellos tiempos intentaban pasar desapercibidos a pesar de tener bajo sueldo a gran parte de la Policía. Cuando lo hacían se deshacían meticulosamente del cuerpo y aquella persona era incluida en las distintas listas de desaparecidos.

Se miraron fijamente. Ninguno parecía sentir temor del otro. Mientras Blade sacaba su petaca donde guardaba el sucedáneo sanguíneo, Frost dio un trago a aquella botella envuelta en una bolsa de cartón. Hasta en eso eran cuidadosos. Seguían manteniendo la mirada. Se hicieron un gesto de saludo con sus respectivas bebidas. Parecía que estaban invitándose mutuamente. Los coches y los viandantes empezaban a circular por las calles. El vampiro fruñó el entrecejo y le indicó que se acercara hacia él, a donde debería estar. El híbrido sonrió. Le señaló su pie izquierdo mientras el otro le volvía a indicar que fuera hacia él. Se le escapó una risotada. Frost se quedó perplejo mientras Blade seguía indicándole con su dedo en la misma dirección. Miró entonces hacia el lugar señalado. Su bota izquierda estaba sobre el excremento perruno más grande que había visto en sus casi 200 años de existencia.



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