Scar conversa con Zazú
22/I/2021
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“Sí, Zazú. Yo vi morir a Mufasa, y tú sabes la verdadera historia. Por eso estás aquí, encerrado en esa celda de huesos que te tiene aprisionado sin poder salir. Hubieras sido un buen aperitivo si aquella vez mi difunto hermano no nos hubiera interrumpido. Su errática y egocentrista visión de lo que era reinar fue lo que le hizo perder la vida. ¡Armonía en el ciclo de la naturaleza! ¿Qué es eso? ¿Qué impide que los leones, que estamos en la cima de la pirámide alimenticia, no podamos disfrutar de todas las comodidades que eso supone?
"Tuvo la osadía de mantenerme en el Reino cuando tenía que haberme desterrado... ¡ese fue su gran error! Tenerme de invitado obsequiándome las sobras y los miserables animales con los que podía alimentarme. El odio y el rencor hicieron que ideara un plan perfecto con el que poder derrocarle con la ayuda de las hienas. Animalitos. Tristes criaturas que se doblegaron a mi servicio sólo proponiéndoles que fueran los guardianes del territorio desde el momento de su caída.
"Ilusas. Ilusas también Sarabi y su séquito de leonas que añoran al Rey caído y la vuelta de su heredero. Un heredero que ya habrá sido devorado por las huestes de buitres que encontraron un manjar en él cuando le localizaron vagabundeando por el desierto que hay tras las montañas. No era más que un niño insolente que osó venir a este mundo y arrebatarme mi derecho a gobernaros. Ese fue otro gran error de Mufasa. Engendrar un criatura cuando tenía que haber dejado el trono en mis manos.
"Le habría dejado partir en paz. Las hienas habrían hecho con él un festín digno de un rey repudiado. Y ahora, mientras estás aquí, me miras con esa mirada que deja ver todo lo que sabes. Un gesto que describe tu pánico al no saber el momento exacto en el que te devoraré después de cansarme de las estúpidas canciones que cantas. Tú, el Gran Mayordomo de la Casa Real. Sabes que llegará el día en que me sirvas de alimento, pero, hasta entonces, disfruta. ¿Y Rafiki? ¿Qué será de Rafiki? Sé que confías en que se alzará junto a las leonas para derrotarme. Necio, murió hace mucho tiempo escondiéndose como estaba en esos árboles milenarios que sabes que hace tiempo desaparecieron.
"Todo lo que antes podías alcanzar con tu vista al alzar el vuelo está ahora completamente muerto. No hay verde. El poco agua que queda viene a parar directamente a mis dominios, al igual que todos eso animales que pululan por ahí. Todos me pertenecéis, sois todos míos. Cuando todo esto se agote me iré al Reino que hay después de estas fronteras. No hay Rey allí y todas sus hembras me adoran desde lejos. ¿Sabes qué pasara cuando me vaya? Nada, no pasará absolutamente nada porque habréis desaparecido todos. Yo iré y me reuniré con ellas. Engendraré un futuro Rey mientras agotamos aquellas hermosas tierras.
"Cuando se mueran aquellos parajes volveremos aquí. Esto estará repoblado por nuevas criaturas. Cogeré lo que es mío. Para entonces ya habré acabado con todas estas miserables hienas que ciegamente siguen mis designios. ¿No lo entiendes? Sólo os utilizo con la intención de cumplir mis propósitos. Sois meros instrumentos en mis manos, unas simples marionetas. Tú sabes la verdadera historia, ¿pero sabes qué pasó en la historia? No, no lo sabes. Yo provoqué la estampida que acabó con la vida de Mufasa. Fue sencillo. Sólo tuve que mandar a las estúpidas hienas a que dirigieran los ñus hacia el desfiladero, donde estaba Simba. Me viste ir a avisar a Mufasa, estabas con él. Pero no sabes lo que pasó a pesar de encontrar al piojoso cachorro y avisar a mi hermano de su ubicación exacta.
