EN MEDIO DE LO URBANO
Un hombre camina por la calle.
Lo hace solo,
sin compañía alguna.
Además, se muestra indiferente
ante el mundo
y sus carambolas.
En estas acaricia la pared
y le sorprende su tacto.
Le resulta rugoso, y frío también.
Por un momento va y se detiene.
Dará un paso
adelante, frena
y la mira más atentamente.
Tiene musgo,
además de humedad.
Incluso halla los restos pendientes
de pinturas del pasado
sin ser borradas correctamente.
Es la primera vez
desde que salió de casa
que parece volverse uno
con el mundo que le rodea.
Entoces se fija
en lo que hasta hace un momento
le era indiferente.
Contempla las calles,
lo construido a su alrededor
y abarca su mirar.
En ellas hay voces,
una gran cantidad de almas
a las que no prestó atención
hacía unos minutos atrás.
Encuentra que es dulce
con toda su frialdad.
Pero que aún así destila calor
por toda la gente
que decide atravesarla.
Le dan belleza
al porte tan oscuro
de modernidad,
a la fría acera
que va abriéndose paso
en la distancia.
También cree percibir sentimientos
entre los que beben
ese lugar que atraviesan.
Incluso ve flores
desde las ventanas.
De repente,
un coche con la música
llevada a cien
le devuelve
con un susto a la realidad.
Le maldice,
y la distancia le aleja.
Le maldice,
y le vuelve
a recitar con su rabia.
Por momentos,
parece al mundo odiar
cuando la inquina le posee
mientras le supura a través
de sus poros
locos de par en par.
Finalmente, se relaja
cuando deja de lado ese oleaje
y de nuevo en la paz se sumerge
mientras contempla la estampa.
Sin embargo,
mucho habrá de tardar
hasta que consiga otra vez
sentir la paz que poco antes
tuvo en manos
circulando a su alma.
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