"Tú no le viste entrar en mitad de la estampida. Tan majestuoso, tan enérgico, tan esplendoroso. Guardaba su enorme porte mientras se abría camino entre los animales mientras estos le empujaban, coceaban y daban cornadas. Nunca vi nada igual. Mientras caminaba por el desfiladero y veía aquella marea negra le veía a él. Saltaba, peleaba como nunca lo había hecho antes. Entonces llegó hasta aquel árbol en el que encontraste a Simba. La criatura voló por los aires después de que un ñu golpeara la planta. Fue magnífico verle dar vueltas. No sabes la forma en que la furia me invadió cuando vi que Mufasa lo cogía en el aire con esas fauces que tanto respeto causaban. Con él en ellas comenzó a correr para ponerlo a salvo. ¡Pero qué maravilla sucedió entonces!
"Fue envestido de una forma tan fuerte que perdió a su retoño. Salió rodando en mitad de todas aquellas pezuñas que parecían iban a aplastarle en cualquier momento. Pero aquella maldita constancia del Rey logró volver a recogerlo y dejarle suavemente en un resquicio justo antes de ser arrastrado por la marea. Mi corazón se salía de mi pecho por el gozo. Pero, ¡maldita sea! ¡Otra vez consiguió escapar! Saltó de una forma tremenda y se enganchó a la pared del risco con sus garras. Sus músculos se podían notar a través de su piel mientras escalaba aquella pared. Si te fijas todavía hoy se notan las marcas de sus arañazos. ¡Ah, no, tú no puedes verlos!
"Tú te quedarás ahí hasta que me apetezca comerte. Subió y subió. Aquella criatura ascendía mientras iba enganchándose a la pared. Parecía que aquello no iba a tener final. Pero finalmente llegó a la cima, y yo estaba allí. ¡Qué placer fue el escucharle pidiéndome ayuda mientras estaba allí, indefenso! Le clavé mis garras en sus patas delanteras. Un escalofrío me recorre el cuerpo cada vez que lo recuerdo. Y no te lo voy a negar. Una fuerte erección hace siempre acto de presencia. El clímax llega al rememorar el «larga vida al Rey» que le susurré antes de soltarle.
"Le oí gritar mientras caía dando vueltas en el aire. Se oyó un golpe seco. No hubo quejidos, ni súplicas pidiendo socorro. Imagina las veces que fue pisoteado por la estampida hasta que esta acabó de pasar por completo por aquel cañón. Respiré profundamente. ¿Sabes a qué olía? A futuro, al nuevo tiempo que se estaba abriendo. Bajé hacia donde estaba su cuerpo. A medida que me iba acercando iba recreando el posible momento en el que encontrara su cuerpo. Me imaginé el olor de su sangre, su sabor. ¿Ves está cicatriz de mi ojo izquierdo? Él tuvo la osadía de hacérmela en el combate que tuvimos al retarle por el mecenazgo del territorio. ¡Tuvo el valor de desfigurarme y dejarme en ridículo! ¡Luego tuvo misericordia de mi y me dejó vivir en el Reino, sin exiliarme! Estúpido, ya tiene su merecido.
"Pero todavía me quedaba ver su cuerpo. Y estaba ansioso por ello. Ya allí desapareció toda la belleza y romanticismo. Contemple la imagen más dantesca y nauseabunda que podía imaginar. Aquel mequetrefe había conseguido sobrevivir a la estampida y estaba bajo los brazos de su padre mientras esperaba a que despertaba. Muy amablemente le llamé. Le pregunté qué había hecho. Intentó darme alguna respuesta, pero todo aquello eran escusas. Él tenía la culpa de todo lo que había pasado. Él había acabado con Mufasa por su estupidez y temeridad. Debía irse, no tenía otra alternativa. Además, las hienas se estaban acercando, se las oía. Se tenía que marchar. Los ruidos de las hienas se hacían más presentes mientras su olor comenzaba a impregnar todo el lugar. Yo las detendría, pero el tenía que marcharse y no volver. No le quedaba otra opción.
"¡Menuda maravilla fue el contemplar la forma en que sus ojos se iban llenando de lágrimas y estas se escurrían por su cara de mojigato! Se dio la vuelta. Las hienas estaban cada vez más cerca e iban detrás de él. Vi como el miedo se apoderaba de él y sus esfínteres le traicionaban. ¡Maravilloso! Ya estaba todo hecho. Le vi desaparecer. Ya está acabado, no te tienes que preocupar por él. Entonces miré el cuerpo de Mufasa. Era imponente, majestuoso, hermoso,… ¡Asqueroso, repugnante! ¿Y sabes una cosa? Seguía con vida. Estaba inconsciente. Respiraba más lento de lo normal, pero estaba vivo mientras la sangre de sus pulmones le salía por la boca. Abrió los ojos y me miró. Intentó levantarse.
"Sentí rabia y placer al mismo tiempo. Rabia porque ese maldito seguía con vida. Alegría por esto mismo, porque podría deshacerme de él con mis propias manos. Nada de tirarle por un acantilado y ver todo desde la distancia. Ahora podía darme el gusto de acabar con él yo mismo. Finalmente se puso en pie. Tambaleaba. Tenía la pata delantera izquierda rota. Varias costillas atravesaban el flanco izquierdo de su pecho mientras la sangre se desparramaba por la herida abierta. Le costaba respirar. Me miró con rabia. Rugió con una fuerza que nunca le había visto y se abalanzó hacia mi. Le di un zarpazo en su cara mediante el cual acabó derribado boca abajo.
"El polvo que producía su respiración al chocar contra el suelo lo hacía al compás de esta. Vomitó sangre. Se volvió a levantar e intentó atacarme de nuevo. Esta vez le di otro zarpazo. Le abrí el cuello a pesar de la enorme melena que le protegía esa zona. Se llevó las manos al lugar de la herida mientras intentaba respirar y gruñía. Me tiré sobre él, pero no a la garganta. Mi ataque fue sobre su columna vertebral. La mordí con fuerza. Se escuchó un gran chasquido seco cuando se partió. Sus gritos de dolor eran una hermosa melodía en mis oídos. Comencé a devorarle cuando ya estaba vivo. Lo hice desgarrándole el ano con la intención de saborear sus vísceras. Su sangre era caliente y dulce. Ya no rugía. Sólo respiraba de una forma cada vez más dificultosa.
"Me comí rápidamente todas sus vísceras. Los riñones y el hígado fueron una delicia. Nunca había probado semejante maravilla. Sus pulmones, su corazón, todo ello me sirvió para poder recuperar fuerzas. No sé en que momento exacto falleció, pero cuando acabé con todo su interior pasé a devorar su cabeza. Su cerebro y sus ojos supusieron una auténtica delicia. Por no hablar de los testículos que antes no te he nombrado. Toda sus características varoniles, su alma, su corazón,… todo acabo en mi interior. Ya solo quedaban las patas. Toda su fuerza se ha quedado para siempre en mi.
"No sólo os he quitado al Rey que tanto queríais, a ese Rey usurpador; me he quedado con todo lo que poseía y he devorado su esencia, la cual circula ahora por estas venas de una forma mejorada. Y sus huesos, la carne de su interior era pura, reconfortante… todo, todo él está en mi. Y lo que no está en mi lo puedes ver delante tuyo. En esos pocos huesos que guarde como trofeo junto a las portentosas garras que tenía. Con esas, amigo mío, con esas te quitaré la vida antes de que me sirvas de alimento. Así que estate tranquilo, no sabrás cuándo será tu final, pero ya sabes que serán las mismas garras de Mufasa las que te degollarán".
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